JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 5, 1-12
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, al ver tanta gente Jesús subió a la montaña, se sentó y se le acercaron sus discípulos; enseguida comenzó a enseñarles, hablándoles así:
"Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.
Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.
Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
Dichosos los misericordiosos, porque ellos obtendrán misericordia.
Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán hijos de Dios.
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Dichosos serán ustedes cuando los injurien, los persigan y digan contra ustedes toda clase de calumnias por causa mía. Alégrense y regocíjense, porque su premio será grande en los cielos".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295
Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). ¿Qué pensaríamos de un cónyuge que le dice a su pareja: "Te amo, pero no quiero verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html
Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.
† Misal
5, 1-12
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, al ver tanta gente Jesús subió a la montaña, se sentó y se le acercaron sus discípulos; enseguida comenzó a enseñarles, hablándoles así:
"Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.
Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.
Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
Dichosos los misericordiosos, porque ellos obtendrán misericordia.
Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán hijos de Dios.
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Dichosos serán ustedes cuando los injurien, los persigan y digan contra ustedes toda clase de calumnias por causa mía. Alégrense y regocíjense, porque su premio será grande en los cielos".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración de los Fieles
Celebrante:
Iluminados con el ejemplo de los santos, que fueron en su vida sal de la tierra y luz del mundo, y uniendo nuestra oración a la de la inmensa multitud de los que ya están en presencia del Señor, oremos confiadamente al Señor:
(Respondemos a cada petición: Escúchanos, Señor).
Para que el Señor suscite en su Iglesia ejemplos de una santidad heroica que atraiga a los no creyentes a Cristo, y conceda a a todos los bautizados redescubrir que Dios los llama a la santidad, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.
Para que nuestros hermanos que no conocen la luz y la hermosura del Evangelio de Cristo sean liberados de las tinieblas, entren en el reino de la luz y compartan la herencia de los santos, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.
Para que el ejemplo de los santos, que experimentaron que para entrar en el Reino de Dios hay que sufrir muchas tribulaciones, fortalezca a los que sufren y se tambalean en su combate, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.
Para que quienes hoy nos hemos reunido para celebrar la solemnidad de Todos los Santos, nos encontremos con nuestros familiares y amigos difuntos en el reino glorioso de Jesucristo, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.
Celebrante:
Señor, Padre santo, que has glorificado en tu Reino a los siervos fieles que han velado esperando la llegada del Esposo, escucha nuestra oración y no permitas que se apaguen nuestras lámparas, y así merezcamos entrar en el banquete de tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.
Oración sobre las Ofrendas
Acepta, Señor, el sacrificio de alabanza que te ofrecemos al celebrar hoy la fiesta de todos los santos que gozan ya de tu vida inmortal, y concédenos experimentar siempre su protección y su ayuda en nuestro camino hacia ti.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio
La gloria de la Iglesia, nuestra Madre
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque hoy nos concedes celebrar la gloria de Todos los Santos, asamblea de la Jerusalén celestial que eternamente te alaba.
Hacia ella, aunque peregrinos en la tierra, nos encaminamos alegres, guiados por la fe y
animados por la gloria de los mejores hijos de la Iglesia; en ellos encontramos ejemplo y ayuda para nuestra debilidad.
Por eso,
unidos a estos santos y a los coros de los ángeles, te glorificamos y cantamos diciendo:
Antífona de la Comunión
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios; bienaventurados los que trabajan por la paz, porque se les llamará hijos de Dios; bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Dios nuestro, fuente única de toda santidad y admirable en todos tus santos; haz que este sacramento nos encienda en el fuego de tu amor y nos prepare para la alegría de tu Reino.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén
sab 30a. Ordinario año Par
Antífona de Entrada
Firmeza es el Señor para su pueblo, defensa y salvación para sus fieles. Sálvanos, Señor, vela sobre nosotros y guíanos siempre.
