JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según san Marcos 3, 13-19
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús subió a la montaña, llamó a los que él quiso y se acercaron a él. Designó entonces a doce, a los que llamó apóstoles para que estuvieran con él y para mandarlos a predicar con poder de expulsar a los demonios.
Designó a estos Doce: A Simón, al cual dio el sobrenombre de Pedro; a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, a quienes dio el sobrenombre de Boanerges, es decir hijos del trueno; a Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Tadeo, Simón el Cananeo y Judas Iscariote, el que lo entregó.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Nota: es una película protestante, por eso falta LA MADRE.
El Misterio de la Misa en 2 minutos: https://www.youtube.com/watch?v=0QCx-5Aqyrk
El que no valora una obra de arte es porque necesita cultura: https://www.youtube.com/watch?v=mTKKaT-KaKw
Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/media/y3hgYNp23xu
El Gran Milagro (película completa): http://www.gloria.tv/media/hYyhhps7cqX
Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
San Leonardo, "El GRAN tesoro oculto de la Santa Misa": http://iteadjmj.com/LIBROSW/lpm1.doc
Audio (1/5): https://www.youtube.com/watch?v=2NjKuVnxH58
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). La Misa es lo mínimo para salvarnos. Es como si un padre dijera "si no comes, te mueres, así que come al menos una vez por semana". Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice al otro: "Te amo, pero no quiero verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama realmente?
Faltar a Misa viola los principales mandamientos: el primero ("Amar a Dios sobre todas las cosas") y tercero ("Santificar las fiestas"). Por nuestro propio bien y evitar el infierno eterno, Dios sólo nos pide que nos regalemos 1 de las 168 horas de vida que Él nos regala cada semana: 0,6% ¡No seamos ingratos! Idolatramos aquello que preferimos a Él: los "dioses" son el descanso, entretenimiento, comida, trabajo, compañía, flojera. Prefieren baratijas al oro. Si en la Misa repartieran 1 millón de dólares a cada uno, ¿qué no harías para asistir? ¡Pues recibes infinitamente más! "Una misa vale más que todos los tesoros del mundo"… Por todo esto, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).
Si rechazamos la Misa, ¿cómo vamos a decir "Padre Nuestro" si rechazamos volver a la Casa del Padre? ¿cómo decir "Santificado sea Tu Nombre", "Venga a nosotros Tu Reino", "Hágase Tu Voluntad", "Danos hoy nuestro pan supersubstancial de cada día" y "no nos dejes caer en la tentación más líbranos del malo", si todo eso lo obtenemos de la Misa?
Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es imprescindible la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html
Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa (Jn 15,22).
† Misal
vie 2a. Ordinario año Par
Antífona de Entrada
Que se postre ante ti, Señor, la tierra entera; que todos canten himnos en tu honor y alabanzas a tu nombre.
Oración Colecta
Oremos:
Dios todopoderoso y eterno, que con amor gobiernas cielo y tierra; escucha paternalmente las súplicas de tu pueblo y haz que los días de nuestra vida transcurran en tu paz.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
Primera Lectura
No pondré la mano sobre el ungido del Señor
Lectura del primer libro de Samuel 24, 3-21
En aquellos días, Saúl tomó consigo tres mil hombres elegidos de entre todo Israel, y marchó en busca de David y de su gente en dirección de las Rocas de las Cabras Monteses. Cuando llegó a los corrales de las ovejas que hay junto al camino, Saúl entró para satisfacer sus necesidades en una cueva que hay allí. David y sus hombres estaban en el fondo de la cueva. Los hombres de David le dijeron:
"Mira, este es el día al que se refería el Señor, cuando te dijo:
"Yo entrego a tu enemigo entre tus manos; trátale como te parezca"".
David se levantó y cortó silenciosamente el borde del manto de Saúl. Después le remordió la conciencia por haber cortado el borde del manto de Saúl, y dijo a sus hombres:
"Dios me libre de hacerle algún daño, porque él es el ungido del Señor".
Con estas palabras contuvo David a sus hombres y no les permitió lanzarse contra Saúl.
Saúl salió de la cueva y siguió su camino. Después David salió también de la cueva y se puso a gritar detrás de él:
"¡Rey y señor mío!"
Saúl miró hacia atrás, y David le hizo una gran reverencia y se postró. Después dijo a Saúl:
"¿Por qué haces caso a la gente que dice que David busca tu ruina? Date cuenta de que hoy el Señor te puso en mis manos en la cueva. Me incitaron a matarte, pero yo te he respetado, pues pensé:
"No alzaré mi mano contra el rey, porque es el ungido del Señor".
Mira, padre mío, mira el borde de tu manto en mi mano. Puesto que he cortado el borde de tu manto y no te he matado, reconoce y comprueba que no hay en mí maldad ni rebeldía, y que no he pecado contra ti. Tú es cambio, intentas a toda costa quitarme la vida. Que el Señor sea nuestro juez y que él me vengue de ti, pero yo no te tocaré. ¿Contra quién ha salido el rey de Israel? ¿A quien persigues? ¡A un perro muerto, a una pulga! Que el Señor juzgue y pronuncie sentencia entre nosotros dos. El examinará, defenderá mi causa y me librará de tu poder".
Cuando David terminó de decir estas palabras a Saúl, éste preguntó:
"¿Es ésa tu voz, David, hijo mío?"
Saúl se puso a llorar, y reconoció ante David:
"Tú eres inocente y yo no, porque tú me has hecho el bien y yo te he hecho el mal. Hoy has demostrado que te portas bien conmigo, pues el Señor me puso en tus manos y no me mataste. Cuando alguien encuentra a su enemigo, ¿lo deja continuar tranquilo su camino? Que el el Señor te pague lo que hoy has hecho conmigo. Ahora reconozco que tú serás rey y que el reino de Israel será estable en tus manos".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 56, 2.3-4.6 y 11
Misericordia, Dios mío, misericordia.
Ten piedad de mí, Dios mío, pues me refugio en ti; a la sombra de tus alas me refugio hasta que pase la calamidad.
Misericordia, Dios mío, misericordia.
Invoco al Dios Altísimo, al Dios que actúa en mi favor. Me salvará desde el cielo, confundirá a los que me atacan; Dios enviará su amor y su fidelidad.
