JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según san Marcos 6, 7-13
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros. Les ordenó que no tomaran nada para el camino, excepto un bastón. Ni pan, ni morral, ni dinero consigo. Que llevaran sandalias, pero no dos túnicas. Les dijo además:
"Cuando entren en una casa, quédense en ella hasta que se vayan de aquel lugar. Si en algún
sitio no los reciben ni los escuchan, váyanse de allí y sacudan el polvo de la planta de sus pies, como testimonio contra ellos".
Ellos salieron a predicar y exhortaban a la conversión. Expulsaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los sanaban.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Nota: es una película protestante, por eso falta LA MADRE.
Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/media/y3hgYNp23xu
El Gran Milagro (película completa): http://www.gloria.tv/media/hYyhhps7cqX
Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
"El GRAN tesoro oculto de la Santa Misa": http://iteadjmj.com/LIBROSW/lpm1.doc
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). La Misa es lo mínimo para salvarnos. Es como si un padre dijera "si no comes, te mueres, así que come al menos una vez por semana". Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice al otro: "Te amo, pero no quiero verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama realmente?
Faltar a Misa viola los principales mandamientos: el primero ("Amar a Dios sobre todas las cosas") y tercero ("Santificar las fiestas"). Por nuestro propio bien y evitar el infierno eterno, Dios sólo nos pide que nos regalemos 1 de las 168 horas de vida que Él nos regala cada semana: 0,6% ¡No seamos ingratos! Idolatramos aquello que preferimos a Él: los "dioses" son el descanso, entretenimiento, comida, trabajo, compañía, flojera. Prefieren baratijas al oro. Si en la Misa repartieran 1 millón de dólares a cada uno, ¿qué no harías para asistir? ¡Pues recibes infinitamente más! "Una misa vale más que todos los tesoros del mundo"… Por todo esto, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).
Si rechazamos la Misa, ¿cómo vamos a decir "Padre Nuestro" si rechazamos volver a la Casa del Padre? ¿cómo decir "Santificado sea Tu Nombre", "Venga a nosotros Tu Reino", "Hágase Tu Voluntad", "Danos hoy nuestro pan supersubstancial de cada día" y "no nos dejes caer en la tentación más líbranos del malo", si todo eso lo obtenemos de la Misa?
Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es imprescindible la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html
Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.
† Misal
jue 4a. Ordinario año impar
Antífona de Entrada
Canten al Señor un cántico nuevo, cante al Señor toda la tierra. Hay brillo y esplendor en su presencia, belleza y majestad en su templo.
Oración Colecta
Oremos:
Dios eterno y todopoderoso: conduce nuestra vida por el camino de tus mandamientos, para que, unidos a tu Hijo amado, podamos producir frutos abundantes.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
Primera Lectura
Se han acercado ustedes a Sión, el monte y la ciudad del Dios viviente
Lectura de la carta a los Hebreos 12, 18-19. 21-24
Hermanos: Ustedes no se han acercado a algo palpable, ni a un fuego ardiente, ni a la oscura nube, ni a las tinieblas, ni a la tempestad, ni a la trompeta vibrante, ni al resonar de aquellas palabras que oyeron los israelitas y pidieron que no les hablaran más. El espectáculo era, en efecto, tan terrible que Moisés
dijo: "Estoy atemorizado y estremecido".
Ustedes, en cambio, se han acercado a la montaña de Sión, a la ciudad del Dios vivo, que es la Jerusalén celestial, al coro de millares de ángeles, a la asamblea de los primogénitos que están inscritos en el cielo, a Dios, juez de todos, a los espíritus de los que viviendo rectamente han logrado la perfección, a Jesús, el mediador de la nueva alianza, que nos ha rociado con una sangre que habla mejor que la de Abel.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial Sal 47, 2-3ab.3cd-4.9
Recordamos, Señor, tu gran amor.
Grande es el Señor y digno de toda alabanza, en la ciudad de nuestro Dios, en su santo monte. Altura hermosa, alegría de toda la tierra.
Recordamos, Señor, tu gran amor.
El monte Sión, la morada de Dios, la capital del gran rey. Entre sus palacios, Dios se manifiesta como segura defensa.
Recordamos, Señor, tu gran amor.
