JMJ
Pax
Velen, pues no saben cuándo vendrá el dueño de la casa
† Lectura del santo Evangelio según san Marcos 13, 33-37
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
"Velen y estén preparados, porque no saben cuándo llegará el momento. Así como un hombre que se va de viaje, deja su casa y encomienda a cada quien lo que debe hacer y encarga al portero que esté velando, así también velen ustedes, pues no saben a qué hora va a regresar el dueño de la casa: si al anochecer, a la medianoche, al canto del gallo o a la madrugada. No vaya a suceder que llegue de repente y los halle durmiendo. Lo que les digo a ustedes, lo digo para todos: permanezcan alerta".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Nota: es una película protestante, por eso falta LA MADRE.
El Misterio de la Misa en 2 minutos: https://www.youtube.com/watch?v=0QCx-5Aqyrk
El que no valora una obra de arte es porque necesita cultura: https://www.youtube.com/watch?v=mTKKaT-KaKw
Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/media/y3hgYNp23xu
El Gran Milagro (película completa): http://www.gloria.tv/media/hYyhhps7cqX
Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
San Leonardo, "El GRAN tesoro oculto de la Santa Misa": http://iteadjmj.com/LIBROSW/lpm1.doc
Audio (1/5): https://www.youtube.com/watch?v=2NjKuVnxH58
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). La Misa es lo mínimo para salvarnos. Es como si un padre dijera "si no comes, te mueres, así que come al menos una vez por semana". Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice al otro: "Te amo, pero no quiero verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama realmente?
Faltar a Misa viola los principales mandamientos: el primero ("Amar a Dios sobre todas las cosas") y tercero ("Santificar las fiestas"). Por nuestro propio bien y evitar el infierno eterno, Dios sólo nos pide que nos regalemos 1 de las 168 horas de vida que Él nos regala cada semana: 0,6% ¡No seamos ingratos! Idolatramos aquello que preferimos a Él: los "dioses" son el descanso, entretenimiento, comida, trabajo, compañía, flojera. Prefieren baratijas al oro. Si en la Misa repartieran 1 millón de dólares a cada uno, ¿qué no harías para asistir? ¡Pues recibes infinitamente más! "Una misa vale más que todos los tesoros del mundo"… Por todo esto, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).
Si rechazamos la Misa, ¿cómo vamos a decir "Padre Nuestro" si rechazamos volver a la Casa del Padre? ¿cómo decir "Santificado sea Tu Nombre", "Venga a nosotros Tu Reino", "Hágase Tu Voluntad", "Danos hoy nuestro pan supersubstancial de cada día" y "no nos dejes caer en la tentación más líbranos del malo", si todo eso lo obtenemos de la Misa?
Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es imprescindible la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html
Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa (Jn 15,22).
† Misal
Adviento (1er.dom) Ciclo B
Antífona de entrada
A ti, Señor, levanto mi alma; Dios mío, en ti confío, no quede yo defraudado. Que no se burlen de mí mis enemigos; pues los que esperan en ti, no quedan defraudados.
No se dice "Gloria".
Oración Colecta
Oremos:
Señor, despierta en nosotros el deseo de prepararnos a la venida de Cristo con la práctica de las obras de misericordia para que, puestos a su derecha el día del juicio, podamos entrar al Reino de los cielos.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
Primera Lectura
¡Ojalá, Señor, rasgaras el cielo y bajaras!
Lectura del profeta Isaías 63, 16b-17;19; 64, 3b-8
Tú, Señor, eres nuestro padre y nuestro redentor; ése es tu nombre desde siempre. ¿Por qué, Señor, nos has permitido alejarnos de tus mandamientos y dejas endurecer nuestro corazón hasta el punto de no temerte? Vuélvete por amor a tus siervos, a las tribus que son de tu heredad. Ojalá rasgaras los cielos y b ajaras, estremeciendo las montañas con tu presencia.
Descendiste y los montes se estremecieron con tu presencia. Jamás se oyó decir, ni nadie vio jamás que otro Dios, fuera de ti, hiciera tales cosas en favor de los que esperan en él. Tú sales al encuentro del que practica alegremente la justicia y no pierde de vista tus mandamientos.
Estabas airado porque nosotros pecábamos y te éramos siempre rebeldes. Todos éramos impuros y nuestra justicia era como trapo asqueroso; todos estábamos marchitos, como las hojas, y nuestras culpas nos arrebataban, como el viento.
Nadie invocaba tu nombre, nadie se levantaba para refugiarse en ti, porque nos ocultabas tu rostro y nos dejabas a merced de nuestras culpas.
Sin embargo, Señor, tú eres nuestro Padre; nosotros somos el barro y tú el alfarero; todos somos hechura de tus manos.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Del Salmo 79
Señor, muéstranos tu favor y sálvanos.
Escúchanos, pastor de Israel; tú que estás rodeado de querubines, manifiéstate, despierta tu poder y ven a salvarnos.
Señor, muéstranos tu favor y sálvanos.
Señor, Dios de los ejércitos, vuelve tus ojos, mira tu viña y visítala; protege la cepa plantada por tu mano, el renuevo que tú mismo cultivaste.
Señor, muéstranos tu favor y sálvanos.
Que tu diestra defienda al que elegiste, al hombre que has fortalecido. Ya no nos alejaremos de ti; consérvanos la vida y alabaremos tu poder.
Señor, muéstranos tu favor y sálvanos.
Segunda Lectura
Aguardamos la manifestación de nuestro Señor Jesucristo
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 1, 3-9
Hermanos: Les deseamos la gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y de Cristo Jesús, el Señor.
Continuamente agradezco a mi Dios los dones divinos que les ha concedido a ustedes por medio de Cristo Jesús, ya que por él los ha enriquecido con abundancia en todo lo que se refiere a la palabra y al conocimiento; porque el testimonio que damos de Cristo ha sido confirmado en ustedes a tal grado, que no carecen de ningún don ustedes, los que esperan la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. él los hará permanecer irreprochables hasta el fin, hasta el día de su advenimiento. Dios es quien los ha llamado a la unión con su Hijo Jesucristo, y Dios es fiel.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.
Aleluya.
