JMJ
Pax
Dios mandó a su Hijo al mundo, para que se salve por él
† Lectura del santo Evangelio según san Juan 3, 16-18
Gloria a ti, Señor.
"Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él, no será condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el Hijo único de Dios".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Nota: es una película protestante, por eso falta LA MADRE.
El Misterio de la Misa en 2 minutos: https://www.youtube.com/watch?v=0QCx-5Aqyrk
El que no valora una obra de arte es porque necesita cultura: https://www.youtube.com/watch?v=mTKKaT-KaKw
Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/media/y3hgYNp23xu
El Gran Milagro (película completa): http://www.gloria.tv/media/hYyhhps7cqX
Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
San Leonardo, "El GRAN tesoro oculto de la Santa Misa": http://iteadjmj.com/LIBROSW/lpm1.doc
Audio (1/5): https://www.youtube.com/watch?v=2NjKuVnxH58
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). La Misa es lo mínimo para salvarnos. Es como si un padre dijera "si no comes, te mueres, así que come al menos una vez por semana". Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice al otro: "Te amo, pero no quiero verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama realmente?
Faltar a Misa viola los principales mandamientos: el primero ("Amar a Dios sobre todas las cosas") y tercero ("Santificar las fiestas"). Por nuestro propio bien y evitar el infierno eterno, Dios sólo nos pide que nos regalemos 1 de las 168 horas de vida que Él nos regala cada semana: 0,6% ¡No seamos ingratos! Idolatramos aquello que preferimos a Él: los "dioses" son el descanso, entretenimiento, comida, trabajo, compañía, flojera. Prefieren baratijas al oro. Si en la Misa repartieran 1 millón de dólares a cada uno, ¿qué no harías para asistir? ¡Pues recibes infinitamente más! "Una misa vale más que todos los tesoros del mundo"… Por todo esto, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).
Si rechazamos la Misa, ¿cómo vamos a decir "Padre Nuestro" si rechazamos volver a la Casa del Padre? ¿cómo decir "Santificado sea Tu Nombre", "Venga a nosotros Tu Reino", "Hágase Tu Voluntad", "Danos hoy nuestro pan supersubstancial de cada día" y "no nos dejes caer en la tentación más líbranos del malo", si todo eso lo obtenemos de la Misa?
Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es imprescindible la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html
Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa (Jn 15,22).
† Misal
SANTÍSIMA TRINIDAD (A)
Bendito sea Dios Padre, y su Hijo Unigénito, y el Espíritu Santo, porque ha tenido misericordia de nosotros.
Oración Colecta
Oremos:
Dios, Padre todopoderoso, que has enviado al mundo la Palabra de la verdad y el Espíritu de la santificación para revelar a los humanos tu admirable misterio; concédenos profesar la fe verdadera, conocer la gloria de la eterna Trinidad y adorar su unidad todopoderosa.
Por nuestro Señor Jesucristo....
Amén.
Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso
Lectura del libro del Exodo 34, 4b-6.8-9
En aquellos días, Moisés subió de madrugada a la montaña del Sinaí, como le había mandado el Señor, llevando en la mano las dos tablas de piedra. El Señor bajó en la nube y se quedó con él allí, y Moisés pronunció el nombre del Señor. El Señor pasó ante él proclamando:
"Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad".
Moisés al momento se inclinó y se echó por tierra. Y le dijo:
"Si he obtenido tu favor, que mi Señor vaya con nosotros, aunque éste es un pueblo de cabeza dura; perdona nuestras culpas y pecados y tómanos como heredad tuya".
Palabra de Dios.
Te alabamos Señor.
Daniel 3
A ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres, a ti gloria y alabanza por los siglos. Bendito tu nombre santo y glorioso; a él gloria y alabanza por los siglos.
A ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres en el templo de tu santa gloria. Bendito eres sobre el trono de tu reino. Bendito eres tú, que, sentado sobre querubines, sondeas los abismos. Bendito eres en la bóveda del cielo.
A ti gloria y alabanza por los siglos.
La gracia de Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 13, 11-13
Hermanos: Alégrense, trabajen por su perfección, anímense, tengan un mismo sentir y vivan en paz. Y el Dios del amor y de la paz estará con ustedes. Salúdense mutuamente con el beso santo.
Los saludan todos los fieles.
La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté siempre con ustedes.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Al Dios que es, que era y que vendrá.
Aleluya.
Dios mandó a su Hijo al mundo, para que se salve por él
† Lectura del santo Evangelio según san Juan 3, 16-18
Gloria a ti, Señor.
"Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él, no será condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el Hijo único de Dios".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración de los Fieles
Celebrante:
Oremos, hermanos y hermanas, a Dios, Padre entrañable, que por Jesucristo nos ha revelado su amor y que escucha complacido los gemidos inefables con que el Espíritu intercede por nosotros:
(Respondemos: Te rogamos, Señor, óyenos.)
Para que Dios Padre, creador todopoderoso del universo, lleve el mundo a su plenitud y haga nacer aquel cielo nuevo y aquella tierra nueva que nos ha prometido, en la que la humanidad entera encontrará la felicidad y podrá contemplar su rostro glorioso, roguemos al Señor.
Te rogamos, Señor, óyenos.
Para que el Hijo Unigénito de Dios, que se hizo hombre para desposarse con la Iglesia, infunda en ella un amor semejante al suyo, como corresponde a su condición de esposa amada, roguemos al Señor.
Te rogamos, Señor, óyenos.
Para que el Espíritu del Señor, que enriquece al mundo con sus dones, sea padre para los pobres, consuelo para los tristes, salud para los enfermos y fuerza para los decaídos, roguemos al Señor.
Te rogamos, Señor, óyenos.
Para que los que conocemos el misterio de la vida íntima de Dios, uno en tres Personas, tengamos celo para anunciarlo a quienes lo desconocen, a fin de que también ellos encuentren gozo y descanso en Dios, que se nos ha revelado como Padre, Hijo y Espíritu Santo, roguemos al Señor.
Te rogamos, Señor, óyenos.