Tal como lo habíamos oído, así lo hemos visto en la ciudad del Señor todopoderoso, la ciudad de nuestro Dios, la que Dios ha fundado para siempre.
Recordamos, Señor, tu gran amor.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
El reino de Dios está cerca, dice el Señor; arrepiéntanse y crean en el Evangelio.
Aleluya.
Evangelio
Envió a los discípulos de dos en dos
† Lectura del santo Evangelio según san Marcos 6, 7-13
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros. Les ordenó que no tomaran nada para el camino, excepto un bastón. Ni pan, ni morral, ni dinero consigo. Que llevaran sandalias, pero no dos túnicas. Les dijo además:
"Cuando entren en una casa, quédense en ella hasta que se vayan de aquel lugar. Si en algún
sitio no los reciben ni los escuchan, váyanse de allí y sacudan el polvo de la planta de sus pies, como testimonio contra ellos".
Ellos salieron a predicar y exhortaban a la conversión. Expulsaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los sanaban.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración sobre las Ofrendas
Señor, acepta con bondad los dones que te presentamos, y santifícalos por medio de tu Espíritu para que se nos conviertan en sacramento de salvación.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio
Jesús buen samaritano
En verdad es justo darte gracias, y deber nuestro alabarte, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, en todos los momentos y circunstancias de la vida, en la salud y en la enfermedad, en el sufrimiento y en el gozo, por tu siervo, Jesús, nuestro Redentor.
Porque él, en su vida terrena, pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal.
También hoy, como buen samaritano, se acerca a todo hombre que sufre en su cuerpo o en su espíritu, y cura sus heridas con el aceite del consuelo y el vino de la esperanza.
Por este don de tu gracia, incluso cuando nos vemos sumergidos en la noche del dolor, vislumbramos la luz pascual en tu Hijo, muerto y resucitado.
Por eso,
unidos a los ángeles y a los santos, cantamos a una voz el himno de tu gloria:
Antífona de la Comunión
Yo soy la luz del mundo, dice el Señor. El que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Te damos gracias, Señor, por habernos alimentado con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, y te pedimos que este don tuyo sea para nosotros fuente inagotable de vida.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén
Dia 5/02 Santa Agueda (virgen y mártir, rojo)
Antífona de Entrada
Los santos, que siguieron las huellas de Cristo, viven gozosos en el cielo. Derramaron la sangre por su amor; por eso se alegran con Cristo para siempre.
Oración Colecta
Oremos:
Te rogamos, Señor, que la virgen santa Agueda nos alcance tu perdón, pues ella fue agradable a tus ojos por la fortaleza que mostró en su martirio y por el mérito de su castidad.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
Primera Lectura
Dios ha elegido a los débiles del mundo
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 1, 26-31
Hermanos: Consideren que entre ustedes, los que han sido llamados por Dios, no hay muchos sabios, ni muchos poderosos, ni muchos nobles, según los criterios humanos. Pues Dios ha elegido a los ignorantes de este mundo, para humillar a los sabios; a los débiles del mundo, para avergonzar a los fuertes; a los insignificantes y despreciados del mundo, es decir, a los que no valen nada, para reducir a la nada a los que valen; de manera que nadie pueda presumir delante de Dios.
En efecto, por obra de Dios, ustedes están injertados en Cristo Jesús, a quien Dios hizo nuestra sabiduría, nuestra justicia, nuestra santificación y nuestra redención. Por lo tanto, como dice la Escritura: "El que se gloría, que se gloríe en el Señor".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Del salmo 30
Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.
Sé tú mi fortaleza y mi refugio, mi muro de resguardo. Pues eres mi refugio y fortaleza, por tu nombre, Señor, guía mis pasos.
Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.
En tus manos encomiendo mi espíritu y tu lealtad me librará, Dios mío. Tu amor, Señor, me llenará de gozo cuando te hayas de mí compadecido.
Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.
Líbrame del poder de mi enemigo que viene tras mis pasos. Vuelve, Señor, tus ojos a tu siervo y por tu amor tan grande, ponme a salvo.
Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Dichosos ustedes, si los injurian por ser cristianos, porque el Espíritu de Dios descansa sobre ustedes.
Aleluya.
Evangelio
El que pierda su vida por mi causa, ése la encontrará
† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 9, 23-26
Gloria a ti Señor.