Evangelio
Velen, pues no saben cuándo vendrá el dueño de la casa
† Lectura del santo Evangelio según san Marcos 13, 33-37
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
"Velen y estén preparados, porque no saben cuándo llegará el momento. Así como un hombre que se va de viaje, deja su casa y encomienda a cada quien lo que debe hacer y encarga al portero que esté velando, así también velen ustedes, pues no saben a qué hora va a regresar el dueño de la casa: si al anochecer, a la medianoche, al canto del gallo o a la madrugada. No vaya a suceder que llegue de repente y los halle durmiendo. Lo que les digo a ustedes, lo digo para todos: permanezcan alerta".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Se dice "Credo".
Oración de los fieles
Celebrante:
Oremos, hermanos y hermanas, al Señor, y pidámosle confiadamente que despierte su poder y venga a salvarnos.
Respondemos a cada petición: Te rogamos, Señor, óyenos.
Para que los fieles despierten del sueño de sus indolencias y reciban con alegría la salvación que se acerca, roguemos al Señor.
Te rogamos, Señor, óyenos.
Para que se afiance la paz en el mundo, y las riquezas de la creación se transformen en instrumento de progreso y bienestar para todos los humanos, roguemos al Señor.
Te rogamos, Señor, óyenos.
Para que el Señor, con su venida, alivie los dolores de los enfermos, dé paz y alegría a los que sufren en su espíritu y libre al mundo de sus males, roguemos al Señor.
Te rogamos, Señor, óyenos.
Para que nosotros mismos vivamos siempre alerta, sin que las preocupaciones de la vida nos impidan mantenernos en pie cuando llegue el Hijo del hombre, roguemos al Señor.
Te rogamos, Señor, óyenos.
Celebrante:
Señor Dios, Padre y Redentor nuestro, que nunca olvidas las obras de tus manos; escucha las plegarias de tu pueblo y no permitas que nos desviemos de tu camino, sino que, como siervos responsables, vivamos siempre en vela, aguardando la venida de tu Hijo Jesucristo. él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.
Oración sobre las ofrendas
Acepta, Señor, este pan y este vino, escogidos de los bienes que hemos recibido de ti, y concédenos que esta Eucaristía que nos permites celebrar ahora, en nuestra vida mortal, sea para nosotros prenda de salvación eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio
Las dos venidas de Cristo
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Quien al venir por vez primera en la humildad de nuestra carne, realizó el plan de redención trazado desde antiguo y nos abrió el camino de la salvación; para que cuando venga de nuevo en la majestad de su gloria, revelando así la plenitud de su obra, podamos recibir los bienes
prometidos que ahora, en vigilante espera, confiamos alcanzar.
Por eso,
con los ángeles y arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
Antífona de la comunión
El Señor nos dará la lluvia y nuestra tierra dará su fruto.
Oración después de la comunión
Oremos:
Señor, que fructifique en nosotros la celebración de estos sacramentos con los que tú nos enseñas, ya en nuestra vida mortal, a descubrir el valor de los bienes eternos y a poner en ellos nuestro corazón.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén
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† Meditación diaria
Adviento. Primer domingo
ADVIENTO: EN LA ESPERA DEL SEÑOR
— Vigilantes ante la llegada del Mesías.
— Principales enemigos de nuestra santidad: las tres concupiscencias. La Confesión, medio para preparar la Navidad.
— Vigilantes mediante la oración, la mortificación y el examen de conciencia.
I. Dios todopoderoso, aviva en tus fieles, al comenzar el Adviento, el deseo de salir al encuentro con Cristo, acompañados por las buenas obras1.
Quizá hayamos tenido la experiencia –decía R. Knox en un sermón sobre el Adviento2– de lo que es caminar en la noche y arrastrar los pies durante kilómetros, alargando ávidamente la vista hacia una luz en la lejanía que representa de alguna forma el hogar. ¡Qué difícil resulta apreciar en plena oscuridad las distancias! Lo mismo puede haber un par de kilómetros hasta el lugar de nuestro destino, que unos pocos cientos de metros. En esa situación se encontraban los profetas cuando miraban hacia adelante en espera de la redención de su pueblo. No podían decir, con una aproximación de cien años ni de quinientos, cuándo habría de venir el Mesías. Solo sabían que en algún momento la estirpe de David retoñaría de nuevo, que en alguna época se encontraría una llave que abriría las puertas de la cárcel; que la luz que solo se divisaba entonces como un punto débil en el horizonte se ensancharía al fin, hasta ser un día perfecto. El pueblo de Dios debía estar a la espera.
Esta misma actitud de expectación desea la Iglesia que tengamos sus hijos en todos los momentos de nuestra vida. Considera como una parte esencial de su misión hacer que sigamos mirando al futuro, aunque ya se ha cumplido el segundo milenio de aquella primera Navidad, que la liturgia nos presenta inminente. Nos alienta a que caminemos con los pastores, en plena noche, vigilantes, dirigiendo nuestra mirada hacia aquella luz que sale de la gruta de Belén.
Cuando el Mesías llegó, pocos le esperaban realmente. Vino a los suyos, y los suyos no le recibieron3. Muchos de aquellos hombres se habían dormido para lo más esencial de sus vidas y de la vida del mundo.
Estad vigilantes, nos dice el Señor en el Evangelio de la Misa. Despertad, nos repetirá San Pablo4. Porque también nosotros podemos olvidarnos de lo más fundamental de nuestra existencia.
Convocad a todo el mundo, anunciadlo a las naciones y decid: Mirad a Dios nuestro Salvador, que llega. Anunciadlo y que se oiga; proclamadlo con fuerte voz5. La Iglesia nos alerta con cuatro semanas de antelación para que nos preparemos a celebrar de nuevo la Navidad y, a la vez, para que, con el recuerdo de la primera venida de Dios hecho hombre al mundo, estemos atentos a esas otras venidas de Dios, al final de la vida de cada uno y al final de los tiempos. Por eso, el Adviento es tiempo de preparación y de esperanza.
"Ven, Señor, y no tardes". Preparemos el camino para el Señor que llegará pronto; y si advertimos que nuestra visión está nublada y no vemos con claridad esa luz que procede de Belén, de Jesús, es el momento de apartar los obstáculos. Es tiempo de hacer con especial finura el examen de conciencia y de mejorar en nuestra pureza interior para recibir a Dios. Es el momento de discernir qué cosas nos separan del Señor, y tirarlas lejos de nosotros. Para ello, este examen debe ir a las raíces mismas de nuestros actos, a los motivos que inspiran nuestras acciones.