Celebrante:
Padre fiel y misericordioso, que enviaste al mundo a tu Hijo Unigénito y quisiste que tu Espíritu fuera para nosotros principio de vida, constructor de unidad y fuente de amor; escucha nuestras oraciones, fortalece nuestra fe e inspíranos sentimientos de paz y esperanza para que, reunidos en la comunión de tu Iglesia, bendigamos siempre tu nombre glorioso y santo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Por la invocación de tu santo nombre, Señor, santifica estos dones que te presentamos y transfórmanos por ellos en ofrenda perenne a tu gloria.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
El misterio de la Santísima Trinidad
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Que con tu único Hijo y el Espíritu Santo eres un solo Dios, un solo Señor; no una sola
Persona, sino tres Personas en una sola naturaleza. Y lo que creemos de tu gloria, porque tú lo revelaste, lo afirmamos también de tu Hijo, y también del Espíritu Santo, sin diferencia ni distinción.
De modo que, al proclamar nuestra fe en la verdadera y eterna divinidad, adoramos tres Personas distintas, de única naturaleza e iguales en su dignidad.
A quien alaban los ángeles y los arcángeles y todos los coros celestiales, que no cesan de aclamarte con una sola voz:
Como son hijos, Dios envió a sus corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: ¡Padre! .
Oración después de la Comunión
Oremos:
Al confesar nuestra fe en la Trinidad santa y eterna y en su unidad indivisible, concédenos, Señor y Dios nuestro, encontrar la salud del alma y del cuerpo en el sacramento que hemos recibido.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén
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† Meditación diaria
DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
39. LA SANTISIMA TRINIDAD*
Solemnidad
- Revelación del misterio trinitario.
- El trato con cada una de las Personas divinas.
- Oración a la Trinidad Beatísima.
I. Tibi laus, Tibi gloria, Tibi gratiarum actio... A Ti la alabanza, a Ti la gloria, a Ti hemos de dar gracias por los siglos de los siglos, "oh Trinidad Beatísima! (1).
Después de haber renovado los misterios de la salvación -desde el Nacimiento de Cristo en Belén hasta la venida del Espíritu Santo en Pentecostés-, la liturgia nos propone el misterio central de nuestra fe: la Santísima Trinidad, fuente de todos los dones y gracias, misterio inefable de la vida íntima de Dios.
Poco a poco, con una pedagogía divina, Dios fue manifestando su realidad íntima, nos ha ido revelando cómo es Él, en Sí, independiente de todo lo creado. En el Antiguo Testamento da a conocer sobre todo la Unidad de su Ser, y su completa distinción del mundo y su modo de relacionarse con él, como Creador y Señor. Se nos enseña de muchas maneras que Dios, a diferencia del mundo, es increado; que no está limitado a un espacio (es inmenso), ni al tiempo (es eterno). Su poder no tiene límites (es omnipotente): Reconoce, pues, hoy y medita en tu corazón -nos invita la liturgia-que el Señor es el único Dios allá arriba en el cielo y aquí abajo en la tierra; no hay otro (2). Sólo Tú, Señor.
El Antiguo Testamento proclama sobre todo la grandeza de Yahvé, único Dios, Creador y Señor de todo el Universo. Pero también se revela como el pastor que busca a su rebaño, que cuida a los suyos con mimo y ternura, que perdona y olvida las frecuentes infidelidades del pueblo elegido... A la vez, se va manifestando la paternidad de Dios Padre, la Encarnación de Dios Hijo, que es anunciada por los Profetas, y la acción del Espíritu Santo, que lo vivifica todo.
Pero es Cristo quien nos revela la intimidad del misterio trinitario y la llamada a participar en él.Nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelarlo (3). Él nos reveló también la existencia del Espíritu Santo junto con el Padre y lo envió a la Iglesia para que la santificara hasta el fin de los tiempos; y nos reveló la perfectísima Unidad de vida entre las divinas Personas (4).
El misterio de la Santísima Trinidad es el punto de partida de toda la verdad revelada y la fuente de donde procede la vida sobrenatural y a donde nos encaminamos: somos hijos del Padre, hermanos y coherederos del Hijo, santificados continuamente por el Espíritu Santo para asemejarnos cada vez más a Cristo. Así crecemos en el sentido de nuestra filiación divina. Esto nos hace ser templos vivos de la Santísima Trinidad.
Por ser el misterio central de la vida de la Iglesia, la Trinidad Beatísima es continuamente invocada en toda la liturgia. En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu fuimos bautizados, y en su nombre se nos perdonan los pecados; al comenzar y al terminar muchas oraciones, nos dirigimos al Padre, por mediación de Jesucristo, en unidad del Espíritu Santo. Muchas veces a lo largo del día repetimos los cristianos: Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. "-"Dios es mi Padre! -Si lo meditas, no saldrás de esta consoladora consideración.
"-¡Jesús es mi Amigo entrañable! (otro Mediterráneo), que me quiere con toda la divina locura de su Corazón.
"-¡El Espíritu Santo es mi Consolador!, que me guía en el andar de todo mi camino.
"Piénsalo bien. -Tú eres de Dios..., y Dios es tuyo" (5).
II. La vida divina -a cuya participación hemos sido llamados- es fecundísima. Eternamente el Padre engendra al Hijo, y el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo. Esta generación del Hijo y la espiración del Espíritu Santo no es algo que aconteció en un momento determinado, dejando como fruto estable las Tres Divinas Personas: esas procedencias (los teólogos las llaman "procesiones") son eternas.
En el caso de las generaciones humanas, un padre engendra a un hijo, pero ese padre y ese hijo permanecen después del mismo acto de engendrar, incluso aunque muera uno de los dos. El hombre que es padre no sólo es "padre": antes y después de engendrar es "hombre". La esencia, sin embargo, de Dios Padre está en que todo su ser consiste en dar la vida al Hijo. Eso es lo que lo determina como Persona divina, distinta de las demás. En la vida natural, el hijo que es engendrado tiene otra realidad. Pero la esencia del Unigénito de Dios es precisamente ser Hijo (6). Y es a través de Él, haciéndonos semejantes a Él, por un impulso constante del Espíritu Santo, como nosotros alcanzamos y crecemos en el sentido de nuestra filiación divina. Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios. Habéis recibido no un Espíritu de esclavitud para recaer en el temor; sino un Espíritu de adopción, que nos hace gritar: Abba! ( ¡Padre!). Ese Espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos de Dios; y si somos hijos, también herederos de Dios y coherederos con Cristo (7).
La paternidad y la filiación humanas son algo que acontece a las personas, pero no expresan todo su ser. En Dios, la Paternidad, la Filiación y la Espiración constituyen todo el Ser del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (8).