Oración Colecta
Oremos:
Padre misericordioso, que nunca dejas de tu mano a quienes has hecho arraigar en tu amistad; concédenos vivir siempre movidos por tu amor y un filial temor de ofenderte.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
Primera Lectura
Para mí la vida es Cristo, y la muerte una ganancia
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 1, 18b-26
Hermanos: El hecho de que se predique a Cristo me alegra; y me seguirá alegrando, porque sé que esto será para mi bien, gracias a sus oraciones y a la ayuda del Espíritu de Jesucristo, que me socorre. Tengo la firme esperanza de que no seré defraudado; ahora como siempre, ya sea por mi vida o por mi muerte, Cristo será
glorificado en mi cuerpo. Para mí la vida es Cristo y la muerte una
ganancia.
Pero si el vivir en este mundo me permite un trabajo provechoso, no sabría qué elegir. Me encuentro en esta alternativa: por un lado deseo morir para estar con Cristo, que es con mucho lo mejor; pero, por otro, quedarme en este mundo es más necesario para ustedes.
Convencido de esto último, presiento que me quedaré y los seguiré ayudando para que progresen gozosos en la fe; así, cuando vaya a visitarlos de nuevo, su orgullo de ser cristianos aumentará gracias a mi presencia.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 41, 2-3.5bcd
Tengo sed de Dios, del Dios vivo.
Como busca el venado corrientes de agua, así, Dios mío, te busca todo mi ser.
Tengo sed de Dios, del Dios vivo.
Tengo sed de Dios, del Dios vivo, ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios?
Tengo sed de Dios, del Dios vivo.
Recuerdo cómo entraba en el recinto e iba hacia el templo de Dios, en medio del pueblo en fiesta, entre gritos de alegría y acción de gracias.
Tengo sed de Dios, del Dios vivo.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Carguen con mi yugo sobre ustedes, dice el Señor, y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón.
Aleluya.
Evangelio
El que se engrandece a sí mismo será humillado, y el que se humilla será engrandecido
† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 14, 1. 7-11
Gloria a ti, Señor.
Un sábado entró Jesús a comer en casa de uno de los jefes de los fariseos; y ellos lo espiaban. Mirando que los convidados escogían los mejores lugares, les hizo esta recomendación:
"Cuando te inviten a una boda, no te sientes en el lugar principal, no sea que haya otro invitado más importante que tú; y el que los invitó a los dos venga a decirte: "Déjale el lugar a éste"; y entonces tengas que ir avergonzado a ocupar el último lugar.
Por el contrario, cuando te inviten, siéntate en el último puesto; y así, cuando venga el que te invitó, te diga: "Amigo,
acércate a la cabecera". Entonces te verás honrado ante todos los convidados.
Porque todo el que se engrandece será humillado, y el que se humilla será engrandecido".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración sobre las Ofrendas
Acepta, Señor, este sacrificio de reconciliación y alabanza que vamos a ofrecerte, a frf de que purifique nuestros corazones y podamos corresponder a tu amor con nuestro amor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio
Proclamación del misterio de Cristo
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Cuya muerte celebramos unidos en caridad, cuya resurrección proclamamos con viva fe, y cuyo advenimiento glorioso aguardamos con firmísima esperanza.
Por eso,
con todos los ángeles y santos, te alabamos, proclamando sin cesar:
Antífona de la Comunión
Los ojos de todos te miran, Señor, llenos de esperanza: tú das a cada uno su alimento.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Señor, tú que nos has renovado con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, concédenos que la participación en esta Eucaristía nos ayude a obtener la plenitud de la redención.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén
† Meditación diaria
1 de noviembre
TODOS LOS SANTOS*
Solemnidad
— Personas que se santificaron a través de una vida corriente.
— Todos hemos sido llamados a la santidad.
— La caridad, distintivo de los que han alcanzado la bienaventuranza.
I. Alegrémonos todos en el Señor, al celebrar este día de fiesta en honor de todos los santos: de esta solemnidad se alegran los ángeles y alaban al Hijo de Dios1.