II. Como en este tiempo queremos de verdad acercarnos más a Dios, examinaremos a fondo nuestra alma. Allí encontraremos los verdaderos enemigos que luchan sin tregua para mantenernos alejados del Señor. De una forma u otra, allí están los principales obstáculos para nuestra vida cristiana: la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y el orgullo de la vida6.
"La concupiscencia de la carne no es solo la tendencia desordenada de los sentidos en general (...), no se reduce exclusivamente al desorden de la sensualidad, sino también a la comodidad, a la falta de vibración, que empuja a buscar lo más fácil, lo más placentero, el camino en apariencia más corto, aun a costa de ceder en la fidelidad a Dios (...).
"El otro enemigo (...) es la concupiscencia de los ojos, una avaricia de fondo, que lleva a no valorar sino lo que se puede tocar (...).
"Los ojos del alma se embotan; la razón se cree autosuficiente para entender todo, prescindiendo de Dios. Es una tentación sutil, que se ampara en la dignidad de la inteligencia, que Nuestro Padre Dios ha dado al hombre para que lo conozca y lo ame libremente. Arrastrada por esa tentación, la inteligencia humana se considera el centro del universo, se entusiasma de nuevo con el seréis como dioses (Gen 3, 5) y, al llenarse de amor por sí misma, vuelve la espalda al amor de Dios.
"La existencia nuestra puede, de este modo, entregarse sin condiciones en manos del tercer enemigo, de la superbia vitae. No se trata solo de pensamientos efímeros de vanidad o de amor propio: es un engreimiento general. No nos engañemos, porque este es el peor de los males, la raíz de todos los descaminos"7.
Puesto que el Señor viene a nosotros, hemos de prepararnos. Cuando llegue la Navidad, el Señor debe encontrarnos atentos y con el alma dispuesta; así debe hallarnos también en nuestro encuentro definitivo con Él. Necesitamos enderezar los caminos de nuestra vida, volvernos hacia ese Dios que viene a nosotros. Toda la existencia del hombre es una constante preparación para ver al Señor, que cada vez está más cerca, pero en el Adviento la Iglesia nos ayuda a pedir de una manera especial; Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas, haz que camine con lealtad: enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador8.
Prepararemos este encuentro en el sacramento de la Penitencia. Cercana ya la Navidad de 1980, el Papa Juan Pablo II estuvo con más de dos mil niños en una parroquia romana. Y comenzó la catequesis: ¿Cómo os preparáis para la Navidad? Con la oración, responden los chicos gritando. Bien, con la oración, les dice el Papa, pero también con la Confesión. Tenéis que confesaros para acudir después a la Comunión. ¿Lo haréis? Y los millares de chicos, más fuerte todavía, responden: ¡Lo haremos! Sí, debéis hacerlo, les dice Juan Pablo II. Y en voz más baja: El Papa también se confesará para recibir dignamente al Niño Dios.
Así lo haremos también nosotros en las semanas que faltan para la Nochebuena, con más amor, con más contrición cada vez. Porque siempre podemos recibir con mejores disposiciones este sacramento de la misericordia divina, como consecuencia de examinar más a fondo nuestra alma.
III. En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Estad sobre aviso, velad y orad, porque no sabéis cuándo será el tiempo (...). Velad, pues, porque no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa: si a la tarde, o a media noche, o al canto del gallo, o a la mañana. No sea que cuando viniere de repente, os halle durmiendo. Y lo que a vosotros digo a todos digo, velad9.
Para mantener este estado de vigilia es necesario luchar, porque la tendencia de todo hombre es vivir con los ojos puestos en las cosas de la tierra. Especialmente en este tiempo de Adviento, no vamos a dejar que se ofusquen nuestros corazones con la glotonería y embriaguez y los cuidados de esta vida, y perder de vista así la dimensión sobrenatural que deben tener todos nuestros actos. San Pablo compara esta vigilia sobre nosotros a la guardia que hace el soldado bien armado que no se deja sorprender10. "Este adversario enemigo nuestro por dondequiera que pueda procura dañar; y pues él no anda descuidado, no lo andemos nosotros"11.
Estaremos alerta si cuidamos con esmero la oración personal, que evita la tibieza y, con ella, la muerte de los deseos de santidad; estaremos vigilantes si no descuidamos las mortificaciones pequeñas, que nos mantienen despiertos para las cosas de Dios. Estaremos atentos mediante un delicado examen de conciencia, que nos haga ver los puntos en que nos estamos separando, casi sin darnos cuenta, de nuestro camino.
"Hermanos –nos dice San Bernardo–, a vosotros, como a los niños, Dios revela lo que ha ocultado a los sabios y entendidos: los auténticos caminos de la salvación. Meditad en ellos con suma atención. Profundizad en el sentido de este Adviento. Y, sobre todo, fijaos quién es el que viene, de dónde viene y a dónde viene, para qué, cuándo y por dónde viene. Tal curiosidad es buena. La Iglesia universal no celebraría con tanta devoción este Adviento si no contuviera algún gran misterio"12.
Salgamos con corazón limpio a recibir al Rey supremo, porque está para venir y no tardará, leemos en las antífonas de la liturgia.
Santa María, Esperanza nuestra, nos ayudará a mejorar en este tiempo de Adviento. Ella espera con gran recogimiento el nacimiento de su Hijo, que es el Mesías. Todos sus pensamientos se dirigen a Jesús, que nacerá en Belén. Junto a Ella nos será fácil disponer nuestra alma para que la llegada del Señor no nos encuentre dispersos en otras cosas, que tienen poca o ninguna importancia ante Jesús.
1 Colecta de la Misa del día. — 2 Cfr. R. A. Knox, Sermón sobre el Adviento, 21-XII-1947. — 3 Jn 1, 11.— 4 Cfr. Rom 13, 11. — 5 Salmo responsorial. Lunes de la I Semana de Adviento. — 6 1 Jn 2, 16. — 7 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 5-6. — 8 Salmo responsorial de la Misa del día. Ciclo C. Sal 24. — 9 Mc 13, 33-37. Evangelio de la Misa del día. Ciclo B. — 10 Cfr. 1 Tes 5, 4-11. — 11 Santa Teresa, Camino de perfección, 19, 13. — 12 San Bernardo, Sermón sobre los seis aspectos del Adviento, 1.
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3 de diciembre. 4º Día de la Novena
CAUSA DE NUESTRA ALEGRÍA
— La alegría verdadera llega al mundo con María.