Misericordia, Dios mío, misericordia.
Muestra, Dios mío, tu grandeza en los cielos, y tu gloria sobre toda la tierra, pues tu amor llega hasta el cielo, hasta las nubes tu fidelidad.
Misericordia, Dios mío, misericordia.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Dios ha reconciliado consigo al mundo, por medio de Cristo, y nos ha encomendado a nosotros el mensaje de salvación.
Aleluya.
Evangelio
Jesús llamó a los que él quiso para que se quedaran con él
† Lectura del santo Evangelio según san Marcos 3, 13-19
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús subió a la montaña, llamó a los que él quiso y se acercaron a él. Designó entonces a doce, a los que llamó apóstoles para que estuvieran con él y para mandarlos a predicar con poder de expulsar a los demonios.
Designó a estos Doce: A Simón, al cual dio el sobrenombre de Pedro; a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, a quienes dio el sobrenombre de Boanerges, es decir hijos del trueno; a Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Tadeo, Simón el Cananeo y Judas Iscariote, el que lo entregó.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración sobre las Ofrendas
Concédenos, Señor, participar dignamente en esta Eucaristía, porque cada vez que celebramos el memorial del sacrificio de tu Hijo, se lleve a cabo la obra de nuestra redención.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio
La alabanza, don de Dios
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Pues aunque no necesitas nuestra alabanza, ni nuestras bendiciones te enriquecen, tú inspiras y haces tuya nuestra acción de gracias, para que nos sirva de salvación, por Cristo, Señor nuestro.
A quien alaban los ángeles y los arcángeles, proclamando sin cesar:
Antífona de la Comunión
Para mí, Señor, has preparado la mesa y has llenado la copa hasta los bordes.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Infúndenos, Señor, el espíritu de tu caridad para que, alimentados del mismo pan del cielo, permanezcamos siempre unidos por el mismo amor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén
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Dia 22/01 San Vicente (diácono y mártir, rojo)
Antífona de Entrada
Este santo mártir derramó su sangre por el nombre de Cristo, no temió las amenazas de los jueces y así alcanzó el Reino de los cielos.
Oración Colecta
Oremos:
Dios todopoderoso y eterno, derrama sobre nosotros tu Espíritu, para que nuestros corazones se abrasen en el amor intenso que ayudó a san Vicente a superar los tormentos.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
Primera Lectura
Llevamos la muerte de Jesús en nuestro cuerpo
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 4, 7-15
Hermanos: Llevamos un tesoro en vasijas de barro, para que se vea que esta fuerza tan extraordinaria proviene de Dios y no de nosotros mismos. Por eso sufrimos toda clase de pruebas, pero no nos angustiamos; nos abruman las preocupaciones, pero no nos desesperamos; nos vemos perseguidos, pero no desamparados; derribados, pero no vencidos.
Llevamos siempre y por todas partes la muerte de Jesús en nuestro cuerpo, para que en este mismo cuerpo se manifieste también la vida de Jesús. Nuestra vida es un continuo estar expuestos a la muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De modo que la muerte actúa en nosotros, y en ustedes, la vida.
Y como poseemos el mismo espíritu de fe que se expresa en aquel texto de la Escritura: "Creo, por eso hablo", también nosotros creemos y por eso hablamos, sabiendo que aquel que resucitó a Jesús nos resucitará también a nosotros con Jesús y nos colocará a su lado con ustedes. Y todo esto es para bien de ustedes, de manera que, al extenderse la gracia a más y más personas, se multiplique la acción de gracias para gloria de Dios.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Del salmo 33
El Señor me libró de todos mis temores.
Bendeciré al Señor a todas horas, no cesará mi boca de alabarlo. Yo me siento orgulloso del Señor; que se alegre su pueblo al escucharlo.
El Señor me libró de todos mis temores.
Proclamemos qué grande es el Señor y alabemos su nombre. Cuando acudí al Señor, me hizo caso y me libró de todos mis temores.
El Señor me libró de todos mis temores.
Vuélvanse a él y quedarán radiantes, jamás se sentirán decepcionados. El Señor siempre escucha al afligido, de su tribulación lo pone a salvo.
El Señor me libró de todos mis temores.
A quien teme al Señor, el ángel del Señor lo salva y cuida. ¡Prueben! Verán qué bueno es el Señor; dichoso quien en él confía.
El Señor me libró de todos mis temores.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos, dice el Señor.
Aleluya.
Evangelio
Los llevarán a ustedes ante gobernadores y reyes por mi causa; así darán testimonio de mí ante ellos y ante los paganos
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 10, 17-22
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles:
"Cuídense de la gente, porque los llevarán a los tribunales, los azotarán en las sinagogas, los llevarán ante gobernadores y reyes por mi causa; así darán testimonio de mí ante ellos y ante los paganos. Pero, cuando los enjuicien, no se preocupen por lo que van a decir o por la forma de decirlo, porque en ese momento se les inspirará lo que han de decir. Pues no serán ustedes los que hablen, sino el Espíritu de su Padre el que hablará por ustedes.
El hermano entregará a su hermano a la muerte, y el padre a su hijo; los hijos se levantarán contra sus padres y los matarán; todos los odiarán a ustedes por mi causa, pero el que persevere hasta el fin, se salvará".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración sobre las Ofrendas
Señor, te ofrecemos llenos de alegría este sacrificio de alabanza, con el que celebramos el triunfo de san Vicente, mártir, y nos gozamos al ofrecértelo de poder merecer su protección gloriosa.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio
El martirio, testimonio y ejemplo
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Dios todopoderoso y eterno.
Porque la sangre del glorioso mártir san Vicente, derramada, como la de Cristo, para confesar tu nombre, manifiesta las maravillas de tu poder; pues en su martirio, Señor, has sacado fuerza de lo débil, haciendo de la fragilidad tu propio testimonio, por Cristo, Señor nuestro.