La fiesta de hoy recuerda y propone a la meditación común algunos componentes fundamentales de nuestra fe cristiana señalaba el Papa Juan Pablo II-. En el centro de la Liturgia están sobre todo los grandes temas de la Comunión de los Santos, del destino universal de la salvación, de la fuente de toda santidad que es Dios mismo, de la esperanza cierta en la futura e indestructible unión con el Señor, de la relación existente entre salvación y sufrimiento y de una bienaventuranza que ya desde ahora caracteriza a aquellos que se hallan en las condiciones descritas por Jesús. Pero la clave de la fiesta que hoy celebramos "es la alegría, como hemos rezado en la antífona de entrada: Alegrémonos todos en el Señor al celebrar este día de fiesta en honor de todos los Santos; y se trata de una alegría genuina, límpida, corroborante, como la de quien se encuentra en una gran familia donde sabe que hunde sus propias raíces..."2. Esta gran familia es la de los santos: los del Cielo y los de la tierra.
La Iglesia, nuestra Madre, nos invita hoy a pensar en aquellos que, como nosotros, pasaron por este mundo con dificultades y tentaciones parecidas a las nuestras, y vencieron. Es esa muchedumbre inmensa que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua, según nos recuerda la Primera lectura de la Misa3. Todos están marcados en la frente y vestidos con vestiduras blancas, lavadas en la sangre del Cordero4. La marca y los vestidos son símbolos del Bautismo, que imprime en el hombre, para siempre, el carácter de la pertenencia a Cristo, y la gracia renovada y acrecentada por los sacramentos y las buenas obras.
Muchos Santos de toda edad y condición- han sido reconocidos como tales por la Iglesia, y cada año los recordamos en algún día preciso y los tomamos como intercesores para tantas ayudas como necesitamos. Pero hoy festejamos, y pedimos su ayuda, a esa multitud incontable que alcanzó el Cielo después de pasar por este mundo sembrando amor y alegría, sin apenas darse cuenta de ello; recordamos a aquellos que, mientras estuvieron entre nosotros, hicieron, quizá, un trabajo similar al nuestro: oficinistas, labriegos, catedráticos, comerciantes, secretarias...; también tuvieron dificultades parecidas a las nuestras y debieron recomenzar muchas veces, como nosotros procuramos hacer; y la Iglesia no hace una mención nominal de ellos en el Santoral. A la luz de la fe, forman "un grandioso panorama: el de tantos y tantos fieles laicos a menudo inadvertidos o incluso incomprendidos; desconocidos por los grandes de la tierra, pero mirados con amor por el Padre, hombres y mujeres que, precisamente en la vida y actividad de cada jornada, son los obreros incansables que trabajan en la viña del Señor; son los humildes y grandes artífices por la potencia de la gracia, ciertamente del crecimiento del Reino de Dios en la historia"5. Son, en definitiva, aquellos que supieron "con la ayuda de Dios conservar y perfeccionar en su vida la santificación que recibieron"6 en el Bautismo.
Todos hemos sido llamados a la plenitud del Amor, a luchar contra las propias pasiones y tendencias desordenadas, a recomenzar siempre que sea preciso, porque "la santidad no depende del estado soltero, casado, viudo, sacerdote, sino de la personal correspondencia a la gracia, que a todos se nos concede"7. La Iglesia nos recuerda que el trabajador que toma cada mañana su herramienta o su pluma, o la madre de familia dedicada a los quehaceres del hogar, en el sitio que Dios les ha designado, deben santificarse cumpliendo fielmente sus deberes8.
Es consolador pensar que en el Cielo, contemplando el rostro de Dios, hay personas con las que tratamos hace algún tiempo aquí abajo, y con las que seguimos unidas por una profunda amistad y cariño. Muchas ayudas nos prestan desde el Cielo, y nos acordamos de ellas con alegría y acudimos a su intercesión.
Hacemos hoy nuestra aquella petición de Santa Teresa, que también ella misma escuchará, en esta Solemnidad: "¡Oh ánimas bienaventuradas, que tan bien os supisteis aprovechar, y comprar heredad tan deleitosa...! Ayudadnos, pues estáis tan cerca de la fuente; coged agua para los que acá perecemos de sed"9.