En aquel tiempo, Jesús le dijo a la multitud:
"Si alguno quiere acompañarme, que no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga. Pues el que quiera conservar para sí mismo su vida, la perderá; pero el que la pierda por mi causa, ése la encontrará. En efecto, ¿de qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si se pierde a sí mismo o se destruye?
Por otra parte, si alguien se avergüenza de mí y de mi doctrina, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga revestido de su gloria y de la del Padre y de la gloria de los santos ángeles".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración sobre las Ofrendas
Recibe, Padre Santo, las ofrendas que te presentamos en la fiesta de tu mártir santa Agueda; y concédenos la gracia de permanecer siempre firmes en la confesión de tu nombre.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio
El martirio, testimonio y ejemplo
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque la sangre de la gloriosa mártir santa Agueda, derramada, como la de Cristo, para confesar tu nombre, manifiesta las maravillas de tu poder; pues en su martirio, Señor, has sacado fuerza de lo débil, haciendo de la fragilidad tu propio testimonio, por Cristo, Señor nuestro.
Por eso,
como los ángeles te cantan en el cielo, así nosotros en la tierra te aclamamos diciendo sin cesar:
Antífona de la Comunión
Ustedes son los que han perseverado conmigo en mis pruebas, y yo les transmito el Reino, dice el Señor: comerán y beberán a mi mesa en mi Reino.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Señor y Dios nuestro, que iluminaste el misterio de la cruz en la muerte gloriosa de tus mártires; escucha nuestra súplica y haz que, fortalecidos por este sacrificio, nos unamos en Cristo fielmente y trabajemos en la Iglesia por la salvación de todos los humanos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén
† Meditación diaria
4ª semana. Jueves
LOS ENFERMOS, PREDILECTOS DEL SEÑOR
— Imitar a Cristo en el amor y atención a los enfermos.
— La Unción de los enfermos.
— Valor corredentor del dolor y de la enfermedad. Aprender a santificarlo.
I. El Evangelio de la Misa1 nos habla de la misión de los Doce por las aldeas y parajes de Palestina. Predicaron la necesidad de hacer penitencia para entrar en el Reino de Dios y expulsaban los demonios y ungían con óleo a muchos enfermos y los curaban.
El aceite se utilizaba frecuentemente para curar las heridas2, y el Señor determinó que fuera la materia del sacramento de la Unción de los enfermos. En las breves palabras del Evangelio de San Marcos la Iglesia ha visto insinuado este sacramento3, que fue instituido por el Señor, y más tarde promulgado y recomendado a los fieles por el Apóstol Santiago4. Es una muestra más del desvelo de Cristo y de su Iglesia por los cristianos más necesitados.
Nuestro Señor mostró siempre su infinita compasión por los enfermos. Él mismo se reveló a los discípulos enviados por el Bautista llamando su atención sobre lo que estaban viendo y oyendo: los ciegos recobran la vista y los cojos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y los pobres son evangelizados5. En la parábola del banquete de bodas, los criados recibieron esta orden: salid a los caminos... y traed a los pobres, a los lisiados, a los ciegos, a los cojos...6. Son innumerables los pasajes en los que Jesús se movió a compasión al contemplar el dolor y la enfermedad, y sanó a muchos como signo de la curación espiritual que obraba en las almas.
El Señor ha querido que sus discípulos le imitemos en una compasión eficaz hacia quienes sufren en la enfermedad y en todo dolor. "La Iglesia abraza a todos los afligidos por la debilidad humana; más aún, reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su Fundador, pobre y paciente, se esfuerza en aliviar sus necesidades y pretende servir en ellos a Cristo"7. En los enfermos vemos al mismo Señor, que nos dice: lo que hicisteis por uno de estos, por mí lo hicisteis8. "El que ama al prójimo debe hacer tanto bien a su cuerpo como a su alma –escribe San Agustín–, y esto no consiste solo en acudir al médico, sino también en cuidar el alimento, la bebida, el vestido, la habitación y proteger el cuerpo contra todo lo que le pueda resultar molesto... Son misericordiosos los que ponen delicadeza y humanidad al proporcionar lo necesario para resistir males y dolores"9.