Por eso,
como los ángeles te cantan en el cielo, así nosotros en la tierra te aclamamos diciendo sin cesar:
Antífona de Comunión
El que quiera servirme, que me siga, dice el Señor; y donde esté yo, allí también estará mi servidor.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Te suplicamos, Señor, que el celeste alimento que hemos recibido nos comunique la misma fortaleza de espíritu que hizo a san Vicente ministro fiel a tu servicio y vencedor valiente en el martirio.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén
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† Meditación diaria
22 de enero. 5º Día del Octavario
CRISTO Y LA IGLESIA
— En la Iglesia encontrarnos a Cristo.
— Imágenes y figuras de la Iglesia. Cuerpo místico de Cristo.
— La Iglesia es una comunión de fe, de sacramentos y de régimen. La Comunión de los Santos.
I. La misión de Cristo no terminó con su Ascensión a los Cielos. Jesús no es solo un personaje histórico que nació, vivió, murió y resucitó para ser exaltado a la diestra de Dios Padre, sino que vive actualmente entre nosotros de un modo real, aunque misterioso.
Ante el peligro de que los primeros cristianos viviesen del solo recuerdo histórico de aquel Jesús que muchos de ellos "habían visto", y ante la situación de otros que parecían vivir solamente pendientes de la nueva venida de Cristo, que ellos juzgaban inminente, el autor de la Carta a los Hebreos escribió: Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y por los siglos1. Aunque los Apóstoles y los primeros guías de la fe mueran y no puedan dar testimonio directo de su fe, queda a los fieles un Maestro y un Guía que no morirá nunca, que vive para siempre coronado de gloria. Los hombres desaparecen; Cristo queda eternamente con nosotros. Él existió ayer con los hombres, en un pasado histórico concreto; vive hoy en los Cielos, a la diestra del Padre, y está hoy a nuestro lado, dándonos continuamente la Vida a través de los sacramentos, acompañándonos de modo real en las vicisitudes de nuestro caminar. La Humanidad Santísima de Cristo fue asumida solo por un tiempo determinado; la Encarnación fue decretada desde la eternidad, y el Hijo de Dios, nacido de María Virgen en el tiempo y en la historia, en los días de César Augusto, permanece hombre para siempre, con un cuerpo glorioso en el cual resplandecen las señales de la Pasión2.
Cristo vive resucitado y glorioso en el Cielo y, de forma misteriosa pero real, en su Iglesia, que no es un movimiento religioso inaugurado por su predicación, sino que dice relación a la propia Persona de Jesús. La Iglesia nos hace presente a Cristo; es en Ella donde lo encontramos.
La grandeza de la Iglesia está precisamente en esa íntima relación con Jesús; por eso, es un misterio no abarcable con palabras. Ningún lenguaje humano es capaz de expresar su insondable riqueza, que toma origen en la misma Persona de Jesús y tiene como finalidad perpetuar su presencia salvadora entre nosotros. Más aún, la misión única de la Iglesia consiste en hacer presente a Cristo, que se fue a los Cielos, pero anunció que estaría con nosotros todos los días hasta la consumación de los siglos3, y conducirnos hasta Él. Afirma el Concilio Vaticano II que Él es el autor de la salvación y el principio de paz y de unión, y constituyó a la Iglesia "a fin de que fuera para todos y para cada uno el sacramento visible de esta unidad salvadora"4.
II. Señalaba Pablo VI que es decisivo para quienes seguimos a Cristo conocer la naturaleza de la Iglesia. "Y este conocimiento es tanto más importante, especialmente para nosotros católicos, cuanto que tantos errores, tantas ideas inexactas, tantas opiniones particulares circulan en las discusiones de nuestro tiempo". ¡Cuánta ignorancia, cuánto error! Muchos olvidan o desconocen que "la Iglesia es un misterio, no solo en el sentido de la profundidad de su vida, sino en el sentido también de que es una realidad no tanto humana e histórica y visible, cuanto divina y superior a nuestra natural capacidad de conocer"5.
La Sagrada Escritura muestra su naturaleza mediante diversas figuras que se complementan. Todas tienen como centro a Jesucristo y giran en torno a la unidad: es como un redil, cuya puerta es Cristo; rebaño, que tiene como Buen Pastor a Jesús, que nunca lo dejará en manos del enemigo o sin pastos; campo y viña del Señor; edificio, cuya piedra angular es Cristo, que tiene como cimiento a los Apóstoles y en el que los fieles realizan la función de piedras vivas. La Iglesia, llamada también Jerusalén de arriba y Madre nuestra, es descrita igualmente como esposa inmaculada6. Como explica San Pablo a los primeros cristianos de Corinto, la Iglesia es el Cuerpo Místico de Cristo7. A través de esta imagen se expresa con claridad cómo la Iglesia pertenece a Cristo y está unida a Él. Entre Jesús y la Iglesia, entre Jesús y los cristianos se establece una corriente de vida que los hace inseparables8. Por la unión vital e íntima entre Cristo y la Iglesia se pueden afirmar realidades que tomadas al pie de la letra solo pueden aplicarse a la Iglesia, y viceversa. Así, puede decirse que Cristo es perseguido cuando la Iglesia es perseguida9, que Cristo es amado cuando son amados los miembros de su Cuerpo, que se niega a Cristo cuando no se quiere ayudar a los fieles10. También podemos decir que "la pasión expiatoria de Cristo se renueva y en cierto modo se continúa y se completa en el Cuerpo místico, que es la Iglesia... Con razón, pues, Jesucristo, que padece todavía en su Cuerpo místico, desea tenernos por socios en la expiación, y esto lo exige también nuestra situación en Él; porque siendo como somos Cuerpo místico de Cristo, es necesario que aquello que padece la cabeza lo padezcan con ella los miembros"11. Se trata, pues, de una unión estrechísima y misteriosa.