II. En la Solemnidad de hoy, el Señor nos concede la alegría de celebrar la gloria de la Jerusalén celestial, nuestra madre, donde una multitud de hermanos nuestros le alaban eternamente. Hacia ella, como peregrinos, nos encaminamos alegres, guiados por la fe y animados por la gloria de los Santos; en ellos, miembros gloriosos de su Iglesia, encontramos ejemplo y ayuda para nuestra debilidad10.
Nosotros somos todavía la Iglesia peregrina que se dirige al Cielo; y, mientras caminamos, hemos de reunir ese tesoro de buenas obras con el que un día nos presentaremos ante nuestro Dios. Hemos oído la invitación del Señor: Si alguno quiere venir en pos de Mí... Todos hemos sido llamados a la plenitud de la vida en Cristo. Nos llama el Señor en una ocupación profesional, para que allí le encontremos, realizando aquella tarea con perfección humana y, a la vez, con sentido sobrenatural: ofreciéndola a Dios, ejercitando la caridad con las personas que tratamos, viviendo la mortificación en su realización, buscando ya aquí en la tierra el rostro de Dios, que un día veremos cara a cara. Esta contemplación trato de amistad con nuestro Padre Dios podemos y debemos adquirirla a través de las cosas de todos los días, que se repiten muchas veces, con aparente monotonía, pues "para amar a Dios y servirle, no es necesario hacer cosas raras. A todos los hombres sin excepción, Cristo les pide que sean perfectos como su Padre celestial es perfecto (Mt 5, 48). Para la gran mayoría de los hombres, ser santo supone santificar el propio trabajo, santificarse en su trabajo, y santificar a los demás con el trabajo, y encontrar así a Dios en el camino de sus vidas"11.
¿Qué otra cosa hicieron esas madres de familia, esos intelectuales o aquellos obreros..., para estar en el Cielo? Porque a él queremos ir nosotros; es lo único que, de modo absoluto, nos importa. Esta santa decisión tiene mucha importancia para los demás. Si, con la gracia de Dios y la ayuda de tantos, alcanzamos el Cielo, no iremos solos: arrastraremos a muchos con nosotros.
Quienes han llegado ya, procuraron santificar las realidades pequeñas de todos los días; y si alguna vez no fueron fieles, se arrepintieron y recomenzaron el camino de nuevo. Eso hemos de hacer nosotros: ganarnos el Cielo cada día con lo que tenemos entre manos, entre las personas que Dios ha querido poner a nuestro lado.
III. Muchos de los que ahora contemplan la faz de Dios quizá no tuvieron ocasión, a su paso por la tierra, de realizar grandes hazañas, pero cumplieron lo mejor posible sus deberes diarios, sus pequeños deberes diarios. Tuvieron errores y faltas de paciencia, de pereza, de soberbia, tal vez pecados graves. Pero amaron la Confesión, y se arrepintieron, y recomenzaron. Amaron mucho y tuvieron una vida con frutos, porque supieron sacrificarse por Cristo. Nunca se creyeron santos; todo lo contrario: siempre pensaron que iban a necesitar en gran medida de la misericordia divina. Todos conocieron, en mayor o menor grado, la enfermedad, la tribulación, las horas bajas en las que todo les costaba; sufrieron fracasos y tuvieron éxitos. Quizá lloraron, pero conocieron y llevaron a la práctica las palabras del Señor, que hoy también nos trae la Liturgia de la Misa: Venid a Mí, todos los que estáis trabajados y cargados, y Yo os aliviaré12. Se apoyaron en el Señor, fueron muchas veces a verle y a estar con Él junto al Sagrario; no dejaron de tener cada día un encuentro con Él.
Los bienaventurados que alcanzaron ya el Cielo son muy diferentes entre sí, pero tuvieron en esta vida terrena un común distintivo: vivieron la caridad con quienes les rodeaban. El Señor dejó dicho: en esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os amáis unos a otros13. Esta es la característica de los Santos, de aquellos que están ya en la presencia de Dios.