Desde que el hombre es llamado a participar de la misma vida divina por la gracia recibida en el Bautismo, está destinado a participar cada vez más en esta Vida. Es un camino que es preciso andar continuamente. Del Espíritu Santo recibimos constantes impulsos, mociones, luces, inspiraciones para ir más deprisa por ese camino que lleva a Dios, para estar cada vez en una "órbita" más cercana al Señor. "El corazón necesita, entonces, distinguir y adorar a cada una de las Personas divinas. De algún modo, es un descubrimiento, el que realiza el alma en la vida sobrenatural, como los de una criaturica que va abriendo los ojos a la existencia. Y se entretiene amorosamente con el Padre y con el Hijo y con el Espíritu Santo; y se somete fácilmente a la actividad del Paráclito vivificador, que se nos entrega sin merecerlo: ¡los dones y las virtudes sobrenaturales!
"Hemos corrido como el ciervo, que ansía las fuentes de las aguas (Sal 41, 2); con sed, rota la boca, con sequedad. Queremos beber en ese manantial de agua viva. Sin rarezas, a lo largo del día nos movemos en ese abundante y claro venero de frescas linfas que saltan hasta la vida eterna (cfr. Jn 4, 14). Sobran las palabras, porque la lengua no logra expresarse; ya el entendimiento se aquieta. No se discurre, ¡se mira! Y el alma rompe otra vez a cantar con cantar nuevo, porque se siente y se sabe también mirada amorosamente por Dios, a todas horas" (9).
III. La Trinidad Santa habita en nuestra alma como en un templo. Y San Pablo nos hace saber que el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado (10). Y ahí, en la intimidad del alma, nos hemos de acostumbrar a tratar a Dios Padre, a Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo. "Tú, Trinidad eterna, eres mar profundo, en el que cuanto más penetro, más descubro, y cuanto más descubro, más te busco" (11), le decimos en la intimidad de nuestra alma.
"¡Oh, Dios mío, Trinidad Beatísima! Sacad de mi pobre ser el máximo rendimiento para vuestra gloria y haced de mí lo que queráis en el tiempo y en la eternidad. Que ya no ponga jamás el menor obstáculo voluntario a vuestra acción transformadora (...). Segundo por segundo, con intención siempre actual, quisiera ofreceros todo cuanto soy y tengo; y que mi pobre vida fuera en unión íntima con el Verbo Encarnado un sacrificio incesante de alabanza de gloria de la Trinidad Beatísima (...).
"¡Oh, Dios mío, cómo quisiera glorificaros! ¡Oh, si a cambio de mi completa inmolación, o de cualquier otra condición, estuviera en mi mano incendiar el corazón de todas vuestras criaturas y la Creación entera en las llamas de vuestro amor, qué de corazón quisiera hacerlo! Que al menos mi pobre corazón os pertenezca por entero, que nada me reserve para mí ni para las criaturas, ni uno solo de sus latidos. Que ame inmensamente a todos mis hermanos, pero únicamente con Vos, por Vos y para Vos (...). Quisiera, sobre todo, amaros con el corazón de San José, con el Corazón Inmaculado de María, con el Corazón adorable de Jesús. Quisiera, finalmente, hundirme en ese Océano infinito, en ese Abismo de fuego que consume al Padre y al Hijo en la unidad del Espíritu Santo y amaros con vuestro mismo infinito amor (...).
"Padre Eterno, Principio y Fin de todas las cosas! Por el Corazón Inmaculado de María os ofrezco a Jesús, vuestro Verbo Encarnado, y por Él, con Él y en Él, quiero repetiros sin cesar este grito arrancado de lo más hondo de mi alma: Padre, glorificad continuamente a vuestro Hijo, para que vuestro Hijo os glorifique en la unidad del Espíritu Santo por los siglos de los siglos (Jn 17, 1).
"Oh, Jesús, que habéis dicho: Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quisiera revelárselo (Mt 11, 27)!: ""Mostradnos al Padre y esto nos basta!" (Jn 14, 8).
"Y Vos, "oh, Espíritu de Amor!, enseñadnos todas las cosas (Jn 14, 26) y formad con María en nosotros a Jesús (Gal 4, 19), hasta que seamos consumados en la unidad (Jn 17, 23) en el seno del Padre (Jn 1, 18). Amén" (12).
(1) Trisagio angélico.- (2) Primera lectura. Ciclo B. Dt 4, 39.- (3) Mt 11, 27.- (4) Evangelio de la Misa. Ciclo C. Jn 16, 12-15.- (5) J. ESCRIVA DE BALAGUER, Forja, n. 2.- (6) Cfr. J. M. PERO-SANZ, El Símbolo atanasiano, Palabra, Madrid 1976, p. 51.- (7) Segunda lectura. Ciclo C. Rom 8, 14-17 .- (8) UN CARTUJO, La Trinidad y la vida interior, Rialp, Madrid 1958, 2ª ed., pp. 45-47.- (9) J. ESCRIVA DE BALAGUER, Amigos de Dios, 306-307.- (10) Segunda lectura. Ciclo C. Rom 5, 5.- (11) SANTA CATALINA DE SIENA, Diálogo, 167.- (12) SOR ISABEL DE LA TRINIDAD, Elevación a la Santísima Trinidad, en Obras completas, Ed. Monte Carmelo, 4ª ed., Burgos 1985, pp. 757-758.
*La Iglesia celebra hoy el misterio central de nuestra fe, la Santísima Trinidad, fuente de todos los dones y gracias, el misterio inefable de la vida íntima de Dios. La liturgia de la Misa nos invita a tratar con intimidad a cada una de las Tres Divinas Personas: al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. La fiesta fue establecida para todo Occidente en 1334 por el Papa Juan XXII, y quedó fijada para este domingo después de la venida del Espíritu Santo, el último de los misterios de nuestra salvación. Hoy podemos repetir muchas veces, despacio, con particular atención: Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
40. INHABITACION DE LA SANTISIMA TRINIDAD EN EL ALMA
- Presencia de Dios, Uno y Trino, en el alma en gracia.
- La vida sobrenatural del cristiano se orienta al conocimiento y al trato con la Santísima Trinidad.
- Templos de Dios.
I. Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él (1), respondió Jesús en la Ultima Cena a uno de sus discípulos que le había preguntado por qué se habría de manifestar a ellos y no al mundo, como los judíos de aquel tiempo pensaban de la aparición del Mesías. El Señor revela que no sólo Él, sino la misma Trinidad Beatísima, estaría presente en el alma de quienes le aman, como en un templo (2). Esta revelación constituye "la sustancia del Nuevo Testamento" (3), la esencia de sus enseñanzas.
Dios -Padre, Hijo y Espíritu Santo- habita en nuestra alma en gracia no sólo con una presencia de inmensidad, como se encuentra en todas las cosas, sino de un modo especial, mediante la gracia santificante (4). Esta nueva presencia llena de amor y de gozo inefable al alma que va por caminos de santidad. Y es ahí, en el centro del alma, donde debemos acostumbrarnos a buscar a Dios en las situaciones más diversas de la vida: en la calle, en el trabajo, en el deporte, mientras descansamos... "Oh, pues, alma hermosísima -exclamaba San Juan de la Cruz- que tanto deseas saber el lugar donde está tu Amado para buscarle y mirarte con él, ya se te dice que tú misma eres el aposento donde él mora y el lugar y escondrijo donde está escondido; que es cosa de gran contentamiento y alegría para ti ver que todo tu bien y esperanza está tan cerca de ti que esté en ti o, por mejor decir, tú no puedes estar sin él. Cata -dice el Esposo- que el reino de Dios está dentro de vosotros (Lc 17, 21); y su siervo el Apóstol San Pablo: Vosotros -dice- sois templos de Dios (2 Cor 6, 16)" (5).
Esta dicha de la presencia de la Trinidad Beatísima en el alma no está destinada sólo para personas extraordinarias, con carismas o cualidades excepcionales, sino también para el cristiano corriente, llamado a la santidad en medio de sus quehaceres profesionales y que desea amar a Dios con todo su ser, aunque, como señala Santa Teresa de Jesús, "hay muchas almas que están en la ronda del castillo (del alma), que es adonde están los que le guardan, y no se les da nada entrar dentro, ni saben qué hay en aquel tan precioso lugar, ni quién está dentro..." (6). En ese "precioso lugar", en el alma que resplandece por la gracia, está Dios con nosotros: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Esta presencia, que los teólogos llaman inhabitación, sólo difiere por su condición del estado de bienaventuranza de quienes ya gozan de la felicidad eterna en el Cielo (7). Y aunque es propia de las Tres divinas Personas, se atribuye al Espíritu Santo, pues la obra de la santificación es propia del Amor.
Esta revelación que Dios hizo a los hombres, como en confidencia amorosa, admiró desde el principio a los cristianos, y llenó sus corazones de paz y de gozo sobrenatural. Cuando estamos bien asentados en esta realidad sobrenatural -Dios, Uno y Trino, habita en mí- convertimos la vida -con sus contrariedades, e incluso a través de ellas- en un anticipo del Cielo: es como meternos en la intimidad de Dios y conocer y amar la vida divina, de la que nos hacemos partícipes.
"Océano sin fondo de la vida divina!
Me he llegado a tus márgenes con un ansia de fe.
Di, ¿qué tiene tu abismo que a tal punto fascina?
¡Océano sin fondo de la vida divina!
Me atrajeron tus ondas... "y ya he perdido pie! (8).
II. El cristiano comienza su vida en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y en este mismo Nombre se despide de este mundo para encontrar en la plenitud de la visión en el Cielo a estas divinas Personas, a quienes ha procurado tratar aquí en la tierra. Un solo Dios y Tres divinas Personas: ésta es nuestra profesión de fe, la que los Apóstoles recogieron de labios de Jesús y transmitieron, la que creyeron desde el primer momento todos los cristianos, la que el Magisterio de la Iglesia ha enseñado siempre. Los cristianos de todos los tiempos, en la medida en que avanzaban en su caminar hacia Dios, han sentido la necesidad de meditar esta verdad primera de nuestra fe y de tratar a cada una de Ellas. Santa Teresa de Jesús nos cuenta en su Vida cómo meditando precisamente una de las más antiguas reglas de fe sobre el misterio trinitario -el llamado Símbolo Atanasiano o Quicumque- recibió especiales gracias para penetrar en esta maravillosa realidad. "Estando una vez rezando el Quicumque vult - escribe la Santa-, se me dio a entender la manera cómo era un solo Dios y tres Personas tan claro, que yo me espanté y me consolé mucho. Hízome grandísimo provecho para conocer más la grandeza de Dios y sus maravillas, y para cuando o pienso o se trata de la Santísima Trinidad, parece entiendo cómo puede ser, y es me mucho contento" (9).
Toda la vida sobrenatural del cristiano se orienta a ese conocimiento y trato íntimo con la Trinidad, que viene a ser "el fruto y el fin de toda nuestra vida" (10). Para este fin hemos sido creados y elevados al orden sobrenatural: para conocer, tratar y amar a Dios Padre, a Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo, que habitan en el alma en gracia. De estas divinas Personas, el cristiano llega a tener en esta vida "un conocimiento experimental" que, lejos de ser una cosa extraordinaria, está dentro de la vía normal de la santidad (11). Santidad a la que es llamada la madre de familia que apenas tiene tiempo para atender y sacar adelante el hogar, el obrero que comienza su trabajo antes del amanecer, el enfermo al que no le permite hacer nada su enfermedad... Dios, en su amor infinito por cada alma, desea ardientemente darse a conocer de esa manera íntima y amorosa a quienes de verdad siguen tras las huellas de su Hijo.
En ese camino hacia la Trinidad, a la que deben conducir todos nuestros empeños, llevamos como Guía y Maestro al Espíritu Santo. Yo rogaré al Padre - había prometido el Señor, y su palabra no puede fallar- y os dará otro Paráclito para que esté con vosotros siempre: el Espíritu de la verdad, al que el mundo no puede recibir porque no le ve ni le conoce; vosotros le conocéis porque permanece a vuestro lado y está en vosotros. No os dejaré huérfanos, Yo volveré a vosotros (12). En este vosotros nos incluimos, dichosamente, quienes hemos sido bautizados y, de modo particular, quienes queremos seguir a Jesús de cerca, desde el lugar y las circunstancias donde la vida nos ha situado. Es dulce meditar que este misterio inaccesible a la sola razón humana se hace luminoso con la luz de la fe y la ayuda del Espíritu Santo: a vosotros se os han dado a conocer los misterios del Reino de los Cielos (13). Pidámosle hoy que nos guíe en ese camino lleno de luz.