— Ella nos enseña a Ser motivo de alegría para los demás.
— Echar fuera toda tristeza.
I. Oh Dios, que, por la encarnación de tu Hijo, has llenado el mundo de alegría, concédenos, a los que veneramos a su Madre, causa de nuestra alegría, permanecer siempre en el camino de tus mandamientos, para que nuestros corazones estén firmes en la verdadera alegría1.
En Dios está la alegría verdadera, y lo que nos llega de Él viene siempre con este gozo. Cuando Dios hizo el mando de la nada, todo fue una fiesta, y de modo particular cuando creó el hombre a imagen y semejanza suya. Hay un gozo contenido en la expresión con que concluye el relato de la creación: Y vio Dios que era muy bueno cuanto había hecho2. Nuestros primeros padres gozaban de cuanto existía y exultaban en amor, alabanza y gratitud a Dios. No conocían la tristeza.
Pero llegó el primer pecado, y con él algo perturbador cayó sobre el corazón humano. La pesadumbre vino a sustituir en el hombre a la clara y luminosa alegría, y la tristeza se infiltró en lo más íntimo de las cosas. Con la Concepción Inmaculada de María vino al mundo, silenciosamente, el primer destello de alegría auténtica. Su nacimiento fue de inmenso gozo para la Trinidad Beatísima, que miraba complacida al mundo porque en él estaba María. Y con el fiat de Nuestra Señora, por el que dio su asentimiento a los planes divinos de la redención, llenó su corazón más plenamente de la alegría de Dios, y ese gozo, que tiene su origen en la Santísima Trinidad, se ha desbordado a la humanidad entera. Cuando Dios "quiere trabajar un alma, elevarla a lo más alto de su amor, la instala primeramente en su alegría"3. Esto lo hizo con la Virgen Santísima; y la plenitud de este gozo es doble: en primer lugar porque está llena de gracia, llena de Dios, como ninguna otra criatura lo ha estado ni lo llegará a estar; en segundo lugar, porque desde el momento de su asentimiento a la embajada del Ángel, el Hijo de Dios ha tomado carne en sus purísimas entrañas: con Él llegó toda la alegría verdadera a los hombres. El anuncio de su nacimiento en Belén se llevará a cabo con estas significativas palabras: No temáis, pues vengo a anunciaros una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: hoy os ha nacido en la ciudad de David el Salvador, que es el Cristo, el Señor4. Cristo es el gran contento, que barre las tristezas del corazón; Nuestra Señora fue la Causa de nuestra alegría verdadera, porque con su asentimiento nos dio a Cristo, y actualmente, cada día, nos lleva a Él y nos lo vuelve a entregar. El camino de la vida interior conduce a Jesús a través de María. La alegría no podemos olvidarlo jamás es estar con Jesús, aunque nos rodeen por todas partes dolores y contradicciones; la única tristeza sería no tenerle. "Esta experiencia viva de Cristo y de nuestra unidad es el lugar de la esperanza y es, por tanto, fuente de gusto por la vida; y de este modo, hace posible la alegría; una alegría que no se ve obligada a olvidar o a censurar nada para tener consistencia"5.
II. La Virgen lleva la alegría allí donde va. Y en cuanto oyó Isabel el saludo de María, el niño saltó de gozo en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo6. Es la proximidad de María, que lleva en su seno al Hijo de Dios, la causa de tanto alborozo en aquella casa, que hasta el Bautista aún no nacido muestra su alegría en el vientre de su madre. "Estando presente el Señor no puede contenerse escribe San Juan Crisóstomo ni soporta esperar los plazos de la naturaleza, sino que trata de romper la cárcel del seno materno y se cuida de dar testimonio de que el Salvador está a punto de llegar"7.
La Virgen nos enseña a ser causa de alegría para los demás en el seno de la familia, en el trabajo, en las relaciones con aquellos a quienes tratamos, aunque sea por poco tiempo, con motivo de una entrevista, de un viaje, de esos pequeños favores que hacen más llevadero el tráfico difícil de la gran ciudad o la espera de un medio de transporte público que tarda en llegar. Debe sucedernos como a esas fuentes que existen en muchos pueblos, donde acuden por agua las mujeres del lugar. Unas llevan cántaros grandes, y la fuente los llena; otros son más pequeños, y también se vuelven repletos hasta arriba; otros van sucios, y la fuente los limpia... Siempre se cumple que todo cántaro que va a la fuente vuelve lleno. Y así ha de ocurrir con nuestra vida: cualquier persona que se nos acerque se ha de ir con más paz, con alegría. Todo aquel que nos visite porque estemos enfermos, o por razón de amistad, de vecindad, de trabajo... se ha de volver algo más alegre. A la fuente, normalmente, le llega el agua de otro lugar. El origen de nuestra alegría está en Dios, y la Virgen nos lleva a Él. Cuando una fuente no da agua se llena de muchas suciedades; como el alma que ha dejado de ser manantial de paz para los demás, porque posiblemente no están claras sus relaciones con el Señor. "¿No hay alegría? Piensa: hay un obstáculo entre Dios y yo. Casi siempre acertarás"8. Y una vez descubierto, Nuestra Señora nos ayudará a quitarlo.
La alegría enseña Santo Tomás de Aquino- nace del amor9. Y tanta fuerza tiene el amor "que olvidamos nuestro contento por contentar a quien amamos. Y verdaderamente es así, que, aunque sean grandísimos trabajos, entendiendo contentamos a Dios, se nos hacen dulces"10. El trato con Jesús nos hace pasar por encima de las diferencias o pequeñas antipatías que podrían surgir en algún momento, para llegar al fondo del alma de quienes tratamos, frecuentemente sedientos de una sonrisa, de una palabra amable, de una contestación cordial.
En este cuarto día de la Novena a la Inmaculada podemos examinar cómo es nuestra alegría, si es camino para que otros encuentren a Dios, si somos luz y no cruz para aquellos con quienes tenemos habitualmente una relación más intensa. Hoy podemos ofrecer a Nuestra Señora el propósito firme y sincero de ser motivo de alegría para otros, de "hacer amable y fácil el camino a los demás, que bastantes amarguras trae consigo la vida"11. Es un modo cordial de imitar a la Virgen, que nos sonreirá desde el Cielo y nos alentará a seguir por ese camino, en el que enseguida encontraremos a su Hijo. Y esto en los días en los que alegrar a los demás nos resulta fácil, y también en aquellos en los que, por cansancio o porque llevemos alguna sobrecarga, nos cueste un poco más. En esas ocasiones nos ayudará especialmente nuestra Madre del Cielo.