Esta unión no impide que cada fiel tenga su propio ser, su propia personalidad. El yo individual de cada hombre no queda anulado al unirse a Cristo, ni tampoco el ser propio de la Iglesia, aunque sea configurado y vivificado por Él. Los fieles creyentes reciben del Señor la misma vida de la gracia; y esta participación de la vida divina configura la unión entre ellos. La íntima comunión de los fieles abarca tanto el aspecto interior, espiritual e invisible como el carácter externo y visible de la Iglesia. "Si la Iglesia es un cuerpo –explicaba Pío XII–, necesariamente ha de ser uno e indiviso; según aquello de San Pablo: Muchos formamos un solo cuerpo (Rom 7, 5). Y no solamente debe ser uno e indiviso, sino también algo concreto y claramente visible (...). Por lo cual se apartan de la verdad divina aquellos que se forjan una imagen de la Iglesia de tal manera, que no pueda ni tocarse ni verse, siendo solamente un ser "neumático", como dicen, en el que muchas comunidades de cristianos, aunque separadas mutuamente en la fe, se junten, sin embargo, por un lazo invisible. Mas el cuerpo necesita también multitud de miembros, que de tal manera estén trabados entre sí, que mutuamente se auxilien"12.
III. La unidad de los fieles que forman el Cuerpo místico de Cristo está constituida por una comunión de fe, de sacramentos y de jerarquía, cuyo centro es el Papa.
La Iglesia es una comunión de fe, es decir, está formada por todos los bautizados, que han recibido una misma llamada de Dios y han correspondido con generosidad a esa llamada divina. Como consecuencia, confiesan la misma doctrina y están unidos por la misma vida divina que les comunica el Bautismo. Esta íntima unión, que brota de la fe, abraza conjuntamente la doctrina y la vida. En la antigüedad, cuando un bautizado se separaba de la doctrina o de la vida profesada y vivida por todos en la Iglesia, se le consideraba como ex-comulgado, esto es, que había roto la común-unión de todos. Después pasó a ser un acto de la autoridad de la Iglesia por el que se consideraba a alguien fuera de la Iglesia, en casos extremos y especialmente graves.
En el Cuerpo místico de Cristo existe también una comunión de bienes espirituales, en los que se participa principalmente a través de los sacramentos. Por ellos se da a los fieles la vida divina, se les alimenta y fortalece. La Sagrada Eucaristía es la cima de la vida de la Iglesia, pues en ella se da la Comunión en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo, se alcanza la unión más íntima entre Cristo y sus discípulos y, al mismo tiempo, se refuerza la unión entre todos los que componen la Iglesia. La Sagrada Eucaristía es "la fuente y el culmen de la vida cristiana"13.
La Iglesia es también una comunión de mutuas ayudas sobrenaturales. En ella se da una gran variedad y pluralidad de carismas y vocaciones, ordenadas a la unidad y bajo una misma jerarquía, cuyo centro es el Papa, sin el cual no puede subsistir la unión de una misma fe.
La unidad de la Iglesia tiene su concreción en la Comunión de los Santos. Este dogma expresa la unión de los cristianos entre sí, pues si padece un miembro, todos los miembros padecen con él; y si un miembro es honrado, todos los otros a una se gozan14. "La interdependencia de los cristianos unidos a Cristo por la caridad sacramental se organiza a distancia. Da a cada uno los tesoros de todos los demás, y a los demás los tesoros de cada uno"15. Todos nos necesitamos, todos nos podemos ayudar; de hecho, nos estamos beneficiando continuamente de los bienes espirituales de la Iglesia. Nuestra oración, el ofrecimiento del trabajo, de las pequeñas incomodidades que traerá el día de hoy, pueden ayudar eficazmente a tantos hermanos que están en camino de la fe y a quienes, estando cerca, no tienen aún la plena comunión. La consideración de esta eficaz ayuda que prestamos a otros nos debe alentar a cumplir acabadamente los deberes más pequeños y a darles un sentido sobrenatural, presentándolos al Señor como una ofrenda, pues "de la misma manera que en un cuerpo natural la actividad de cada miembro repercute en beneficio de todo el conjunto, así también ocurre con el cuerpo espiritual que es la Iglesia: como todos los fieles forman un solo cuerpo, el bien producido por uno se comunica a los demás"16. Esto nos debe animar a prestar ayuda a otros a través de la oración y del cumplimiento fiel del trabajo profesional. Un día, admirados, podremos contemplar en Dios el bien tan grande que hicimos a muchos cristianos y a la Iglesia entera desde nuestro despacho, la cocina, el quirófano o la besana. No dejemos que se pierda una sola hora de labor, una contrariedad o una larga espera. Todo lo podemos convertir en gracia y vivificar así, unidos a Cristo, todo su Cuerpo místico.
Señor, mira complacido a tu pueblo y derrama sobre él los dones de tu Espíritu, para que crezca sin cesar en el amor a la verdad y busque, en la doctrina y en la práctica, la perfecta unidad de los cristianos17.
1 Heb 13, 8. — 2 Cfr. Sagrada Biblia, Epístola a los Hebreos, EUNSA, Pamplona 1987, nota a Heb 13, 8. — 3 Mt 28, 20. — 4 Conc. Vat. II, Const. Lumen gentium, 9. — 5 Pablo VI, Alocución 27-IV-1966. — 6 Cfr. Conc. Vat. II, loc. cit., 6. — 7 Cfr. 1 Cor 12, 12-17. — 8 Cfr. Conc. Vat. II, loc. cit., 7. — 9 Cfr. Hech 9, 5. — 10 Cfr. Mt 25, 35-45. — 11 Pío XI, Enc. Miserentissimus Redemptor, 8-V-1928. — 12 Pío XII, Enc. Mystici Corporis, 29-VI-1943, 7. — 13 Cfr. Conc. Vat. II, Const. Lumen gentium, 11; Decr. Presbyterorum ordinis, 5. — 14 1 Cor 12, 26. — 15 Ch. Journet, Teología de la Iglesia, Desclée de Brouwer, Bilbao 1960, p. 252. — 16 Santo Tomás, Sobre el Credo, en Escritos de catequesis, Rialp, Madrid 1975, p. 99. — 17 Misal Romano, Misa por la unidad de los cristianos, Cielo C. Oración colecta.
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2ª semana. Viernes
VOCACIÓN A LA SANTIDAD
— Vocación de los Doce. Dios es el que llama, y el que da las gracias para perseverar.
— En el cumplimiento de su vocación, el hombre da gloria a Dios y encuentra la grandeza de su vida. A todos nos ha llamado Cristo para que le sigamos, le imitemos y le demos a conocer.
— Fieles a la personal llamada que hemos recibido de Dios.