Nosotros nos encontramos caminando hacia el Cielo y muy necesitados de la misericordia del Señor que es grande y nos mantiene día a día. Hemos de pensar muchas veces en él y en las gracias que tenemos, especialmente en los momentos de tentación o de desánimo.
Allí nos espera una multitud incontable de amigos. Ellos "pueden prestarnos ayuda, no solo porque la luz del ejemplo brilla sobre nosotros y hace más fácil a veces que veamos lo que tenemos que hacer, sino también porque nos socorren con sus oraciones, que son fuertes y sabias, mientras las nuestras son tan débiles y ciegas. Cuando os asoméis en una noche de noviembre y veáis el firmamento constelado de estrellas, pensad en los innumerables santos del Cielo, que están dispuestos a ayudarnos..."14. Nos llenará de esperanza en los momentos difíciles. En el Cielo nos espera la Virgen para darnos la mano y llevarnos a la presencia de su Hijo, y de tantos seres queridos como allí nos aguardan.
1 Antífona de entrada. — 2 Juan Pablo II, Homilía 1-XI-1980. — 3 Apoc 7, 9. — 4 Cfr. Apoc 7, 3-9. — 5 Juan Pablo II, Exhort. Apost. Christifideles laici, 30-XII-1988, 17. — 6 Conc. Vat. II, Const. Lumen gentium, 40. — 7 San Josemaría Escrivá, Amar a la Iglesia, p. 67. — 8 Cfr. Juan Pablo II, Exhort. Apost. Christifideles laici, cit. — 9 Santa Teresa, Exclamaciones, 13, 4. — 10 Cfr. Misal Romano, Prefacio de la Misa. — 11 Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer, n. 55. — 12 Aleluya. Mt 11, 28. — 13 Jn 13, 34-35. — 14 R. A. Knox, Sermón a los colegiales de Alli Hallws, 1-XI-1950.
* La Iglesia nos invita a levantar el pensamiento y a dirigir la oración a esa inmensa multitud de hombres y mujeres que siguieron a Cristo aquí en la tierra y se encuentran ya con Él en el Cielo. La fiesta se celebra en toda la Iglesia desde el siglo viii. En ella se nos recuerda que la santidad es asequible a todos, en las diversas profesiones y estados, y que para ayudarnos a alcanzar esa meta debemos vivir el dogma de la Comunión de los Santos.
30ª semana. Sábado
EL MEJOR PUESTO
— Los primeros puestos.
— Humildad de María.
— Frutos de la humildad.
I. Todos los días son buenos para hacer un rato de oración junto a la Virgen, pero en este, el sábado, son muchos los cristianos de todas las regiones de la tierra que procuran que la jornada transcurra muy cerca de María. Nos acercamos hoy a Ella para que nos enseñe a progresar en esa virtud fundamento de todas las demás, que es la humildad, pues ella "es la puerta por la que pasan las gracias que Dios nos otorga; es la que sazona todos nuestros actos, comunicándoles tanto valor, y haciendo que resulten y sean agradables a Dios. Finalmente, Ella nos constituye dueños del corazón de Dios, hasta hacer de Él, por decirlo así, nuestro servidor; pues nunca ha podido Dios resistir un corazón humilde"1. Es tan necesaria para la salvación que Jesús aprovecha cualquier circunstancia para ensalzarla.
El Evangelio de la Misa2 nos refiere que Jesús fue invitado a un banquete. En la mesa, como también ocurre frecuentemente en nuestros días, había lugares de mayor honor. Los invitados, quizá un tanto atropelladamente, se dirigían a estos puestos más considerados. Jesús lo observaba. Quizá cuando ya estaba terminando la comida, en los momentos en los que la conversación se hace más reposada, el Señor les dice: Cuando seas invitado a una boda, no te sientes en el primer puesto... Al contrario..., ve a sentarte en el último lugar, para que cuando llegue el que te invitó te diga: amigo, sube más arriba. Entonces quedarás muy honrado ante todos los comensales. Porque todo el que se ensalza será humillado; y el que se humilla será ensalzado.