III. Quienes estuvieron cerca de Nuestra Señora participaron del inmenso gozo y de la paz inefable que llenaba su alma, pues en todo se reflejaba la riqueza y hermosura con que Dios la ha engrandecido. Principalmente por estar salvada y preservada en Cristo y reinar en Ella la vida y el amor divino. A ello aluden otras advocaciones de nuestra letanía: Madre amable, Madre admirable, Virgen prudentísima, poderosa, fiel... Siempre una nueva alegría brota de Ella, cuando está ante nosotros y la miramos con respeto y amor. Y si entonces alguna migaja de esa hermosura viene y se adentra en nuestra alma y la hace también hermosa, ¡qué grande es nuestra alegría!"12. ¡Qué fácil nos resulta imaginar cómo todos los que tuvieron la dicha de conocerla desearían estar cerca de Ella! Los vecinos se acercarían con frecuencia a su casa, y los amigos, y los parientes... Ninguno oyó de sus labios quejas o acentos pesimistas o quejumbrosos, sino deseos de servir, de darse a los demás.
Cuando el alma está alegre con penas y lágrimas, a veces se vierte hacia fuera y es estímulo para los demás; la tristeza, por el contrario, oscurece el ambiente y hace daño. Como la polilla al vestido y la carcoma a la madera, así la tristeza daña al corazón del hombre13; y daña también a la amistad, a la vida de familia..., a todo. Predispone al mal; por eso se ha de luchar enseguida contra ese estado de ánimo si alguna vez pesa en el corazón: Anímate, pues, y alegra tu corazón, y echa lejos de ti la congoja; porque a muchos mató la tristeza. Y no hay utilidad en ella14. El olvido de sí mismo, no andar excesivamente preocupado en los propios asuntos, que pocas veces son demasiado importantes, confiar más en Dios, es condición necesaria para estar alegres y servir a quienes nos rodean. Quien anda preocupado de sí mismo difícilmente encontrará la alegría, que es apertura a Dios y a los demás. Por el contrario, nuestro gozo será en muchas ocasiones camino para que otros encuentren al Señor.
La oración abre el alma al Señor, y de ella puede arrancar la aceptación de una contrariedad, causa, quizá, de ese estado triste, o dejar eso que nos preocupa en las manos de Dios, o nos puede llevar a ser más generosos, a hacer una buena Confesión, si la tibieza o el pecado han sido la causa del alejamiento del Señor y de la tristeza y el malhumor.
Terminamos nuestra oración dirigiéndonos a la Virgen: "Causa nostrae laetitiae!, ¡Causa de nuestra alegría, ruega por nosotros! Enséñanos a saber recoger, en la fe, la paradoja de la alegría cristiana, que nace y florece del dolor, de la renuncia, de la unión con tu Hijo crucificado: haz que nuestra alegría sea siempre auténtica y plena, para poderla comunicar a todos"15.
Ofrezcamos a nuestra Madre del Cielo en este día de la Novena el propósito firme de rechazar siempre la tristeza y de ser causa de paz y de alegría para los demás.
1 Misas de la Virgen María, Misa de Santa María, Causa de nuestra alegría. Oración colecta. — 2 Gen 1, 31. — 3 M. D. Philippe, Misterio de María, p. 134. — 4 Lc 2, 10-11. — 5 L. Giussani, La utopía y la presencia, en Revista 30 DÍAS, VIII-IX-1990, p. 9. — 6 Lc 1, 41. — 7 San Juan Crisóstomo, Sermón recogido por Metafrasto. — 8 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 662. — 9 Santo Tomás, Suma Teológica, 2-2, q. 28, a. 4. — 10 Santa Teresa, Libro de las Fundaciones, 5, 10. — 11 Cfr. San Josemaría Escrivá, Surco, n. 63. — 12 F. M. Moschner, Rosa mística, Rialp, Madrid 1957, p. 180. — 13 Prov. 25, 20. — 14 Ecl 30, 24-25. — 15 Juan Pablo II, Homilía 31-V-1979.
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3 de diciembre
SAN FRANCISCO JAVIER*
Memoria
— El celo apostólico de San Francisco Javier.
— Ganar nuevos apóstoles para Cristo.
— La eficacia apostólica de nuestra vida.
I. ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma?1. Estas palabras de Jesús se metieron hondamente en el alma de San Francisco Javier y le llevaron a un cambio radical de vida.
¿De qué servirían todos los tesoros de esta vida, si dejáramos pasar lo esencial? ¿Para qué querríamos éxitos y aplausos, triunfos y premios, si al final no encontráramos a Dios? Todo habría sido engaño, pérdida de tiempo: el fracaso más completo. Comprendió Javier el valor de su alma y de las almas de los demás, y Cristo llegó a ser el centro verdadero de su vida. Desde entonces, el celo por las almas fue en él «una apasionada impaciencia»2. Sintió en su alma el apremio incontenible de la salvación del mundo entero y estuvo dispuesto a dar su vida por ganar almas para Cristo3.
La impaciencia santa que consumió el corazón de San Francisco le hizo escribir, cuando se encontraba ya en el lejano Oriente, estas palabras que expresan bien lo que fue su vida: «... y los cristianos nativos, privados de sacerdotes, lo único que saben es que son cristianos. No hay nadie que celebre para ellos la Misa, nadie que les enseñe el Credo, el Padrenuestro... Por eso, desde que he llegado aquí, no me he dado momento de reposo: me he dedicado a recorrer las aldeas, a bautizar a los niños que no habían recibido aún este sacramento. De este modo, purifiqué a un número ingente de niños que, como suele decirse, no sabían distinguir la mano derecha de la izquierda. Los niños no me dejaban recitar el Oficio divino ni comer ni descansar, hasta que les enseñaba alguna oración»4.
