lunes, 4 de junio de 2018

[ † ] Martes por los ángeles custodios. /06/2018. San Bonifacio ¡ruega por nosotros!

JA

JMJ

Pax

Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios

† Lectura del santo Evangelio según san Marcos 12, 13-17

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos le enviaron a Jesús unos fariseos y unos partidarios de Herodes para hacerle una pregunta capciosa. Se acercaron, pues, a él y le dijeron:
"Maestro, sabemos que eres sincero y que no te importa lo que diga la gente, porque no tratas
de adular a los hombres, sino que enseñas con toda verdad el camino de Dios. ¿Está permitido o no, pagarle el tributo al César?
¿Se lo damos o no se lo damos?" Jesús, notando su hipocresía, les dijo:
"¿Por qué me ponen una trampa? Tráiganme una moneda para que yo la vea".
Se la trajeron y él les preguntó:
"¿De quién es la imagen y el nombre que lleva escrito?"
Le contestaron:
"Del César".
Entonces les respondió Jesús:
"Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios".
Y los dejó admirados.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Nota: es una película protestante, por eso falta LA MADRE.

El Misterio de la Misa en 2 minutos: https://www.youtube.com/watch?v=0QCx-5Aqyrk

El que no valora una obra de arte es porque necesita cultura: https://www.youtube.com/watch?v=mTKKaT-KaKw

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/media/y3hgYNp23xu

El Gran Milagro (película completa): http://www.gloria.tv/media/hYyhhps7cqX

Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!

San Leonardo, "El GRAN tesoro oculto de la Santa Misa": http://iteadjmj.com/LIBROSW/lpm1.doc

Audio (1/5): https://www.youtube.com/watch?v=2NjKuVnxH58

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). La Misa es lo mínimo para salvarnos. Es como si un padre dijera "si no comes, te mueres, así que come al menos una vez por semana". Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice al otro: "Te amo, pero no quiero verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama realmente?

Faltar a Misa viola los principales mandamientos: el primero ("Amar a Dios sobre todas las cosas") y tercero ("Santificar las fiestas"). Por nuestro propio bien y evitar el infierno eterno, Dios sólo nos pide que nos regalemos 1 de las 168 horas de vida que Él nos regala cada semana: 0,6% ¡No seamos ingratos! Idolatramos aquello que preferimos a Él: los "dioses" son el descanso, entretenimiento, comida, trabajo, compañía, flojera. Prefieren baratijas al oro. Si en la Misa repartieran 1 millón de dólares a cada uno, ¿qué no harías para asistir? ¡Pues recibes infinitamente más! "Una misa vale más que todos los tesoros del mundo"… Por todo esto, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).

Si rechazamos la Misa, ¿cómo vamos a decir "Padre Nuestro" si rechazamos volver a la Casa del Padre? ¿cómo decir "Santificado sea Tu Nombre", "Venga a nosotros Tu Reino", "Hágase Tu Voluntad", "Danos hoy nuestro pan supersubstancial de cada día" y "no nos dejes caer en la tentación más líbranos del malo", si todo eso lo obtenemos de la Misa?

Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es imprescindible la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html

Catecismo 2181: La Eucaristía del domingo fundamenta y confirma toda la práctica cristiana. Por eso los fieles están obligados a participar en la Eucaristía los días de precepto, a no ser que estén excusados por una razón seria (por ejemplo, enfermedad, el cuidado de niños pequeños) o dispensados por su pastor propio (cf CIC can. 1245). Los que deliberadamente faltan a esta obligación cometen un pecado grave."

 

Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa (Jn 15,22).

 

 

Misal

 

mar 9a. Ord. año Par desp Pentecostés

Antífona de Entrada

Entremos y adoremos de rodillas al Señor, creador nuestro, porque él es nuestro Dios.

 

Oración Colecta

Oremos:
Señor, que tu amor incansable cuide y proteja siempre a estos hijos tuyos, que han puesto en tu gracia toda su esperanza.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

 

Liturgia de la Palabra

Primera Lectura

Esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pedro 3, 12-15a.17-18

Hermanos: Piensen con cuánta santidad y entrega deben vivir ustedes esperando y apresurando el advenimiento del día del Señor, cuando desaparecerán los cielos consumidos por el fuego, y se derretirán los elementos. Pero nosotros confiamos en la promesa del Señor y esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, en que habite la justicia.
Por tanto, queridos hermanos, apoyados en esta esperanza, pongan todo su empeño en que el Señor los halle en paz con él, sin mancha ni reproche, y consideren que la magnanimidad de Dios es nuestra salvación.
Así pues, queridos hermanos, ya están ustedes avisados; vivan en guardia para que no los
arrastre el error de los malvados y pierdan su seguridad. Crezcan en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y salvador, Jesucristo. A él la gloria, ahora y hasta el día de la eternidad. Amén.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Del salmo 89

Siempre has sido, Señor, nuestro refugio.