I. Después de una noche en oración1, Jesús eligió a los doce Apóstoles, para que estuvieran con Él y continuaran luego su misión en la tierra. Los Evangelistas dejaron consignados sus nombres, y hoy los recordamos en la lectura del Evangelio de la Misa2. Llevan ya varios meses siguiendo al Maestro junto a otros discípulos por los caminos de Palestina, dispuestos a una entrega sin límites. Ahora son objeto de una predilección muy particular.
Con esta elección, el Señor pone los fundamentos de su Iglesia: estos doce hombres son como los doce Patriarcas del nuevo Pueblo de Dios, su Iglesia. Este nuevo Pueblo no se forma ya por una descendencia según la carne, como se había constituido Israel, sino por una descendencia espiritual. ¿Por qué llegaron estos hombres a gozar de un favor tan grande por parte de Dios? ¿Por qué ellos precisamente y no otros? No cabe preguntarse por qué fueron elegidos. Simplemente, los llamó el Señor; y en esta libérrima elección de Cristo –llamó a los que quiso– estriba su honor y la esencia de su vocación. No me habéis elegido vosotros a mí -les dirá más tarde-, sino que yo os elegí a vosotros3. La elección es siempre cosa de Dios. Los Apóstoles no se habían distinguido por ser sabios, poderosos, importantes...; son hombres normales y corrientes que han respondido con fe y generosidad a la llamada de Jesús.
Cristo elige a los suyos, y este llamamiento es su único título. San Pablo, por ejemplo, para subrayar la autoridad con la que enseña y amonesta a los fieles, comienza con frecuencia sus Cartas de este modo: Pablo, siervo de Cristo Jesús, llamado al apostolado, elegido para predicar el Evangelio de Dios4. Llamado y elegido no por los hombres ni por obra de los hombres, sino por Jesucristo y Dios Padre5. Presente en todo su discurso está esta realidad: la elección divina.
Jesús llama con imperio y ternura, como Yahvé a sus profetas y enviados: Moisés, Samuel, Isaías... Nunca los llamados merecieron en modo alguno la vocación para la que fueron elegidos, ni por su buena conducta, ni por sus condiciones personales. San Pablo lo dirá explícitamente: Nos llamó con vocación santa, no en virtud de nuestras obras, sino en virtud de su designio6. Es más, Dios suele llamar a su servicio y para sus obras a personas con virtudes y cualidades desproporcionadamente pequeñas para lo que realizarán con la ayuda divina. Considerad vuestro llamamiento, pues no hay entre vosotros muchos sabios según la carne7. El Señor nos llama también a nosotros para que continuemos su obra redentora en el mundo, y no nos pueden sorprender y mucho menos desanimar nuestras flaquezas, ni la desproporción entre nuestras condiciones y la tarea que nos pone Dios por delante. Él da siempre el incremento; nos pide nuestra buena voluntad y la pequeña ayuda que pueden darle nuestras manos.
II. Llamó a los que quiso. La vocación es siempre, y en primer lugar, una elección divina, cualesquiera que fueran las circunstancias que acompañaron el momento en que se aceptó esa elección. Por eso, una vez recibida no se debe someter a revisión, no cabe discutirla con razonamientos humanos, que siempre son pobres y cortos. Dios da siempre las gracias necesarias para perseverar, pues, como enseña Santo Tomás, a quienes Dios elige para una misión los prepara y dispone de suerte que sean idóneos para desempeñar aquello para lo que fueron elegidos8. En el cumplimiento de esta misión, el hombre descubre la grandeza de su vida, "porque la llamada divina y, en última instancia, la revelación que Dios hace del misterio de su ser es, simultáneamente, una palabra que desvela el sentido y el ser de la vida del hombre. Es en la audición y en la aceptación de la palabra divina como el hombre llega a comprenderse a sí mismo y a adquirir, por tanto, una coherencia en su ser (...). De ahí que el comportamiento más fuerte ante mí mismo, la más completa honradez y coherencia en mi propio ser acontecen en mi compromiso ante el Dios que llama"9. La fidelidad a la vocación es fidelidad a Dios, a la misión que nos encarga, para lo que hemos sido creados: el modo concreto y personal de dar gloria a Dios.
Para aquellos Doce comenzó aquel día una vida nueva junto a Cristo. Uno de ellos, Judas, no fue fiel, a pesar de haber sido expresamente elegido. Los demás, al pasar los años, recordarían aquel momento de su elección como el más trascendental de su vida. De estos hombres quiso servirse el Señor, a pesar de que ninguno de ellos, desde un punto de vista humano, tenía las condiciones requeridas para una tarea de tanta envergadura. Sin embargo, fueron dóciles y recibieron las gracias oportunas, y también cuidados divinos muy particulares. Por eso llevarían a cabo la misión encomendada por el Señor hasta los confines de la tierra.
El Señor también llama hoy a sus apóstoles para que estén con Él (recepción de los sacramentos y vida de oración, trato íntimo y profundo con el Maestro, santidad personal) y enviarlos a predicar (apostolado en todos los ambientes). Y, aunque el Maestro hace algunos llamamientos específicos, la vida cristiana de todo fiel, hasta la más común y corriente, comporta una vocación singular: una invitación a seguir a Cristo con una vida nueva cuya clave Él posee: si alguno quiere venir en pos de mí...10. Los primeros cristianos siempre consideraron su condición como fruto de una vocación divina: los bautizados de Roma o de Corinto serán los santos por vocación11.
A todos –de una forma u otra– nos ha llamado Cristo para que le sigamos de cerca, le imitemos y le demos a conocer, haciendo presente en el mundo la obra de la Redención hasta que Él venga: "todos los fieles de cualquier estado y condición de vida están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad, santidad que, aun en la sociedad terrena, promueve un modo más humano de vivir"12. Esta plenitud de la vida cristiana pide la heroicidad de las virtudes, y se pondrá particularmente de manifiesto en circunstancias en las que el estilo de vida o los fines que muchos se han propuesto en su vida están lejos del ideal cristiano. El Señor nos quiere santos, en el sentido estricto de esta palabra, en medio de nuestras ocupaciones, con una santidad alegre, atractiva, que arrastra a otros al encuentro con Cristo. Él nos da las fuerzas y las ayudas necesarias. Estos medios que el Señor concede a todos para seguirle y serle fieles, de los que será temerario prescindir, son especialmente necesarios cuando Dios llama a un celibato apostólico en medio de esas tareas seculares.