El Santo contemplaba como nosotros hoy- el panorama inmenso de tantas gentes que no tienen quien les hable de Dios. Siguen siendo una realidad en nuestros días las palabras del Señor: La mies es mucha y los operarios, pocos5. Esto le hacía escribir a Javier, con el corazón lleno de un santo celo: «Muchos, en estos lugares, no son cristianos, simplemente porque no hay quien los haga tales. Muchas veces me vienen ganas de recorrer las Universidades de Europa, principalmente la de París, y de ponerme a gritar por doquiera, como quien ha perdido el juicio, para impulsar a los que poseen más ciencia que caridad, con estas palabras: "¡Ay, cuántas almas, por vuestra desidia, quedan excluidas del Cielo y se precipitan en el infierno!".
»¡Ojalá pusieran en este asunto el mismo interés que ponen en sus estudios! Con ello podrían dar cuenta a Dios de su ciencia y de los talentos que se les han confiado. Muchos de ellos, movidos por estas consideraciones y por la meditación de las cosas divinas, se ejercitarían en escuchar la voz divina que habla en ellos y, dejando a un lado sus ambiciones y negocios humanos, se dedicarían por entero a la voluntad y al querer de Dios, diciendo de corazón: Señor, aquí me tienes; ¿qué quieres que haga? Envíame donde Tú quieras, aunque sea hasta la India»6.
Este mismo celo debe arder en nuestro corazón. Pero de modo ordinario el Señor quiere que lo ejercitemos allí donde nos encontramos: en la familia, en medio del trabajo, con nuestros amigos y compañeros. «Misionero. -Sueñas con ser misionero. Tienes vibraciones a lo Xavier: y quieres conquistar para Cristo un imperio. ¿El Japón, China, la India, Rusia..., los pueblos fríos del norte de Europa, o América, o África, o Australia?
»Fomenta esos incendios en tu corazón, esas hambres de almas. Pero no me olvides que eres más misionero "obedeciendo". Lejos geográficamente de esos campos de apostolado, trabajas "aquí" y "allí": ¿no sientes ¡como Xavier! el brazo cansado después de administrar a tantos el bautismo?»7. ¡Cuántas gentes con el corazón y el alma pagana encontramos en nuestras calles y plazas, en la Universidad, en el comercio, en la política ...!
II. Y les dijo: Id al mundo entero y predicad el Evangelio a toda criatura8. Todos los cristianos debemos sentirnos urgidos a dar cumplimiento a estas palabras dondequiera que nos encontremos, con valentía, con audacia, como nos lo recuerda Juan Pablo II: «los cristianos estamos llamados a la valentía apostólica, basada en la confianza en el Espíritu»9. Miramos a nuestro alrededor y nos damos cuenta de que son muchedumbre los que no conocen aún a Cristo. Incluso muchos que fueron bautizados viven como si Cristo no los hubiera redimido, como si Él no estuviera realmente presente en medio de nosotros. ¡Cuántos andan hoy como aquellos que atraían la misericordia de Jesús, porque andaban como ovejas sin pastor10, sin una dirección precisa en sus vidas, desorientados, perdiendo lo mejor de su tiempo porque no saben a dónde ir! También nosotros nos llenamos de compasión, como hacía el Señor, por esas personas que, aunque humanamente parecen triunfar en ocasiones, están en el mayor de los fracasos porque no sienten ni se comportan como hijos de Dios que se dirigen hacia la Casa del Padre. ¡Qué pena si alguno dejara de encontrar al Maestro por nuestra omisión, por la falta de ese espíritu apostólico!
Debemos comunicar nuestro celo por las almas a otros para que a su vez sean mensajeros de la Buena Nueva que Cristo ha dejado al mundo. De mil formas diferentes, con unas palabras u otras, con una conducta ejemplar siempre, hemos de hacer eco a aquellas palabras que el Papa Juan Pablo II pronunció en el lugar de nacimiento de San Francisco, en Javier: «Cristo necesita de vosotros y os llama para ayudar a millones de hermanos vuestros a ser plenamente hombres y salvarse. Vivid con esos nobles ideales en vuestra alma y no cedáis a la tentación de las ideologías de hedonismo, de odio y de violencia que degradan al hombre. Abrid vuestro corazón a Cristo, a su ley de amor; sin condicionar vuestra disponibilidad, sin miedo a respuestas definitivas, porque el amor y la amistad no tienen ocaso»11, duran para siempre. Y si alguna vez no sabemos qué decir a nuestros amigos y parientes para que se sientan comprometidos en esta tarea divina, la más alegre de todas, pensemos en cómo fue ganado Javier para la empresa grande que el Señor le preparaba, mientras realizaba sus estudios: «¿Razones?... ¿Qué razones daría el pobre Ignacio al sabio Xavier?»12. Pocas y pobres para operar el cambio profundo en el alma del amigo. Hemos de ser audaces y confiar siempre en la gracia, en la ayuda de la Virgen y de los Santos Ángeles Custodios.
Pidamos al Señor que despierte en nosotros el amor ardiente que inflamó a San Francisco Javier en el celo por la salvación de las almas...13. Pidamos a Santa María que sean muchos los que arrastremos con nosotros para que se conviertan a su vez en nuevos apóstoles.
III. San Francisco Javier, como han hecho todas las almas santas, pedía siempre a los destinatarios de sus cartas «la ayuda de sus oraciones»14, pues el apostolado ha de estar fundamentado en el sacrificio personal, en la oración propia y en la de los demás. En todo momento, pero de modo particular si alguna vez las circunstancias nos impidieran llevar a cabo un apostolado más directo, hemos de tener muy presente la eficacia de nuestro dolor, del trabajo bien hecho, de la oración.
Santa Teresa de Lisieux, intercesora de las misiones, junto a San Francisco Javier, a pesar de no haber salido del convento sentía con fuerza el celo por la salvación de todas las almas, también las más lejanas. Experimentaba en su corazón las palabras de Cristo en la Cruz, tengo sed, y encendía su corazón en deseos de llegar a los lugares más apartados. «Quisiera escribe recorrer la tierra predicando vuestro Nombre y plantando, Amado mío, en tierra infiel vuestra gloriosa Cruz. Mas no me bastaría una sola misión, pues desearía poder anunciar a un tiempo vuestro Evangelio en todas las partes del mundo, hasta en las más lejanas islas. Quisiera ser misionera, no solo durante algunos años, sino haberlo sido desde la creación del mundo, y continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos»15. Y cuando, encontrándose ya muy enferma, daba un breve paseo, y una hermana, al ver su fatiga, le recomendó descansar, respondió la Santa: «¿Sabe lo que me da fuerzas? Pues bien, ando para un misionero. Pienso que allá muy lejos puede haber uno casi agotado de fuerzas en sus excursiones apostólicas, y para disminuir sus fatigas, ofrezco las mías a Dios»16. Y hasta esos lugares llegó su oración y su sacrificio.