Entre las atenciones que podemos tener con los enfermos está: acompañarles, visitarles con la frecuencia oportuna, procurar que la enfermedad no les intranquilice, facilitarles el descanso y el cumplimiento de todas las prescripciones del médico, hacerles grato el tiempo que estemos con ellos, sin que nunca se sientan solos, ayudarles a que ofrezcan y santifiquen el dolor, procurar que reciban los sacramentos. No olvidemos que son el "tesoro de la Iglesia", que pueden mucho delante de Dios y que el Señor les mira con particular predilección.
II. Debemos preocuparnos por la salud física de quienes están enfermos, y también de su alma. Procuraremos ayudarles con los medios humanos a nuestro alcance y, sobre todo, haciéndoles ver que ese dolor, si lo unen a los padecimientos de Cristo, se convierte en un bien de valor incalculable: ayuda eficaz a toda la Iglesia, purificación de sus faltas pasadas, y una oportunidad que Dios les da para adelantar mucho en su santidad personal, porque Cristo bendice en ocasiones con la Cruz.
El sacramento de la Unción de enfermos es uno de los cuidados que la Iglesia reserva para sus hijos enfermos. Este sacramento fue instituido para ayudar a los hombres a alcanzar el Cielo, pero no puede administrarse a los sanos, ni tampoco a quien no padezca grave enfermedad, aunque se halle en peligro su vida, porque fue instituido a manera de medicina espiritual, y las medicinas no se dan a sanos, sino a los enfermos10. La Iglesia tampoco desea que se espere hasta los momentos finales para recibirlo, sino cuando ya comienzan a estar en peligro de muerte por enfermedad o vejez11; sin embargo, puede reiterarse si el enfermo se recupera después de la Unción o si, durante la misma enfermedad, el peligro o la gravedad se acentúa12; igualmente, se puede administrar a quien va a sufrir una intervención quirúrgica, con tal que sea una enfermedad grave la razón para esa intervención13.
Este sacramento es un gran don de Jesucristo, y trae consigo abundantísimos bienes; por tanto, hemos de desearlo y pedirlo cuando nos encontremos en enfermedad grave. Por ser un bien tan grande, la fe nos llevará a que lo reciban con alegría aquellas personas con quienes nos une algún lazo de parentesco o de amistad, y todos aquellos a los que podemos llegar en nuestro apostolado. Es un deber de caridad y, en muchos casos, de justicia.
El bien mayor de este sacramento es librar al cristiano del decaimiento y debilidad que contrajo con los pecados14. De esta manera se le fortalece y se devuelve al alma la juventud y el vigor que perdió a causa de sus faltas y flaquezas.
El Papa Pablo VI, citando al Concilio de Trento, explicaba y resumía los efectos de este sacramento: da "la gracia del Espíritu Santo, cuya unción quita los pecados, si alguno queda aún por quitar, y los vestigios de pecado; también alivia y fortalece el alma de la persona enferma, despertando en ella una gran confianza en la misericordia divina; sostenido de esta suerte, puede fácilmente soportar las pruebas y penalidades de la enfermedad, resistir más fácilmente las tentaciones del demonio que está al acecho (Gen 3, 15), y a veces recupera la salud corporal, si resulta conveniente para la salud del alma"15. Este sacramento infunde una gran paz y alegría al alma del enfermo consciente, le mueve a unirse a Cristo en la Cruz, corredimiendo con Él, y "prolonga el interés que el mismo Señor mostró por el bienestar corporal y espiritual del enfermo, como testifican los Evangelios, y que Él deseaba que mostraran también sus discípulos"16.
Examinemos hoy en nuestra oración si en cada enfermo sabemos ver a Cristo doliente, si le cuidamos con cariño y respeto, si tenemos atenciones delicadas y prestamos esas pequeñas ayudas que tanto se agradecen. Sobre todo, veamos junto al Señor si le ayudamos con oportunidad a unirse más a Cristo, a corredimir con Él.