Jesús se situaría probablemente en un lugar discreto o donde le indicó el que le había invitado. Él sabe estar, y a la vez se da cuenta de aquella actitud poco elegante, también desde el punto de vista humano, que adoptan los comensales. Estos, por otra parte, se equivocaron radicalmente porque no supieron darse cuenta de que el mejor puesto se encuentra siempre al lado de Jesús. Por llegar hasta allí, junto al Señor, es por lo que debieron porfiar. En la vida de los hombres se observa no pocas veces una actitud parecida a la de aquellos comensales: ¡cuánto esfuerzo para ser considerados y admirados, y qué poco para estar cerca de Dios! Nosotros pedimos hoy a Santa María, en este rato de oración y a lo largo del día, que nos enseñe a ser humildes, que es el único modo de crecer en amor a su Hijo, de estar cerca de Él. La humildad conquista el Corazón de Dios. ""Quia respexit humilitatem ancillae suae"
—porque vio la bajeza de su esclava...
"—¡Cada día me persuado más de que la humildad auténtica es la base sobrenatural de todas las virtudes!
"Habla con Nuestra Señora, para que Ella nos adiestre a caminar por esa senda"3.
II. La Virgen nos enseña el camino de la humildad. Esta virtud no consiste esencialmente en reprimir los impulsos de la soberbia, de la ambición, del egoísmo, de la vanidad..., pues Nuestra Señora no tuvo jamás ninguno de estos movimientos y fue adornada por Dios en grado eminente con esta virtud. El nombre de humildad viene del latín humus, tierra, y significa, según su etimología, inclinarse hacia la tierra. La virtud de la humildad consiste esencialmente en inclinarse ante Dios y ante todo lo que hay de Dios en las criaturas4, reconocer nuestra pequeñez e indigencia ante la grandeza del Señor. Las almas santas "sienten una alegría muy grande en anonadarse delante de Dios, y reconocer prácticamente que Él solo es grande, y que en comparación de la suya, todas las grandezas humanas están vacías de verdad, y no son sino mentira"5. Este anonadamiento no empequeñece, no acorta las verdaderas aspiraciones de la criatura, sino que las ennoblece y les da nuevas alas, les abre horizontes más amplios. Cuando Nuestra Señora es elegida para ser Madre de Dios, se proclama enseguida su esclava6. Y en el momento en que escucha la alabanza de que es bendita entre todas las mujeres7 se dispone a servir a su prima Isabel. Es la llena de gracia8, pero guarda en su intimidad la grandeza que le ha sido revelada. Ni siquiera a José le desvela el misterio; deja que la Providencia lo haga en el momento oportuno. Llena de una inmensa alegría canta las maravillas que le han sucedido, pero las atribuye al Todopoderoso. Ella, de su parte, solo ha ofrecido su pequeñez y su querer9. "Se ignoraba a sí misma. Por eso, a sus propios ojos no contaba. No vivió pendiente de sí misma, sino pendiente de Dios, de su voluntad. Por eso podía medir el alcance de su propia bajeza, de su, a la vez, desamparada y segura condición de criatura, sintiéndose incapaz de todo, pero sostenida por Dios. La consecuencia fue el entregarse, el vivir para Dios"10. Nunca buscó su propia gloria, ni aparentar, ni primeros puestos en los banquetes, ni ser considerada, ni recibir halagos por ser la Madre de Jesús. Ella solo buscó la gloria de Dios.
La humildad se funda en la verdad, en la realidad; sobre todo en esta certeza: es infinita la distancia que existe entre la criatura y su Creador. Cuanto más se comprende esta distancia y el acercamiento de Dios con sus dones a la criatura, el alma, con la ayuda de la gracia, se hace más humilde y agradecida. Cuanto más elevada está una criatura más comprende este abismo; por eso la Virgen fue tan humilde. Ella, la Esclava del Señor, es hoy la reina del Universo. En Ella se cumplieron de modo eminente las palabras de Jesús al final de la parábola: el que se humilla, el que ocupa su lugar ante Dios y ante los hombres, será ensalzado. El que es humilde oye siempre a Jesús que le dice: amigo, sube más arriba. "Que sepamos ponernos al servicio de Dios sin condiciones y seremos elevados a una altura increíble; participaremos en la vida íntima de Dios, ¡seremos como dioses!, pero por el camino reglamentario: el de la humildad y la docilidad al querer de nuestro Dios y Señor"11.