Que sepamos decirle muchas veces a Jesús que cuenta con nosotros, con nuestra buena voluntad de seguirle, allí donde nos encontramos; sin límite, ni condiciones.
III. El descubrimiento de la personal vocación es el momento más importante de toda la existencia. De la respuesta fiel a esta llamada depende la propia felicidad y la de otros muchos. Dios nos crea, nos prepara y nos llama en función de un designio divino. "Si hoy tantos cristianos viven a la deriva, con escasa profundidad y limitados por estrechos horizontes, se debe, sobre todo, a la falta de una clara conciencia de su peculiar razón de ser y de existir (...). Lo que eleva al hombre, lo que le da realmente una personalidad, es la conciencia de su vocación, la conciencia de su tarea concreta. Eso es lo que llena una vida y le da contenido"13.
La primera decisión en el seguimiento de Cristo constituye el fundamento de otras muchas respuestas a lo largo de la vida. La fidelidad se hace día a día, ordinariamente en cosas que parecen de poca trascendencia, en los pequeños deberes de la jornada, rechazando todo aquello que pueda dañar lo que es la esencia de nuestro vivir.
No basta con mantener la vocación, es preciso renovarla, reafirmarla constantemente: cuando parece fácil, y en los momentos en que todo cuesta, cuando los ataques del mundo, del demonio o de la carne se manifiestan con todo su poder. Siempre tendremos las ayudas necesarias para ser fieles. Cuantas más dificultades, más gracias. Y con la lucha ascética bien determinada –con un examen particular bien concreto– el amor crece y se enrecia con el paso del tiempo, y la entrega, lejos de toda rutina, se hace más consciente, más madura. "No se trata de un crecimiento de orden cuantitativo, como el de un montón de trigo, sino cualitativo, como cuando el calor se hace más intenso, o como cuando la ciencia, sin llegar a conclusiones nuevas, se hace más penetrante, más profunda, más unificada, más cierta. Así, la caridad tiende a amar más perfectamente, de modo más puro, más estrechamente, a Dios por encima de todo, y al prójimo y a nosotros mismos, para que glorifiquemos a Dios en el tiempo y en la eternidad"14. Ese es el crecimiento que el Señor nos pide.
Esforzarse para crecer en la santidad, en el amor a Cristo y a todos los hombres por Cristo es asegurar la fidelidad y, por tanto, la alegría, el amor, una vida llena de sentido.
San Pablo se servía de una comparación tomada de las carreras en el estadio para explicar que la lucha ascética del cristiano ha de ser alegre, verdadero deporte sobrenatural. Y al considerar el Apóstol que no ha llegado a la perfección, lucha por alcanzar lo prometido: una cosa intento: lanzarme hacia lo que tengo por delante, correr hacia la meta, para alcanzar el premio al que Dios nos llama desde lo alto15. Desde que Cristo se metió en su vida en el camino de Damasco, se entregó con todas sus fuerzas a buscarle, a amarle y a servirle. Eso hicieron los Apóstoles desde aquel día en que Jesús pasó a su lado y los llamó. No desaparecieron en aquel instante sus defectos, pero día a día siguieron al Maestro en una amistad creciente, y fueron fieles. Eso hemos de hacer nosotros: corresponder diariamente a las gracias que recibimos, ser fieles cada jornada. Así llegaremos hasta la meta, donde Cristo nos espera.
1 Cfr. Lc 6, 12. — 2 Mc 3, 13-19. — 3 Jn 15, 16. — 4 Gal 1, 1. — 5 2 Tim 1, 9. — 6 Ibídem. — 7 1 Cor 1, 26. — 8 Cfr. Santo Tomás, Suma Teológica, 3. q. 27, a. 4. — 9 P. Rodríguez, Vocación, Trabajo, Contemplación, EUNSA, Pamplona 1986, p. 18. — 10 Mt 16, 24. — 11 Cfr. Rom 1, 1-7; 2 Cor 1, 1. — 12 Conc. Vat. II, Const. Lumen gentium, 40. — 13 F. Suárez, La Virgen Nuestra Señora, Rialp, 17ª ed., Madrid 1984, pp. 84-85. — 14 R. Garrigou-Lagrange, La Madre del Salvador, Rialp, Madrid 1976, p. 106. — 15 Cfr. Flp 3, 13-14.
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† Santoral (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)
Fuente: ACI Prensa
Laura Vicuña, Beata Virgen Adolecente, Enero 22
Virgen Chilena Martirologio Romano: En Junín de los Andes, en Argentina, beata Laura Vicuña, virgen, que nació en la ciudad de Santiago de Chile, fue alumna del Instituto de María Auxiliadora y, para obtener la conversión de su madre, a los trece años ofreció a Dios su vida (1904). |
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San Vicente
Mártir
Año 304
San Vicente: ¡que nos consigas del cielo la gracia de Dios
que nos vuelva muy valientes para proclamar nuestra fe!
Vicente significa: "Vencedor, victorioso".
San Vicente era un diácono español, y su martirio se hizo tan famoso que San Agustín le dedicó cuatro sermones y dice de él que no hay provincia donde no le celebren su fiesta. Roma levantó tres iglesias en honor de San Vicente y el Papa San León lo estimaba muchísimo. El poeta Prudencio compuso en honor de este mártir un himno muy famoso.
Era diácono o ayudante del obispo de Zaragoza, San Valerio. (Diácono es el grado inmediatamente inferior al sacerdocio). Como el obispo tenía dificultades para hablar bien, encargaba a Vicente la predicación de la doctrina cristiana, lo cual hacía con gran entusiasmo y consiguiendo grandes éxitos por su elocuencia y su santidad.