III. Cuando el Señor nos haga gustar su Cruz a través del dolor y de la enfermedad, debemos considerarnos como hijos predilectos. Puede enviarnos el dolor físico u otros sufrimientos: humillaciones, fracasos, injurias, contradicciones en la propia familia... No debemos olvidar entonces que la obra redentora de Cristo se continúa a través de nosotros. Por muy poca cosa que podamos ser, nos convertimos en corredentores con Él, y el dolor –que era inútil y dañoso– se convierte en alegría y en un tesoro. Y podremos decir con San Pablo: Ahora me alegro de mis padecimientos por vosotros y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia17. El Apóstol recuerda la lección del Maestro: por esto sigue sus pisadas18, toma su cruz19 y continúa la labor de dar a conocer la doctrina de Cristo a todos los hombres.
Afirma el Papa Juan Pablo II que el dolor "no solo es útil a los demás, sino que realiza incluso un servicio insustituible. En el Cuerpo de Cristo (...) el sufrimiento, penetrado por el espíritu del sacrificio de Cristo, es el mediador insustituible y autor de los bienes indispensables para la salvación del mundo. El sufrimiento, más que cualquier otra cosa, es el que abre el camino a la gracia que transforma las almas. El sufrimiento, más que todo lo demás, hace presente en la historia de la humanidad la fuerza de la Redención"20.
Para aprovechar esta riqueza de gracias que, de una forma u otra, nos llegará, se requiere "una preparación remota, hecha cada día con un santo desapego de uno mismo, para que nos dispongamos a sobrellevar con garbo –si el Señor lo permite– la enfermedad o la desventura. Servíos ya de las ocasiones normales, de alguna privación, del dolor en sus pequeñas manifestaciones habituales, de la mortificación, y poned en ejercicio las virtudes cristianas"21.
El dolor, que ha separado a muchos de Dios porque no lo han visto a la luz de la fe, debe unirnos más a Él. Y debemos enseñar a los enfermos su valor redentor. Entonces llevarán con paz la enfermedad y las contradicciones que el Señor permita, y las amarán, porque habrán aprendido que también el dolor viene de un Padre que solo quiere el bien para sus hijos.
Acudimos a nuestra Madre Santa María. Ella, "que en el Calvario, estando de pie valerosamente junto a la cruz del Hijo (cfr. Jn 19, 25), participó de su pasión, sabe convencer siempre a nuevas almas para unir sus propios sufrimientos al sacrificio de Cristo, en un "ofertorio" que, sobrepasando el tiempo y el espacio, abraza a toda la humanidad y la salva"22. Pidámosle que el dolor y las penas –inevitables en esta vida– nos ayuden a unirnos más a su Hijo, y que sepamos entenderlos, cuando lleguen, como una bendición para nosotros mismos y para toda la Iglesia.
1 Mc 6, 7-13. — 2 Cfr. Is 1, 6; Lc 10, 34. — 3 Cfr. Conc. de Trento, Ses. XIV, Doctrina de sacramento extremae unctionis, cap. 1. — 4 Cfr. Sant 5, 14 ss. — 5 Cfr. Mt 11, 5. — 6 Cfr. Lc 14, 21. — 7 Cfr. Conc. Vat. II, Const. Lumen gentium, 8. — 8 Cfr. Mt 25, 40. — 9 San Agustín, Sobre las costumbres de la Iglesia católica, 1, 28, 56. — 10 Cfr. Catecismo Romano, II, 6, n. 9. — 11 Cfr. Conc. Vat. II, Const. Sacrosanctum Concilium, 73. — 12 Cfr. Ritual de la Unción, Praenotanda, n. 8. — 13 Cfr. Ibídem, n. 10. — 14 Cfr. Catecismo Romano, II, 6, n. 14. — 15 Pablo VI, Const. Apost. Sacram Unctionem infirmorun, 30-XI-1972. — 16 Ritual de la Unción, Praenotanda, n. 5. — 17 Col 1, 24. — 18 Cfr. 1 Pdr 2, 21. — 19 Cfr. Mt 10, 38. — 20 Juan Pablo II, Carta Apost. Salvifici doloris, 11-II-1984, 27. — 21 San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 124. — 22 Juan Pablo II, Homilía 11-XI-1980.
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† Santoral (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)
Santa Agueda, vírgen y mártir (Año 251)
Agueda significa "la buena", "la virtuosa".
Un himno latino sumamente antiguo canta así: "Oh Agueda: tu corazón era tan fuerte que logró aguantar que el pecho fuera destrozado a machetazos y tu intercesión es tan poderosa, que los que te invocan cuando huyen al estallar el volcán Etna, se logran librar del fuego y de la lava ardiente, y los que te rezan, logran apagar el fuego de la concupiscencia.".