III. La humildad nos hará descubrir que todo lo bueno que existe en nosotros viene de Dios, tanto en el orden de la naturaleza como en el de la gracia: Mi sustancia es como nada delante de Ti, Señor12, exclama el Salmista. Lo específicamente nuestro es la flaqueza y el error. A la vez, nada tiene que ver esta virtud con la timidez, con la pusilanimidad o la mediocridad. Lejos de apocarse, el alma humilde se pone en las manos de Dios, y se llena de alegría y de agradecimiento cuando Dios quiere hacer cosas grandes a través de ella. Los santos han sido hombres magnánimos, capaces de grandes empresas para la gloria de Dios. El humilde es audaz porque cuenta con la gracia del Señor, que todo lo puede; acude con frecuencia a la oración –es muy pedigüeño–, porque está convencido de la absoluta necesidad de la ayuda divina; es agradecido, con Dios y con sus semejantes, porque es consciente de las muchas ayudas que recibe; tiene especial facilidad para la amistad y, por tanto, para el apostolado... Y aunque la humildad es el fundamento de todas las virtudes, lo es de modo muy particular de la caridad: en la medida en que nos olvidamos de nosotros mismos, podemos preocuparnos de los demás y atender sus necesidades. Alrededor de estas dos virtudes se encuentran todas las demás. "Humildad y caridad son las virtudes madres –afirma San Francisco de Sales–; las otras las siguen como polluelos a su clueca"13. La soberbia, por el contrario, es la "raíz y madre" de todos los pecados, incluso de los capitales14, y el mayor obstáculo que el hombre puede poner a la gracia.
La soberbia y la tristeza andan con frecuencia de la mano15, mientras que la alegría es patrimonio del alma humilde. "Mirad a María. Jamás criatura alguna se ha entregado con más humildad a los designios de Dios. La humildad de la ancilla Domini (Lc 1, 38), de la esclava del Señor, es el motivo de que la invoquemos como causa nostrae laetitiae, causa de nuestra alegría. Eva, después de pecar queriendo en su locura igualarse a Dios, se escondía del Señor y se avergonzaba: estaba triste. María, al confesarse esclava del Señor, es hecha Madre del Verbo divino, y se llena de gozo. Que este júbilo suyo, de Madre buena, se nos pegue a todos nosotros: que salgamos en esto a Ella –a Santa María–, y así nos pareceremos más a Cristo"16.
1 Santo Cura de Ars, Sermón para el Domingo décimo después de Pentecostés. — 2 Lc 14, 1; 7-11. — 3 San Josemaría Escrivá, Surco, n. 289. — 4 Cfr. R. Garrigou-Lagrange, Las tres edades de la vida interior, vol. II, p. 670. — 5 Ibídem. — 6 Cfr. Lc 1, 38. — 7 Lc 1, 42. — 8 Lc 1, 28. — 9 Cfr. Lc 1, 47-49. — 10 F. Suárez, La Virgen Nuestra Señora, pp. 138-139. — 11 A. Orozco, Mirar a María, Rialp, Madrid 1981, p. 238. — 12 Sal 38, 6. — 13 San Francisco de Sales, Epistolario, fragm. 17, en Obras selectas de..., BAC, Madrid 1953, p. 651. — 14 Santo Tomás, Suma Teológica, 2-2, q. 162, aa. 7-8. — 15 Cfr. Casiano, Colaciones, 16. — 16 San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 109.