Desde antes que surgieran las montañas y la tierra y el mundo apareciesen, existes tú, Dios mío, desde siempre y por siempre.
Siempre has sido, Señor, nuestro refugio.

Tú haces volver al polvo a los humanos, diciendo a los mortales que retornen. Mil años son para ti como un día que ya pasó; como una breve noche.
Siempre has sido, Señor, nuestro refugio.

Setenta son los años que vivimos; llegar a los ochenta es más bien raro; pena y trabajo son los más de ellos, como suspiro pasan y pasamos.
Siempre has sido, Señor, nuestro refugio.

Llénanos de tu amor por la mañana y júbilo será la vida toda. Haz, Señor, que tus siervos y sus hijos puedan mirar tus obras y tu gloria.
Siempre has sido, Señor, nuestro refugio.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Que el Padre de nuestro Señor Jesucristo ilumine nuestras mentes para que podamos comprender cuál es la esperanza que nos da su llamamiento.
Aleluya.

Evangelio

Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios

† Lectura del santo Evangelio según san Marcos 12, 13-17

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos le enviaron a Jesús unos fariseos y unos partidarios de Herodes para hacerle una pregunta capciosa. Se acercaron, pues, a él y le dijeron:
"Maestro, sabemos que eres sincero y que no te importa lo que diga la gente, porque no tratas
de adular a los hombres, sino que enseñas con toda verdad el camino de Dios. ¿Está permitido o no, pagarle el tributo al César?
¿Se lo damos o no se lo damos?" Jesús, notando su hipocresía, les dijo:
"¿Por qué me ponen una trampa? Tráiganme una moneda para que yo la vea".
Se la trajeron y él les preguntó:
"¿De quién es la imagen y el nombre que lleva escrito?"
Le contestaron:
"Del César".
Entonces les respondió Jesús:
"Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios".
Y los dejó admirados.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

 

Liturgia Eucarística

Oración sobre las Ofrendas

Señor, Dios nuestro, tú que nos has dado este pan y este vino para reparar nuestras fuerzas, conviértelos para nosotros en sacramento de vida eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

 

Prefacio

Proclamación del misterio de Cristo

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque unidos en la caridad, celebramos la muerte de tu Hijo, con fe viva proclamamos su resurrección, y con esperanza firme anhelamos su venida gloriosa.
Por eso,
con todos los ángeles y santos, te alabamos proclamando sin cesar:

Antífona de la Comunión

Demos gracias al Señor por su misericordia, por las maravillas que hace por su pueblo; porque da de beber al sediento y da de comer al hambriento.

 

Oración después de la Comunión

Oremos:
Señor, tú que has querido hacernos participar de un mismo pan y de un mismo cáliz, concédenos vivir de tal manera unidos en Cristo, que nuestro trabajo sea eficaz para la salvación del mundo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

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San Bonifacio, obispo y mártir

Memoria

Alaba, alma mía, al Señor

Antífona de Entrada

Este santo luchó hasta la muerte por la ley de Dios y no se aterrorizó ante la amenaza de los impíos, pues estaba afianzado sobre roca firme.

Oración Colecta

Oremos:

Señor, que la intercesión de tu mártir san Bonifacio, nos ayude a mantener con firmeza y a proclamar con nuestras obras, aquella misma fe que él predicó con su palabra y atestiguó con su sangre.

Por nuestro Señor Jesucristo…

Amén.

 

Primera Lectura

Lectura del libro de Tobías (11, 5-17)

Ana se sentaba todos los días y observaba el camino para ver si regresaba su hijo Tobías. Un día vio que se acercaba y le dijo a su esposo Tobit: "Ya viene tu hijo con el hombre que lo acompañó".

Rafael le dijo a Tobías antes de que llegaran a donde estaba el padre de éste: "Estoy seguro de que sus ojos se abrirán. Untale la hiel del pescado en los ojos y el medicamento le quitará las manchas blancas de los ojos.

Entonces tu padre recobrará la vista y podrá ver la luz". Ana se acercó y abrazó a su hijo, diciéndole: "¡Hijo mío, ya puedo morir, después de verte!" Y rompió a llorar. Tobit se levantó, y a tropezones llegó hasta la puerta del patio. Entonces Tobías corrió a su encuentro, con la hiel del pescado en la mano, le sopló en los ojos, lo sostuvo y le dijo: "¡Padre mío, ten ánimo!" Entonces le untó el medicamento y con sus dos manos le desprendió las manchas blancas que tenía en los lagrimales. Tobit, al ver a su hijo, lo abrazó entre lágrimas y le dijo: "¡Hijo mío, luz de mis ojos: ya puedo verte!" Y añadió: "¡Bendito sea Dios y bendito sea su excelso nombre; benditos sean todos sus ángeles para siempre, porque él me castigó, pero ahora ya puedo ver a mi hijo Tobías!"