III. A la vez que pedimos al Espíritu Santo un deseo grande de purificar el corazón, hemos de desear este encuentro íntimo con la Beatísima Trinidad, sin que nos detenga el que quizá cada vez vemos con más claridad nuestras flaquezas y nuestra tosquedad para con Dios. Cuenta Santa Teresa que al considerar la presencia de las Tres divinas Personas en su alma "estaba espantada de ver tanta majestad en cosa tan baja como es mi alma"; entonces, le dijo el Señor: "No es baja, hija, pues está hecha a mi imagen" (14). Y la Santa quedó llena de consuelo. A nosotros nos puede hacer un gran bien considerar estas palabras como dirigidas a nosotros mismos, y nos animarán a proseguir en ese camino que acaba en Dios. También debemos tratar a quienes cada día encontramos y hablamos como poseedores de un alma inmortal, imagen de Dios, que son o pueden llegar a ser templos de Dios. Sor Isabel de la Trinidad, recientemente beatificada, escribía a su hermana, al tener noticia del nacimiento y bautizo de su primera sobrina: "Me siento penetrada de respeto ante este pequeño santuario de la Santísima Trinidad... Si estuviese a su lado, me arrodillaría para adorar a Aquel que mora en ella" (15).
La Iglesia nos recomienda alimentar la piedad con un sólido alimento, y por eso hemos de rezar o meditar esas reglas de fe y las oraciones compuestas para alabanza de la Trinidad: el Símbolo Atanasiano o Quicumque (que antiguamente los cristianos recitaban cada domingo después de la homilía, y que aún hoy muchos recitan y meditan en honor de la Santísima Trinidad), el Trisagio Angélico, especialmente en esta Solemnidad, el Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo... Cuando, con la ayuda de la gracia, aprendemos a penetrar en estas prácticas de devoción es como si volviéramos a oír las palabras del Señor: dichosos vuestros ojos, porque ven; y dichosos vuestros oídos, porque oyen: pues en verdad os digo que muchos profetas y justos ansiaron ver los que vosotros estáis viendo y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron (16).
Terminamos este rato de oración repitiendo en nuestro corazón, con San Agustín: "Señor y Dios mío, mi única esperanza, óyeme para que no sucumba al desaliento y deje de buscarte. Que yo ansíe siempre ver tu rostro. Dame fuerzas para la búsqueda, Tú que hiciste que te encontrara y que me has dado esperanzas de un conocimiento más perfecto. Ante Ti está mi firmeza y mi debilidad: sana ésta, conserva aquélla. Ante Ti está mi ciencia y mi ignorancia: si me abres, recibe al que entra; si me cierras el postigo, abre al que llama. Haz que me acuerde de Ti, que te comprenda y te ame. Acrecienta en mí estos dones hasta mi reforma completa (...).
"Cuando arribemos a tu presencia, cesarán estas muchas cosas que ahora hablamos sin comprenderlas, y Tú permanecerás todo en todos, y entonces modularemos un cántico eterno, alabándote unánimemente, y hechos en Ti también nosotros una sola cosa" (17).
La contemplación y la alabanza a la Trinidad Santa es la sustancia de nuestra vida sobrenatural, y ése es también nuestro fin: porque en el Cielo, junto a nuestra Madre Santa María -Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo, Esposa de Dios Espíritu Santo: "más que Ella, sólo Dios! (18)-, nuestra felicidad y nuestro gozo será una alabanza eterna al Padre, por el Hijo, en el Espíritu Santo.
(1) Jn 14, 23.- (2) Cfr. 1 Cor 6, 19.- (3) TERTULIANO, Contra Praxeas, 31.- (4) Cfr. SANTO TOMAS,Suma Teológica, 1, q. 43, a. 3.- (5) SAN JUAN DE LA CRUZ, Cántico espiritual, 1, 7.- (6) SANTA TERESA, Moradas primeras, 5, 6.- (7) Cfr. LEON XIII, Enc. Divinum illud munus, 9-V-1897.- (8) SOR CRISTINA DE ARTEAGA, Sembrad, Ed. Monasterio de Santa Paula, Sevilla 1982. LXXXV.- (9) SANTA TERESA, Vida, 39, 25.- (10) SANTO TOMAS, Comentario al Libro IV de las Sentencias, I, d. 2, q. 1, exord.- (11) Cfr. R. GARRIGOU-LAGRANGE, Las tres edades de la vida interior, I, p. 118.- (12) Jn 14, 16-18.- (13) Mt 13, 11.- (14) SANTA TERESA DE JESUS, Cuentas de conciencia, 41ª, 2.- (15) SOR ISABEL DE LA TRINIDAD, Carta a su hermana Margarita, en Obras completas, p. 466.- (16) Mt 13, 16-17.- (17) SAN AGUSTIN, Tratado sobre la Trinidad, 15, 28, 51.- (18) Cfr. J. ESCRIVA DE BALAGUER, Camino, n. 496.
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11 de junio
SAN BERNABÉ, APÓSTOL*
Memoria
— Corazón grande en el apostolado.
— Saber comprender para poder ayudar.
— Alegría y espíritu positivo en el apostolado con nuestros amigos.
I. Bernabé significa hijo de la consolación, y le fue impuesto por los Apóstoles como sobrenombre a José, levita y chipriota de nacimiento1. Su espíritu conciliador y su simpatía habrían inspirado este apelativo, según comenta San Juan Crisóstomo2.
Después del martirio de Esteban y de la persecución posterior, algunos cristianos llegaron hasta Antioquía, adonde llevaron consigo su fe en Jesucristo. Al conocerse en Jerusalén las maravillas que operaba el Espíritu Santo, enviaron a Bernabé3. Su celo por la extensión del Reino le llevó a buscar los instrumentos idóneos para aquella ingente labor que se presentaba. Por eso se dirigió a Tarso, para buscar a Pablo, y lo condujo a Antioquía. Estuvieron juntos en aquella Iglesia durante un año entero y adoctrinaron a una gran muchedumbre4. Supo descubrir en el recién convertido aquellas cualidades que la gracia transformaría en el Apóstol de las gentes. Bernabé había sido el que presentó a Pablo a los Apóstoles en Jerusalén poco tiempo antes, cuando muchos cristianos recelaban de su antiguo perseguidor5.