Agueda nación en Catania, Sicilia, al sur de Italia, hacia el año 230.
Como Santa Inés, Santa Cecilia y Santa Lucía,
decidió conservarse siempre pura y virgen, por amor a Dios.
En tiempos de la persecución del tirano emperador Decio, el gobernador Quinciano se propone enamorar a Agueda, pero ella le declara que se ha consagrado a Cristo.
Para hacerle perder la fe y la pureza el gobernador la hace llevar a una casa de mujeres de mala vida y estarse allá un mes, pero nada ni nadie logra hacerla quebrantar el juramento de virginidad y de pureza que le ha hecho a Dios. Allí, en esta peligrosa situación, Agueda repetía las palabras del Salmo 16: "Señor Dios: defiéndeme como a las pupilas de tus ojos. A la sombra de tus alas escóndeme de los malvados que me atacan, de los enemigos mortales que asaltan.
El gobernador le manda destrozar el pecho a machetazos y azotarla cruelmente. Pero esa noche se le aparece el apóstol San Pedro y la anima a sufrir por Cristo y la cura de sus heridas.
Al encontrarla curada al día siguiente, el tirano le pregunta: ¿Quién te ha curado? Ella responde: "He sido curada por el poder de Jesucristo". El malvado le grita: ¿Cómo te atreves a nombrar a Cristo, si eso está prohibido? Y la joven le responde: "Yo no puedo dejar de hablar de Aquél a quien más fuertemente amo en mi corazón".
Entonces el perseguidor la mandó echar sobre llamas y brasas ardientes, y ella mientras se quemaba iba diciendo en su oración: "Oh Señor, Creador mío: gracias porque desde la cuna me has protegido siempre. Gracias porque me has apartado del amor a lo mundano y de lo que es malo y dañoso. Gracias por la paciencia que me has concedido para sufrir. Recibe ahora en tus brazos mi alma". Y diciendo esto expiró. Era el 5 de febrero del año 251.
Desde los antiguos siglos los cristianos le han tenido una gran devoción a Santa Agueda y muchísimos y muchísimas le han rezado con fe para obtener que ella les consiga el don de lograr dominar el fuego de la propia concupiscencia o inclinación a la sensualidad.
Propósito: Digámosle a Dios: "Señor, aquí están todas mis concupiscencias y malas inclinaciones. Mi vida se puede convertir fácilmente en un desorden. Toma en tus manos estas mis malas inclinaciones y cálmalas y cúralas, tu que curaste las heridas de tu sierva Agueda y le diste fortaleza para resistir al fuego. Creo que el poder y la bondad de mi Dios podrán obtener lo que mis pobres fuerzas no han logrado. Dios puede mejorar radicalmente mi personalidad. ¿Cuántas veces pondré en manos de Dios mis concupiscencias y malas inclinaciones para que El las cure y las calme? ¿Cuántas veces cada día?
San Felipe de Jesús, mártir (1572 – 1597)
Felipe nació en la ciudad de México el año 1572, hijo de honrados inmigrantes españoles. En su niñez se caracterizó por su índole inquieta y traviesa. Se cuenta que su aya, una buena negra cristiana, al comprobar las diarias travesuras de Felipillo, solía exclamar, con la mirada fija en una higuera seca que, en el fondo del jardín, levantaba a las nubes sus áridas ramas: "Antes la higuera seca reverdecerá, que Felipe llegue a ser santo" El chico no tenía madera de santo.
Pero un buen día entró en el noviciado de los franciscanos dieguinos; más no pudiendo resistir la austeridad, otro buen día se escapó del convento.
Regresó a la casa paterna y ejerció durante algunos años el oficio de platero, si bien con escasas ganancias; por lo que su padre, Alonso de las Casas, lo envió a las islas Filipinas a probar fortuna. Felipe contaba ya para entonces 18 años. Se estableció en el emporio de artes, riquezas y placeres que era en esos tiempos la ciudad de Manila.