El celo por las almas también se ha de manifestar en todas las ocasiones. No pueden ser disculpa la enfermedad, la vejez o el aparente aislamiento. A través de la Comunión de los Santospodemos llegar muy lejos. Tan lejos como grande sea nuestro amor a Cristo. Entonces, la vida entera, hasta el último aliento aquí en la tierra, habrá servido para llevar almas al Cielo, como sucedió a San Francisco, que moría frente a las costas de China, anhelando poder llevar a esas tierras la Buena Nueva de Cristo. Ninguna oración, ningún dolor ofrecido con amor, se pierde: todos, de un modo misterioso pero real, producen su fruto. Ese fruto que un día, por la misericordia de Dios, veremos en el Cielo y nos llenará de una dicha incontenible.
1 Mc 8, 36. — 2 Juan Pablo II, Discurso en Javier, 6-XI-1982. — 3 Cfr. F. Zubillaga, Cartas y escritos de San Francisco Javier, BAC, Madrid 1953, 54, 4. — 4Liturgia de las Horas. De las Cartas de San Francisco Javier a San Ignacio. — 5Mt 9, 37. — 6 Liturgia de las Horas, loc. cit. — 7 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 315. — 8 Mc 16, 15. — 9 Juan Pablo II, Enc. Redemptoris missio, 7-XII-1990, n. 30. — 10 Mt 9, 36. — 11 Juan Pablo II, Discurso en Javier, cit. — 12 San Josemaría Escrivá, o. c., n. 798. — 13 Oración después de la comunión. — 14 Cfr. Juan Pablo II, Discurso en Javier, cit. — 15 Santa Teresa de Lisieux, Historia de un alma, ed. del P. Bruno de San José, El Monte Carmelo, 2ª. ed., Burgos 1974, XI, 13. — 16 Ibídem, XII, 9.
* San Francisco nació en el castillo de Javier el 7 de agosto de 1506. Estudió en París, donde conoció a San Ignacio de Loyola. Fue uno de los miembros fundadores de la Compañía de Jesús. Ordenado sacerdote en Roma en 1537, se dedicó principalmente a llevar a cabo obras de caridad, En 1541 marchó a Oriente, y durante diez años evangelizó incansablemente la India y el Japón, convirtiendo a muchos. Murió el año 1552, en la isla de Shangchuan, en China.
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† Santoral (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)
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Dibujos animados: http://www.gloria.tv/media/bbV2NfUGLrs
Dcoumental: http://www.gloria.tv/media/p8s4VBZSkmc
En inglés: http://www.gloria.tv/media/r7uQ3VUfmbQ
Historieta: http://www.gloria.tv/media/a4AY1EvGQXj
Canción de Misa:
Quiero ser Santo + Dame más almas
https://www.youtube.com/watch?v=0Jjf3qT1eK8
Acá estoy Jesús, dispuesto a seguir
De la mano de María el camino de amor que escribís.
Quiero ser santo, Señor, pero no lo quiero sólo para mí,
Quiero llevarte a dónde nadie te lleve
Y que no sea a mí a quien vean sino a Ti.
Por eso quiero gritar como San Francisco Javier alguna vez:
"Señor, dame más almas, Señor, dame más almas".
Porque mi vida no tiene sentido si no es hablando de Vos
Porque no puedo encontrar el camino si no es viviendo Tu amor.
Acordes: http://www.pastoraldemusica.org.ar/cancionero/cancion.php?id=546
Otra canción: http://www.gloria.tv/media/Z2qTfJW3mRN
San Francisco Javier
Misionero
Año 1552
Francisco Javier: maravilloso misionero;
pídele a Dios que conceda un espíritu como el tuyo
a todos los misioneros del mundo.
Piensa en el final de tu vida y evitarás
muchos pecados (S. Biblia Ecl. 7, 36).
El Papa Pío X nombró a San Francisco Javier como Patrono de todos los misioneros porque fue si duda uno de los misioneros más grandes que han existido. Ha sido llamado: "El gigante de la historia de las misiones". La oración del día de su fiesta dice así: "Señor, tú has querido que varias naciones llegaran al conocimiento de la verdadera religión por medio de la predicación de San Francisco Javier...". Esto es un gran elogio.
Empezó a ser misionero a los 35 años y murió de sólo 46. En once años recorrió la India (país inmenso), el Japón y varios países más. Su deseo de ir a Japón era tan grande que exclamaba: "si no consigo barco, iré nadando". Fue un verdadero héroe misional.
Francisco nació cerca de Pamplona (España) en el castillo de Javier, en el año 1506. Era de familia que había sido rica, pero que a causa de las guerras había venido a menos. Desde muy joven tenía grandes deseos de sobresalir y de triunfar en la vida, y era despierto y de excelentes cualidades para los estudios. Dios lo hará sobresalir pero en santidad.
Fue enviado a estudiar a la Universidad de París, y allá se encontró con San Ignacio de Loyola, el cual se le hizo muy amigo y empezó a repetirle la famosa frase de Jesucristo: "¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si se pierde a sí mismo?" Este pensamiento lo fue liberando de sus ambiciones mundanas y de sus deseos de orgullo y vanidad, y lo fue encaminando hacia la vida espiritual. Aquí se cumplió a la letra la frase del Libro del Eclesiástico: "Encontrar un buen amigo es como encontrarse un gran tesoro". La amistad con San Ignacio transformó por completo a Javier.
Francisco fue uno de los siete primeros religiosos con los cuales San Ignacio fundó la Compañía de Jesús o Comunidad de Padres Jesuitas. Ordenado Sacerdote colaboró con San Ignacio y sus compañeros en enseñar catecismo y predicar en Roma y otras ciudades.
El Sumo Pontífice pidió a San Ignacio que enviara algunos jesuitas a misionar en la India. Fueron destinados otros dos, pero la enfermedad les impidió marchar, y entonces el santo le pidió a Javier que se quisiera embarcar para tan remotas tierras. Él obedeció inmediatamente y emprendió el larguísimo viaje por el mar. En el barco aprovechó esas interminables semanas, para catequizar lo más posible a los marineros y viajeros. Con San Javier empezaron las misiones de los jesuitas.