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† Santoral (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)
Rainero de Santosepulcro, Santo Confesor, 1 de noviembre
Confesor |
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Fuente: SagradaFamilia.net
Licinio (Lucinio) de Santo Obispo, Noviembre 1
Obispo de Angers del siglo VII Martirologio Romano: En Anjou, en Neustria, san Licinio, obispo, a quien el papa san Gregorio I Magno encomendó los monjes que se dirigían a Inglaterra (c. 618). |
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Fuente: Carmelnet.org / Carmelitas.info
Nuño de Santa Maria Alvares Pereira, Santo Carmelita, 1 Noviembre
Fundador de la casa de Braganza, nació en Sernache de Bomjardím, Portugal, el 24.6.1360 del noble caballero D. Alvaro, Gran Prior de los Caballeros de San Juan de Jerusalén. |
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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina04
Austremonio de Armenia, Santo Obispo, 1 Noviembre
No sabemos con certeza mucho sobre este santo sino que fue misionero en Armenia, lo mismo que San Estremonio, y que se le venera como apóstol y primer obispo de Clermont. |
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Cesario de Terracina, Santo Mártir, 1 Noviembre
Existía en Terracina, Italia, la bárbara costumbre de que, en ciertas ocasiones solemnes, un joven se ofreciese voluntariamente en sacrificio a Apolo, que era el dios tutelar de la ciudad. |
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Juan y Jacobo de Persia, Santos Mártires, 1 Noviembre
Los santos Juan, Obispo, y Jacobo, presbítero, que fueron encarcelados durante el reinado de Sapor II y al cabo de un año consumaron su maritiro muertos por decapitación por espada. |
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Jerónimo Hermosilla, Santo Mártir dominico, 1 Noviembre
Obispo y martiriza en Vietnam. |
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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina04
Marcelo de París, Santo Obispo, 1 Noviembre
Se cuenta que San Marcelo nació en París. |
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Pedro Almató Ribera, Santo Mártir, 1 Noviembre
En la diócesis catalana de Vic está el pueblo de San Feliu Saserra, en donde el año 1830 vio la primera luz el que habría de ser sacerdote misionero dominico y mártir de Vietnam, Pedro, en el seno de la familia Almató y Ribera. Entró como dominico en el convento de Ocaña en 1847. |
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Fuente: Vatican.va
Teodor Romza, Beato Obispo y mártir, 1 Noviembre
Obispo y administrador apostólico de Mukacevo (1911-1947). Mártir |
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_Fuente: Dominicos.org
Valentín de Berri Otxoa, Santo Obispo y mártir, 1 de noviembre
Obispo y Mártir Dominico Martirologio Romano: En la ciudad de Hai Duong, en Tonquín, santos mártires Jerónimo Hermosilla y Valentían Barrio Ochoa, obispos, y Pedro Almató Ribeira, presbíteros de la Orden de Predicadores, que fueron decapitados por orden del emperador Tu Duc (1861).
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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina04
Vigor de Bayeux, Santo Obispo, 1 Noviembre
Vigor nació en Artois, en la Francia septentrional, y vivió en la época de Childeberto I. |
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Fuente: Iberopuebla.edu.mx
Rupert Mayer, Beato Se opuso al nazismo, 1 Noviembre
El P. Rupert Mayer s.j. fue una persona que supo sostener sus convicciones. Al terminar la educación secundaria indicó a su padre que él deseaba ser jesuita. Como él le pidiera que se ordenara antes de sacerdote, estudió filosofía y teología. Ordenado, durante un año se desempeñó como Vicario en una parroquia. Ingresó a la Compañía en el Noviciado de Feldkirch, Austria, el 1 de octubre de 1900. Más tarde él mostraría igual firmeza en la oposición al Movimiento Nacional Socialista de Adolfo Hitler. |
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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Omar (Audomaro), Santo Obispo, 1 de noviembre
Obispo Martirologio Romano: En el territorio de Théouranne, en Flandes, san Audomaro, que, siendo discípulo de san Eustasio, abad de Luxeuil, fue elegido obispo de los Marinos y renovó allí la fe cristiana (c. 670).
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Benigno, Santo Mártir, 1 de noviembre
Noviembre 1 Etimológicamente significa "bueno". Viene de la lengua latina. |
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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/
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