Con el Apóstol realizará el primer viaje misional, que tenía como objetivo la isla de Chipre6. Les acompañaba también Marcos, su primo, quien les abandonó a la mitad del camino, en Perge, y se volvió a Jerusalén. Cuando San Pablo proyectó el segundo gran viaje misional, Bernabé quería llevar de nuevo a Marcos, pero Pablo consideraba que no debía llevar consigo al que se había apartado de ellos en Panfilia y no les había acompañado en la tarea7. Esto produjo una disensión tan fuerte entre ambos que se separaron el uno del otro...8.
Bernabé no dejó a un lado a su primo Marcos, quizá entonces muy joven, después de aquella defección, en la que le fallaron las fuerzas. Supo reanimarlo y fortalecerlo, y hacer de él un gran evangelizador y un colaborador eficacísimo de San Pedro y del mismo San Pablo, con el que Bernabé siguió unido9. Más tarde demostrará Pablo para Marcos la mayor estima10, "como si viera reflejarse en él la simpatía y los gratos recuerdos de Bernabé, el amigo de la juventud"11.
San Bernabé nos invita hoy a tener un corazón grande en el apostolado, que nos llevará a no desanimarnos fácilmente ante los defectos y retrocesos de aquellos amigos o parientes que queremos llevar hasta el Señor, a no dejarlos a un lado cuando flaquean o quizá no responden a nuestras atenciones y a nuestra oración.
La posible falta de correspondencia, a veces aparente, ante nuestros desvelos ha de llevarnos a excedernos en tratar a nuestros amigos aún con más afecto, con una sonrisa más abierta, con más medios sobrenaturales.
II. Id y proclamad que el reino de Dios está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios... Este mandato del Señor, que leemos en el Evangelio de la Misa12, debe resonar en el corazón de todos los cristianos. Es el apostolado que ha de llevar a cabo cada uno personalmente en el lugar en el que se va desarrollando su vida: el pueblo, el barrio, la empresa, la Universidad... Encontraremos a muertos, que hemos de llevar al sacramento de la Penitencia para que recobren la vida sobrenatural; enfermos, que no pueden valerse por sí mismos y es preciso ayudar para que se acerquen a Cristo; leprosos, que quedarán limpios por la gracia a través de nuestra amistad; endemoniados, cuya curación nos exigirá una particular oración y penitencia...
Además de la constancia –no podemos olvidar que "las almas se mejoran con el tiempo"13– debemos tener en cuenta las diversas situaciones y circunstancias por las que atraviesan las personas que precisan nuestra ayuda. De San Bernabé se nos dice que era un hombre bueno, que mereció el sobrenombre de hijo de la consolación, que llevó la paz a muchos corazones. De su grandeza de corazón, manifestada en su generosidad y desprendimiento, nos hablan los Hechos de los Apóstoles en la primera noticia que de él tenemos: tenía un campo, lo vendió, trajo el dinero y lo puso a los pies de los Apóstoles14. Así pudo seguir más libremente al Señor. Un alma generosa y desprendida está en condiciones de acoger a todos y de comprender el verdadero estado en que se encuentran las almas. Cuando alguien se siente comprendido es más fácil que se deje ayudar. La mejor arma del cristiano en el apostolado es precisamente esa actitud abierta, acogedora, que sabe hacerse cargo de la situación de los demás, apreciándolos de verdad, pues "nadie puede ser conocido sino en función de la amistad que se le tiene"15.
Para comprender es preciso mirar a los demás en lo mucho que tienen de positivo, y ver sus fallos solo en un contexto de buenas cualidades, reales o posibles, y con el deseo de ayudarles. "Procuremos siempre mirar las virtudes y cosas buenas que viéremos en los otros, y tapar sus defectos con nuestros grandes pecados"16, aconsejaba Santa Teresa de Jesús. Y San Bernardo exhortaba vivamente: "aunque vierais algo malo, no juzguéis al instante a vuestro prójimo, sino más bien excusadle en vuestro interior. Excusad la intención, si no podéis excusar la acción. Pensad que lo habrá hecho por ignorancia, o por sorpresa, o por desgracia. Si la cosa es tan clara que no podéis disimularla, aun entonces procurad creerlo así, y decid para vuestros adentros: la tentación habrá sido muy fuerte"17.
Del Señor hemos de aprender a saber convivir con todos, a no tener demasiado en cuenta las faltas de correspondencia, de educación o de generosidad de quienes nos rodean, fruto muchas veces de su ignorancia, de su soledad o de su cansancio. El bien que pretendemos llevar a cabo está por encima de esas pequeñeces que, en la presencia de Dios, dejan de tener importancia. "Frecuentas el trato de ese compañero que apenas te da los buenos días..., y te cuesta.
"-Persevera y no le juzgues; tendrá "sus motivos", de la misma manera que tú alimentas los tuyos para encomendarle más cada jornada"18. Esos "motivos" nuestros que tienen su origen y su centro en el Sagrario.
III. Tocad la citara para el Señor, // suenen los instrumentos: // con clarines y son de trompetas // aclamad al Rey y Señor...19.
Es posible que algunos cristianos, al ver el ambiente alejado de Dios y los modos de vida que adoptan muchos que quizá tendrían que ser ejemplares, se dejen llevar por un "celo amargo", tratando de hacer el bien pero con una continua lamentación del mal evidente, con frecuentes reproches a la sociedad, a quienes –según ellos– tendrían que tomar medidas drásticas para atajar esos males... No nos quiere el Señor así: Él dio su vida en la Cruz, con serenidad y paz, por todos los hombres. Sería un gran fracaso que los cristianos adoptaran una actitud negativa ante el mundo que han de salvar. A las gentes de las primeras generaciones que siguieron a Cristo se las ve llenas de alegría, a pesar de las frecuentes tribulaciones que hubieron de sufrir. San Lucas, cuando en los Hechos de los Apóstoles trata de hacer un resumen de las pequeñas comunidades que iban apareciendo por todas partes, señala que la Iglesia se consolidaba y caminaba en el temor del Señor y crecía con el consuelo del Espíritu Santo20. Es la paz del Señor, que nunca nos faltará si le seguimos de cerca; es la paz que hemos de dar a todos.