Son impresionantes las distancias que Francisco Javier recorrió en la India, Indostán, Japón y otras naciones. A pie, solamente con el libro de oraciones, como único equipaje, enseñando, atendiendo enfermos, obrando curaciones admirables, bautizando gentes por centenares y millares, aprendiendo idiomas extraños, parecía no sentir cansancio. Por las noches, después de pasar todo el día evangelizando y atendiendo a cuanta persona le pedía su ayuda, llegaba junto al altar y de rodillas encomendaba a Dios la salvación de esas almas que le había encomendado. Si el sueño lo rendía, se acostaba un rato en el suelo junto al sagrario, y después de dormir unas horas, seguía su oración. De vez en cuando exclamaba: "Basta Señor: si me mandas tantos consuelos me vas a hacer morir de amor". Con razón su palabra tenía efectos fulminantes para convertir. Era que llegaba precedida de muchas oraciones y acompañada de costosos sacrificios. Algunas noches no era capaz de levantar su mano derecha. Tan cansada estaba de tanto bautizar a los que se habían convertido con sus predicaciones.
La gente lo consideraba un verdadero santo y le llevaban sus enfermos para que los bendijera. Cuando se conseguían curaciones milagrosas, él consideraba que esto se debía a otras causas y no a su santidad, o a su poder de intercesión,
Desde 1510 Goa era una ciudad portuguesa en la India. Y allá puso su centro de evangelización nuestro santo (en esa ciudad se conservan ahora sus restos). A los portugueses se les había olvidado que eran cristianos y lo único que les interesaba era enriquecerse y divertirse. Así que tuvo el misionero que dedicarse con todas sus fuerzas y su gran ascendiente a volver fervorosos otra vez a aquellos comerciantes sin conciencia y sin escrúpulos (él decía en una de sus cartas: "estoy aterrado de la variedad tan monstruosa de acciones que tienen estos hombres para poder robar").
Empezó a ganarse la buena voluntad de las gentes con su gran amabilidad (a uno de sus compañeros le escribía: "hágase amar y así logrará influir en ellos. Si emplea la amabilidad y el buen trato verá que consigue efectos admirables"). Estableció clases de catecismo para niños y adultos. Popularizó la costumbre de confesarse y comulgar. Enseñaba la religión por medio de hermosos cantos que los fieles repetían con verdadero gusto.
Por 13 veces consecutivas hizo larguísimos viajes por la nación enseñando la religión cristiana a esos paganos que nunca habían oído hablar de ella. Los de las clases altas (los brahamanes) no le hicieron caso, pero los de las clases populares se convertían por montones. En cada región dejaba catequistas para que siguieran instruyendo a la gente, y de vez en cuando les enviaba a algún jesuita para enfervorizarlos. Esas gentes nunca habían oído hablar de Jesucristo ni de sus maravillosas enseñanzas.
Francisco se esmeraba por asemejarse lo más posible a la vida pobre de las gentes que le escuchaban. Comía como ellos, simplemente arroz. En vez de bebidas finas sólo tomaba agua. Dormía en una pobre choza, en el suelo. Se ganaba la simpatía de los niños y a ellos les enseñaba las bellas historias de la S. Biblia, recomendándoles que cada uno las contara en su propia casa, y así el mensaje de nuestra religión llegaba a muchos sitios.
Visitó muchas islas y en cada una de ellas enseñó la religión cristiana. Sus viajes eran penosos y sumamente duros, pero escribía: "En medio de todas estas penalidades e incomodidades, siento una alegría tan grande y un gozo tan intenso que los consuelos recibidos no me dejan sentir el efecto de las duras condiciones materiales y de la guerra que me hacen los enemigos de la religión". Podría repetir la frase de San Pablo: "Sobreabundo en gozo en medio de mis tribulaciones".
Dispuso irse a misionar al Japón pero resultó que allá lo despreciaban porque vestía muy pobremente (y en cambio en la India lo veneraban por vestir como los pobres del pueblo). Entonces se dio cuenta de que en Japón era necesario vestir con cierta elegancia. Se vistió de embajador (y en realidad el rey de Portugal le había conferido el título de embajador) y así con toda la pompa y elegancia, acompañado de un buen grupo de servidores muy elegantes y con hermosos regalos se presentó ante el primer mandatario. Al verlo así, lo recibieron muy bien y le dieron permiso para evangelizar. Logró convertir bastantes japoneses, y se quedó maravillado de la buena voluntad de esas gentes.
Su gran anhelo era poder misionar y convertir a la gran nación china. Pero allá estaba prohibida la entrada a los blancos de Europa. Al fin consiguió que el capitán de un barco lo llevara a la isla desierta de San Cian, a 100 kilómetros de Hong – Kong, pero allí lo dejaron abandonado, y se enfermó y consumido por la fiebre, en un rancho tan maltrecho, que el viento entraba por todas partes, murió el tres de diciembre de 1552, pronunciando el nombre de Jesús. Tenía sólo 46 años. A su entierro no asistieron sino un catequista que lo asistía, un portugués y dos negros.
Cuando más tarde quisieron llevar sus restos a Goa, encontraron su cuerpo incorrupto (y así se conserva). Francisco Javier fue declarado santo por el Sumo Pontífice en 1622 (junto con Santa Teresa, San Ignacio, San Felipe y San Isidro).
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Birino de Dorchester, Santo Obispo, Diciembre 3
Obispo Martirologio Romano: En Winchester, en Inglaterra, sepultura de san Birino, el cual, enviado a Gran Bretaña por el papa Honorio, tuvo su primera sede en Dorchester y difundió con empeño el anuncio de la salvación entre los sajones occidentales (650). |
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Luis Gallo, Beato Mártir Mercedario, Diciembre 3
Predicador mercedario, el beato Luis Gallo fue enviado a Maruecos para evangelizar. |
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Juan Nepomuceno de Tschiderer, Beato Obispo de Trento, Diciembre 3
Obispo Martirologio Romano: En Trento, de la región del Véneto, beato Juan Nepomuceno De Tschiderer, obispo, el cual administró aquella Iglesia con el ardor evangélico de la fe, pero con comprensión, y en tiempo de aflicción dio a su grey un admirable testimonio de amor (1860). |
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Fuente: Martirologio Romano
Otros Santos y Beatos Completando el santoral de este día, Diciembre 3
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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; hablarcondios.org, Catholic.net, misalpalm.com
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/
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