Nuestro joven gozó por un tiempo de los deslumbrantes atractivos de aquella ciudad, pero pronto se sintió angustiado: el vacío de Dios se dejó sentir muy hondo, hasta las últimas fibras de su ser; en medio de aquel doloroso vacío, volvió a oír la tenue llamada de Cristo: "Si quieres venir en pos de Mí, renuncia a ti mismo, toma tu cruz y sígueme" (Mt. 16, 24).
Y Felipe volvió a tomar la cruz: entró con los franciscanos de Manila y ahora sí tomó muy en serio su conversión... oró mucho, estudió, cuidó amorosamente a los enfermos y necesitados, y un buen día le anunciaron que ya podía ordenarse sacerdote, y que, por gracia especial, esa ordenación tendría lugar precisamente en su ciudad natal, en México.
Se embarcó juntamente con Fray Juan Pobre y otros franciscanos rumbo a la Nueva España; pero una gran tempestad arrojó el navío a las costas de Japón, entonces evangelizado, entre otros, por Fray Pedro Bautista y algunos Hermanos de la provincia franciscana de Filipinas. Felipe se sintió dichoso: ahora podría ahondar más en su conversión esforzándose por convertir a muchos japoneses.
Las conversiones en Japón aumentaban día a día; pero entonces estalló la persecución de Taicosama contra los franciscanos y sus catequistas.
Nuestro Felipe, por su calidad de náufrago hubiera podido evitar honrosamente la prisión y los tormentos, como habían hecho Fray Juan Pobre y otros compañeros de naufragio. Pero Felipe rechazó esa manera fácil de rehuir su actividad. Quería convertirse siempre más a fondo, hasta abrazarse del todo con la cruz de Cristo. Siguió, pues, hasta el último suplicio a San Pedro Bautista y demás misioneros franciscanos que desde hacía años evangelizaban el Japón.
Felipe, juntamente con ellos, fue llevado en procesión por algunas de las principales ciudades para que se burlaran de él. Sufrió pacientemente que le cortaran, como a todos los demás, una oreja, y, finalmente en Nagasaki, en compañía de otros 21 franciscanos, cinco de la Primera Orden y quince de la Tercera Orden, además de tres jóvenes jesuitas, se abrazó a la cruz de la cual fue colgado, suspendido mediante una argolla y atravesado por dos lanzas. Felipe fue el primero en morir en medio de todos aquellos gloriosos mártires. Sus últimas palabras fueron: "Jesús, Jesús, Jesús".
Felipe se había convertido plena y totalmente a Cristo. Era el 5 de febrero de 1597. Cuenta la leyenda que ese mismo día la higuera seca de la casa paterna reverdeció de pronto y dio fruto. Felipe fue beatificado, juntamente con sus compañeros de cruento martirio, el 14 de septiembre de 1627, y canonizado el 8 de junio de 1862.
Felipe, el joven que supo convertirse hasta dar la vida por Cristo, ha sido declarado patrono de la Ciudad de México y de su arzobispado.
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Fuente: ACI Prensa
Isabel Canori Mora, Beata Laica, Febrero 5
LaicaMartirologio Romano: En Roma, beata Isabel Canori Mora, madre de familia, que tras haber sufrido mucho tiempo, con caridad y paciencia, la infidelidad del marido, angustias económicas y la persecución de familiares, ofreció su vida a Dios por la conversión, salud, paz y santificación de los pecadores, y entró a formar parte de la Tercera Orden de la Santísima Trinidad (1825).
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Fuente: Enciclopedia Católica || ACI Prensa
Adelaida de Vilich, Santa Abadesa, Febrero 5
AbadesaMartirologio Romano: En Colonia, de Lotaringia, santa Adalheide, que fue la primera abadesa del monasterio de Vilich, en el que introdujo la Regla de san Benito, pasando después al monasterio de Santa María de Colonia, donde falleció (1015). |
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Fuente: agenciacatolica.com
Jesús Méndez Montoya, Santo Sacerdote y Mártir, 5 de febrero
Sacerdote y MártirMartirologio Romano: En Valtiervilla, lugar de México, san Jesús Méndez, presbítero y mártir, que murió por Cristo durante la persecución mexicana (1928). |
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Fuente: Martirologio Romano
Otros Santos y Beatos Completando el santoral de este día, Febrero 5
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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; hablarcondios.org, Catholic.net, misalpalm.com
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/
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