Imitando al Señor, debemos huir de actitudes condenatorias, adustas, con dejes de amargura. Si los cristianos llevamos la alegría al mundo, ¿cómo vamos a presentar la Buena Nueva de modo antipático y triste?, ¿cómo vamos a juzgar a los demás si no tenemos los elementos de juicio necesarios y, sobre todo, si nadie nos ha dado esa misión? Nuestra postura ante todos es siempre de salvación, de paz, de comprensión, de alegría..., incluso con aquellos que en algún momento nos han podido tratar injustamente. "Comprensión, caridad real. Cuando de veras la hayas conseguido, tendrás el corazón grande con todos, sin discriminaciones, y vivirás –también con los que te han maltratado– el consejo de Jesús: "venid a mí todos los que andáis agobiados..., que Yo os aliviaré""21. Cada cristiano es "Cristo que pasa" en medio de los suyos, que los aligera de sus cargas y les muestra el camino de la salvación.
Al terminar nuestra oración le pedimos al Señor, con la liturgia de la Misa, aquel amor ardiente, que impulsó al apóstol Bernabé a llevar a las naciones la luz del Evangelio22. Nos lo concederá antes si lo pedimos además a través de Nuestra Señora: Sancta Maria, Regina Apostolorum, ora pro nobis..., ayúdanos en la tarea apostólica que queremos llevar a cabo con nuestros parientes, amigos y conocidos.
1 Cfr. Hech 4, 36. — 2 Cfr. San Juan Crisóstomo, Homilías sobre los Hechos de los Apóstoles, 21. — 3 Hech 11, 23 — 4 Hch 11, 26. — 5 Cfr. Hech 9, 26. — 6 Cfr. Hech 13, 14. — 7 Hech 15, 38. — 8 Hech 15, 40. — 9 Cfr. 1 Cor 9, 5-6. — 10 Cfr. Col 4, 10; Fil 24; 2 Tim 4, 11. — 11 J. Prado, en Gran Enciclopedia Rialp, 5ª ed. Madrid 1989, voz Bernabé, vol. IV, p. 91. — 12 Mt 10, 7-13. — 13 San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 78. — 14 Hech 4, 37. — 15 San Agustín, Sermón 83. — 16 Santa Teresa, Vida, 13, 6. — 17 San Bernardo, Sermón 40 sobre el Cantar de los Cantares. — 18 San Josemaría Escrivá, Forja, n. 843. — 19 Salmo responsorial. Sal 98, 5-6. — 20 Hech 9, 31. — 21 San Josemaría Escrivá, Forja, n. 867. — 22 Misal Romano, Oración sobre las ofrendas de la Misa del día.
* Natural de Chipre, se cuenta entre los primeros fieles de Jerusalén. Fue quien presentó a los Apóstoles a San Pablo, después de su conversión; le acompañó luego en su primer viaje apostólico. Intervino en el Concilio de Jerusalén y fue una figura de gran importancia en la Iglesia de Antioquía, el primer núcleo cristiano numeroso fuera de Jerusalén. Era pariente de Marcos, en quien ejerció una influencia decisiva. Vuelto a su patria, la evangelizó y murió mártir hacia el año 63. Su nombre figura en la Plegaria Eucarística, I (o Canon Romano).
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† Santoral (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)
San Bernabé Apóstol ¿Qué me enseñará la vida de San Bernabé? ¿A compartir mis bienes con los pobres? ¿A tratar de descubrir las aptitudes que otros tienen para el apostolado y a ayudarles a emplearlas bien? ¿A dedicar mi vida a propagar nuestra santa religión? El Espíritu Santo me ilumine.
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La historia de San Bernabé está escrita en el libro de Los Hechos de los apóstoles, en la S. Biblia.
Antes se llamaba José, pero los apóstoles le cambiaron su nombre por el de Bernabé, que significa "el esforzado", "el que anima y entusiasma".
Era judío, de la tribu de Leví, pero nació en la isla de Chipre. Se hizo muy popular en la primitiva Iglesia porque vendió las fincas que tenía y luego llevó el dinero que obtuvo y se lo dio a los apóstoles para que lo repartieran a los pobres.
Un mérito formidable de San Bernabé es el haber descubierto el gran valor que había en aquel recién convertido que se llamaba Saulo y que más tarde se llamaría San Pablo. Cuando después de su conversión Saulo llegó a Jerusalén, los cristianos sospechaban de él y se le alejaban, pero entonces Bernabé lo tomó de la mano y lo presentó a los apóstoles y se los recomendó. Y el será el que lo encaminará después a emprender sus primeras grandes labores apostólicas.
La S. Biblia, en el libro de los Hechos de los Apóstoles, hace de Bernabé unos elogios que es difícil encontrarlos respecto de otros personajes. Dice así: "Bernabé era un hombre bueno, lleno de fe y de Espíritu Santo" (Hechos 11, 24).
Cuando Saulo o San Pablo tuvo que salir huyendo de Jerusalén porque los judíos trataban de asesinarlo, se fue a su ciudad de Tarso, y allá se quedó un tiempo. Mientras tanto en la ciudad de Antioquía había sucedido algo muy especial. Al principio los discípulos de Jesús solamente predicaban el Evangelio a los israelitas, pero de pronto algunos empezaron a enseñar las doctrinas cristianas a los paganos en Antioquía, y resultó que aquellas gentes respondieron de una manera admirable y se convirtieron por centenares. Al saber esta noticia, los apóstoles lo enviaron desde Jerusalén a que se informara de lo que allí estaba sucediendo y les llevara noticias. Bernabé se quedó encantado del fervor de aquellos paganos convertidos y estuvo con ellos por un buen tiempo animándolos y acabando de instruirlos. En aquella ciudad fue donde por primera vez se llamó "cristianos" a los seguidores de Cristo.
Entonces se le ocurrió a Bernabé la feliz idea de dirigirse a Tarso a invitar a Saulo a que se le uniera en el apostolado en Antioquía y éste aceptó con gusto.
Desde entonces Bernabé y Saulo trabajaban asociados ayudándose en todo el uno al otro, y obteniendo resonantes triunfos. Por todo un año predicaron en Antioquía, cuidad que se convirtió en el gran centro de evangelización, del cual fueron saliendo misioneros a evangelizar a diversos lugares.
Por aquel tiempo hubo una gran hambre en Jerusalén y sus alrededores y los cristianos de Antioquía hicieron una colecta y la enviaron a los apóstoles por medio de Bernabé y Saulo. Ellos al volver a Jerusalén se trajeron a Marcos (el futuro San Marcos evangelista) que era familiar de Bernabé. Venía a ayudarles en la evangelización.