El emperador Diocleciano decretó la persecución contra los cristianos, y el gobernador Daciano hizo poner presos al obispo Valerio y a su secretario Vicente y fueron llevados prisioneros a Valencia. No se atrevieron a juzgarlos en Zaragoza porque allí la gente los quería mucho. En la cárcel les hicieron sufrir mucha hambre y espantosas torturas para ver si renegaban de la religión. Pero cuando fueron llevados ante el tribunal, Vicente habló con tan grande entusiasmo en favor de Jesucristo, que el gobernador regañó a los carceleros por no haberlo debilitado más con más atroces sufrimientos. Les ofrecieron muchos regalos y premios si dejaban la religión de Cristo y se pasaban a la religión pagana. El obispo encargó a Vicente para que hablara en nombre de los dos, y éste dijo: "Estamos dispuestos a padecer todos los sufrimientos posibles con tal de permanecer fieles a la religión de Nuestro Señor Jesucristo". Entonces el perseguidor Daciano desterró al obispo y se dedicó a hacer sufrir a Vicente las más espantosas torturas para tratar de hacerlo abandonar su santa religión.
El primer martirio fue un tormento llamado "el potro", que consistía en amarrarles cables a los pies y a las manos y tirar en cuatro direcciones distintas al mismo tiempo. Este tormento hacía que se desanimaran todos los que no fueran muy valientes. Pero Vicente, fiel a su nombre, que también significa "valeroso", aguantó este terrible suplicio rezando y sin dejar de proclamar su amor a Jesucristo.
El segundo tormento fue apalearlo. El cuerpo de Vicente quedó masacrado y envuelto en sangre. Pero siguió declarando que no admitía más dioses que el Dios verdadero, ni más religión sino la de Cristo. El mismo jefe de los verdugos se quedó admirado ante el valor increíble de este mártir.
Entonces el gobernador le pidió que ahora sí le dijera dónde estaban las Sagradas Escrituras de los cristianos para quemarlas. Vicente dijo que prefería morir antes que decirle este secreto.
Y vino el tercer tormento: la parrilla al rojo vivo. Lo extendieron sobre una parrilla calientísima erizada de picos al rojo vivo. Los verdugos echaban sal a sus heridas y esto le hacía sufrir mucho más. Y en todo este feroz tormento, Vicente no hacía sino alabar y bendecir a Dios.
San Agustín dice: "El que sufría era Vicente, pero el que le daba tan grande valor era Dios. Su carne al quemarse le hacía llorar y su espíritu al sentir que sufría por Dios, le hacía cantar". Si no hubiera sido porque Nuestro Señor le concedió un valor extraordinario, Vicente no habría sido capaz de aguantar tantos tormentos. Pero Dios cuando manda una pena, concede también el valor para sobrellevarla.
El tirano mandó que lo llevaran a un oscuro calabozo cuyo piso estaba lleno de vidrios cortantes y que lo dejaran amarrado y de pie hasta el día siguiente para seguirlo atormentando para ver si abandonaba la religión de Cristo. El poeta Prudencio dice: "El calabozo era un lugar más negro que las mismas tinieblas; un covacho que formaban las estrechas piedras de una bóveda inmunda; era una noche eterna donde nunca penetraba la luz".
Interviene Dios. Pero a medianoche el calabozo se llenó de luz. A Vicente se le soltaron las cadenas. El piso se cubrió de flores. Se oyeron músicas celestiales. Y una voz le dijo: "Ven valeroso mártir a unirte en el cielo con el grupo de los que aman a Nuestro Señor". Al oír este hermoso mensaje, San Vicente se murió de emoción. el carcelero se convirtió al cristianismo, y el perseguidor lloró de rabia al día siguiente al sentirse vencido por este valeroso diácono.
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Fuente: www.caminando-con-jesus.org
Valero (Valerio), Santo Obispo de Zaragoza, Enero 22
Obispo de Zaragoza Martirologio Romano: Conmemoración de san Valerio o Valero, obispo de Zaragoza, en la Hispania Tarraconense (hoy España), que tomó parte en el primer Concilio de Illiberis y, conducido a Valencia junto con san Vicente, murió en el destierro (305/315). |
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Fuente: Vatican.va
Ladislao Batthyány-Strattmann, Beato Médico Laico, 22 de enero
Médico Laico Martirologio Romano: En Viena, capital de Austria, beato Ladislao Batthyány-Strattmann, que, siendo padre de familia, dio testimonio del Evangelio con la santidad de su vida y de sus obras, tanto en el ambiente familiar como en la sociedad civil. Honró como cristiano el nombre y la dignidad de médico, entregado con toda caridad a cuidar a los enfermos, para los cuales fundó un hospital en el que solamente acogía a los pobres y miserables, dejando de lado todo género de vanidad (1931). |
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Guillermo José Chaminade, Beato |
Presbítero y Fundador
del Instituto de las Hijas de María Inmaculada y la Sociedad de María
Martirologio Romano: En la ciudad de Burdeos, en Francia, beato Guillermo José Chaminade, presbítero, que trabajó audazmente con gran celo pastoral durante los tiempos de persecución y deseoso de atraer a los laicos a la devoción a la Santísima Virgen María, y para favorecer las Misiones, fundó el Instituto de las Hijas de María Inmaculada y la Sociedad de María (1850).
Etimología: Guillermo = Aquel que es un protector decidido, es de origen germánico.
Nació en Périgueux (Francia) en 1761: era el décimo cuarto hijo de una familia profundamente cristiana, que tuvo la alegría de ver cuatro hijos sacerdotes. En 1771 ingreso al Seminario Menor de Moussidan, donde, cuatro años más tarde, hace votos privados de pobreza, castidad y obediencia. Recibió la Ordenación sacerdotal en 1785.
En 1790, después del inicio de la Revolución Francesa, se transfirió para Bordéus y allí pasó la mayor parte de su vida. En 1791 se negó a jurar la Constitución Civil del Clero y ejerció el ministerio sacerdotal clandestinamente, poniendo su vida en continuo peligro. En este período conoce a la Venerable María Teresa Charlotte de Lamourous (1754-1836), que se tornó una de sus más estrechas colaboradoras y que él ayudó a fundar la Obra de Misericordia de Bordéus para la protección de las jóvenes. En 1795 se dedico a acoger en la diócesis a sacerdotes que, habiendo hecho el juramento constitucional, deseaban reconciliarse con la Iglesia. Atendió en este ministerio cerca de cincuenta sacerdotes.