Un día mientras los cristianos de Antioquía estaban en oración, el Espíritu Santo habló por medio de algunos de ellos que eran profetas y dijo: "Separen a Bernabé y Saulo, que los tengo destinados a una misión especial". Los cristianos rezaron por ellos, les impusieron las manos, y los dos, acompañados de Marcos, después de orar y ayunar, partieron para su primer viaje misionero.
En Chipre, la isla donde había nacido San Bernabé, encontraron muy buena aceptación a su predicación, y lograron convertir al cristianismo nada menos que al mismo gobernador, que se llamaba Sergio Pablo. En honor a esta notable conversión, Saulo se cambió su nombre por el de Pablo. Y Bernabé tuvo la gran alegría de que su tierra natal aceptara la religión de Jesucristo.
Luego emprendieron su primer viaje misionero por las ciudades y naciones del Asia Menor. En la otra ciudad de Antioquía (de Pisidia) al ver que los judíos no querían atender su predicación, Bernabé y Pablo declararon que de ahora en adelante les predicarían a los paganos, a los no israelitas, con lo cual los paganos sintieron una inmensa alegría al saber que la nueva religión no los despreciaba a ellos sino que más bien los prefería. Allí en Iconio estuvieron a punto de ser apedreados por una revolución tramada por los judíos y tuvieron que salir huyendo. Pero dejaron una buena cantidad de convertidos y confirmaron sus enseñanzas con formidables señales y prodigios que Dios obraba por medio de estos dos santos apóstoles.
En la ciudad de Listra, al llegar curaron milagrosamente a un paralítico y entonces la gente creyó que ellos eran dos dioses. A Bernabé por ser alto y majestuoso le decían que era el dios Zeus y a Pablo por la facilidad con la que hablaba lo llamaban el dios Mercurio. Y ya les iban a ofrecer un toro en sacrificio, cuando ellos les declararon que no eran tales dioses, sino unos simples mortales. Luego llegaron unos judíos de Iconio y promovieron un tumulto y apedrearon a Pablo y cuando lo creyeron muerto se fueron, pero él se levantó luego y curado instantáneamente entró otra vez en la ciudad.
Después de todo esto Bernabé y Pablo se devolvieron ciudad por ciudad donde habían estado evangelizando y se dedicaron a animar a los nuevos cristianos y les recordaban que "es necesario pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios" (Hechos 14, 22).
Al llegar a Antioquía se encontraron con que los cristianos estaban divididos en dos partidos: unos (dirigidos por los antiguos judíos) decían que para salvarse había que circuncidarse y cumplir todos los detalles de las leyes de Moisés. Otros decían que no, que basta cumplir las leyes principales. Bernabé y Pablo se pusieron del lado de los que decían que no había que circuncidarse, y como la discusión se ponía acalorada, los de Antioquía enviaron a Jerusalén una embajada para que consultara con los apóstoles. La embajada estaba presidida por Bernabé y Pablo. Los apóstoles reunieron un concilio y le dieron la razón a Bernabé y Pablo y luego pasaron horas muy emocionantes oyéndoles contar las formidables aventuras de sus viajes misioneros.
Volvieron a Antioquía y dispusieron organizar un segundo viaje misionero. Pero Bernabé quería llevar como ayudante a su primo Marcos, y Pablo se oponía, porque Marcos les había abandonado en la mitad del viaje anterior (por miedo a tantas dificultades). Y así fue que se separaron y Bernabé se fue a acabar de evangelizar en su isla de Chipre y San Pablo se fue a su segundo viaje. Más tarde se encontraron otra vez como amigos misionando en Corinto (1 Cor. 9,6).
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Fuente: Vatican.va
Paola Frassinetti, Santa Fundadora, Junio 11
Virgen, Fundadora de la Congregación de Santa Dorotea Paula Frassinetti es hija de Dios desde el día de su nacimiento, el 3 de marzo de 1809, recibiendo el Bautismo este mismo día en la Parroquia de San Esteban de Génova, su ciudad natal. |
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Fuente: www.pastoral-vocacional.org
María Rosa Molas y Vallvé, Santa Fundadora, Junio 11
Fundadora de las Hermanas de la Consolación Nació en Reus (Tarragona) el 24 de marzo de 1815. Creció en un ambiente familiar de libertad y responsabilidad que le ayudó a madurar su personalidad muy temprano. |
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Fuente: www.op.com.ar
Esteban Bandelli, Beato Dominico, Junio 11
Este apóstol elocuente y celoso, de tal modo que se le llamó un nuevo Pablo, nació el año 1369 en Castelnuovo Scrivia, cerca de Alejandría (Italia) y tomó el hábito de la Orden en Piacenza. |
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Fuente: Santopedia.com
Ignacio Maloyan, Beato Obispo y Mártir, 11 de junio
Obispo y Mártir Martirologio Romano: En la aldea de Kara-Kenpru, cerca de Amida, en Turquía, beato Ignacio Maloyan, obispo de Mardin, en Armenia, y mártir durante el genocidio de los cristianos de aquella región por obra de los perseguidores de la fe. Por no haber querido abrazar otra religión, después de haber consagrado el pan para la refección espiritual de sus compañeros de cautiverio, fue fusilado junto con un ingente número de cristianos, ofreciendo su sangre para obtener el fruto de la paz (1915).
Ignacio Maloyan (Shoukrallah), hijo de Melkon y Faridé, nació en 1869, en Mardin, Turquía. |
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Fuente: vidasejemplares.org
Yolanda de Polonia, Beata Duquesa, Junio 11
Duquesa de Polonia. Viuda, Su culto fue aprobado por León XII el 26 de septiembre de 1827. |
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Fuente: Martirologio Romano
Alicia de Schaerbeek, Santa Virgen, Junio 11
En el monasterio de La Camabre, cerca de Bruselas, en Brabante, santa Alicia o Aleide, virgen, de la Orden Cisterciense, que a los veintidós años de edad enfermó de lepra y se vio obligada a vivir como reclusa. Hacia el final de su vida se vio privada de la vista, de modo que ni un solo miembro de su cuerpo estuviese sano, excepto su lengua para cantar las alabanzas de Dios. |
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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; hablarcondios.org, Catholic.net, misalpalm.com
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/
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