En 1797 se vio obligado a huir para Zaragoza (España), donde permaneció durante tres años. Allí, junto a la Virgen del Pilar, forjó sus convicciones mariano-apostólicas y recibió la inspiración de fundar una familia de laicos y religiosos a la Virgen María.
En Noviembre de 1800 regreso a Bordéus e intento reorganizar sobre bases nuevas la Congregación Mariana, para ser una institución laical que después, en 1810, se tornó el Primer Instituto Secular del Mundo. Se esforzó por dar a sus miembros una sólida formación religiosa y orientarlos para objetivos apostólicos bien precisos, exhortándolos a ofrecer a la sociedad indiferente y descristianizada el ejemplo de un pueblo de santos, como hicieran los cristianos de la Iglesia primitiva. Esta Congregación fue la base de su incansable actividad evangelizadora, orientada para la cristianización de Francia. Chaminade fue considerado un precursor de la participación activa de los laicos en la vida de la Iglesia. En estos años cuidó también de la reorganización de la diócesis de Bazas, de la cual fue nombrado Administrador Apostólico.
En 1801 la Santa Sede lo nombró misionero apostólico, lo que le constituyo la confirmación oficial de sus instituciones sobre la Iglesia de ese nuevo tiempo. El Padre Chaminade concibió su ministerio y la Congregación Mariana, como una misión permanente y estable, orientada para la formación en la fe, con nuevos métodos y trabajando en íntima alianza con María.
En 1816, juntamente con la venerable Adèle de Batz de Trenquelléon (1789-1828), fundo en Agen el Instituto de las Hijas de María Inmaculada y, en el año siguiente, en Bordéus, la Compañía de María. Sus primeros miembros, que con el tiempo se llamarían marianistas, eran congregados marianos, mujeres y hombres, que querían responder al Señor con una entrega más radical, como prolongando su compromiso bautismal y su consagración a la Virgen María.
Los dos Institutos se desenvolvieron rápidamente en Francia y, en 1839, recibieron el "decretum laudis" del Papa Gregorio XVI. Dado que la educación era una necesidad prioritaria en esta época, las dos ramas de Marianistas se dedicaron a las escuelas primarias, secundarias y de artes y oficios, uniendo la educación moral a la formación en la fe. Nacerán así mismo algunas escuelas, más la Revolución de 1830 hizo que no prosperasen.
Entre tanto, el Padre Chaminade se dedico especialmente a redirigir las Constituciones y escribir importantes circulares sobre la Congregación – Alianza con María y la vida religiosa marianista. Las comunidades y las obras continuaban creciendo en Francia, después en Suiza (1839) y en los Estados Unidos de América (1849). A partir de 1836 las hijas de María inmaculada, pusieron en práctica el deseo de su fundadora, fallecida en 1828, crearon escuelas rurales en el Sur este de Francia, aseguraron así mismo la instrucción y educación cristiana de las jóvenes y la promoción de la mujer.
Los últimos diez años de su vida constituyeron para él un período de dura prueba: dificultades en la salud, problemas financieros, defección de algunos discípulos, incomprensión y desconfianzas, obstáculos en el ejercicio de su misión de fundador. Más todo fue enfrentado con gran confianza en María, fiel a su conciencia y a la Iglesia, repleto de fe y de caridad. Murió en paz, rodeado de muchos de sus hijos, junto a la capilla de la Magdalena en Bordéus, el día 22 de Enero de 1850.
Fue beatificado por S.S. Juan Pablo II el 3 de septiembre de 2000 en Burdeos, Francia.
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Fuente: palotinos.net
Vicente Pallotti, Santo Presbítero y Fundador, Enero 22
Presbítero y Fundador Martirologio Romano: En Roma, san Vicente Pallotti, presbítero, fundador de la Sociedad del Apostolado Católico, que con sus escritos y actividades fomentó la vocación de todos los bautizados en Cristo para trabajar a favor de la Iglesia (1850). " !Dios mío!"
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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Anastasio (Magundat), Santo Mártir, Enero 22
Mártir Martirologio Romano: En Sergiopolis, ciudad de Persia (hoy Irán), pasión de san Anastasio, monje y mártir, que, después de muchos tormentos que sufrió en la ciudad de Cesarea de Palestina, fue estrangulado y degollado junto a un río por orden del rey de los persas, Cosroes, después de haber presenciado la muerte de setenta compañeros (628). |
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Domingo de Sora, Santo |
Domingo de Sora, Santo
Abad
Martirologio Romano: En Sora, ciudad del Lacio (hoy Italia), santo Domingo, abad, que fundo algunos monasterios en diversas partes de Italia y, con su anhelo de reforma, condujo a otros a una vida regular (1031).
En los archivos de Foligno de Etruria, ciudad natal de Santo Domingo, se afirma que existe la costumbre de invocar su protección contra los rayos, pero no se indica cuál es el origen de esta práctica.
Tal vez se trata de algún incidente ocurrido en los primeros años de la vida de Santo Domingo, ya que los documentos sólo hablan de él, a partir del momento en que tomó el hábito.
Domingo consagró toda su actividad a la fundación de iglesias y monasterios benedictinos en varias partes de Italia; en Scandrilia, Soya, Sangro y otras ciudades.
Según parece, en cada nuevo monasterio nombraba a un abad, de suerte que quedaba libre para recomenzar su tarea en otro sitio. En los intervalos entre las diferentes fundaciones, Santo Domingo se consagraba a la oración, hasta que Dios le daba a conocer el sitio donde quería que fundase el próximo monasterio.
En medio de esta vida tan ocupada, el santo encontraba todavía tiempo para trabajar con las almas, y más de una vez el cielo ratificó con sorprendentes milagros sus esfuerzos por la conversión de los pecadores. Un monje llamado Juan, discípulo y constante compañero suyo, nos ha dejado una narración de dichos milagros, de algunos de los cuales fue probablemente testigo ocular.
Santo Domingo murió en 1031, a los ochenta años de edad, en Sora.
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Fuente: Martirologio Romano
Otros Santos y Beatos Completando santoral de este día, Enero 22
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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; hablarcondios.org, Catholic.net, misalpalm.com
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/
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