Tobit y Ana, su esposa, entraron en la casa, llenos de alegría y alabando a Dios a voz en cuello por todo lo que les había sucedido. Entonces Tobías le contó a su padre que el Señor Dios lo había conducido por el mejor camino; que había traído el dinero; que había tomado como esposa a Sara, hija de Ragüel, y que ella estaba ya cerca de las puertas de Nínive. Tobit y Ana, llenos de alegría, salieron al encuentro de su nuera, a las puertas de Nínive. Los ninivitas, al ver que Tobit venía caminando con pasos seguros, sin que nadie lo llevara de la mano, se quedaron admirados. Tobit alababa y bendecía a Dios con grandes voces delante de todos ellos, porque Dios se había compadecido de él y le había devuelto la vista.

Tobit se acercó a Sara, la esposa de su hijo Tobías, y la bendijo con estas palabras: "¡Bienvenida seas, hija mía! ¡Bendito sea tu Dios, que te ha traído a nosotros! ¡Bendito sea tu padre, bendito sea mi hijo Tobías y bendita seas tú, hija! ¡Bienvenida seas a tu casa! Que goces de alegría y bienestar.Entra, hija mía".

Y aquel fue un día de fiesta para todos los judíos que habitaban en Nínive.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

 

Salmo Responsorial Salmo 145

Alaba, alma mía, al Señor.

Alaba, alma mía, al Señor; alabaré al Señor toda mi vida; cantaré y tocaré para mi Dios, mientras yo exista.

Alaba, alma mía, al Señor.

El Señor siempre es fiel a su palabra, y es quien hace justicia al oprimido; él proporciona pan a los hambrientos y libera al cautivo.

Alaba, alma mía, al Señor.

Abre el Señor los ojos de los ciegos y alivia al agobiado. Ama el Señor al hombre justo y toma al forastero a su cuidado.

Alaba, alma mía, al Señor.

A la viuda y al huérfano sustenta y trastorna los planes del inicuo. Reina el Señor eternamente, reina tu Dios, oh Sión, reina por siglos.

Alaba, alma mía, al Señor.

 

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.

El que me ama cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y haremos en él nuestra morada, dice el Señor.

Aleluya.

 

Evangelio

† Lectura del santo Evangelio según san Marcos (12, 35-37)

Gloria a ti, Señor.

Un día, mientras enseñaba en el templo, Jesús preguntó: "¿Cómo pueden decir los escribas que el Mesías es hijo de David? El mismo David, inspirado por el Espíritu Santo, ha declarado: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha y yo haré de tus enemigos el estrado donde pongas los pies.

Si el mismo David lo llama 'Señor', ¿cómo puede ser hijo suyo?" La multitud que lo rodeaba, que era mucha, lo escuchaba con agrado.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

 

Oración sobre las Ofendas

Santifica, Señor, con tu bendición estas ofrendas y enciende en nosotros ese amor a ti, por el que tu santo mártir Bonifacio, fue capaz de soportar todos los tormentos.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

Prefacio de los Santos Mártires

Testimonio y ejemplo de los mártires

El Señor esté con ustedes.

Y con tu espíritu.

Levantemos el corazón.

Lo tenemos levantado hacia el Señor.

Demos gracias al Señor, nuestro Dios.

Es justo y necesario.

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo nuestro Señor. Porque la sangre del glorioso mártir san Bonifacio, derramada como la de Cristo para proclamar su fidelidad a ti, manifiesta tu admirable poder, que convierte la fragilidad en fortaleza y al hombre débil robustece para que sea testigo tuyo.

Por eso, como los ángeles te cantan en el cielo, así nosotros en la tierra te aclamamos, diciendo sin cesar:

Santo, Santo, Santo…

 

Antífona de la Comunión

Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y que me siga,dice el Señor.

Oración después de la Comunión

Oremos:

Que el sacramento que hemos recibido nos dé, Señor, la misma fortaleza con la que tu santo mártir Bonifacio, fue fiel en tu servicio y generoso en el sufrimiento.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

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Meditación diaria

9ª semana. Martes

AL CÉSAR LO QUE ES DEL CÉSAR. CIUDADANOS EJEMPLARES

— El cristiano en la vida pública. El cumplimiento ejemplar de nuestros deberes.

— Unidad de vida.

— Nuestra unión con Dios, necesaria para ser mejores ciudadanos.

I. Narra el Evangelio de la Misa1 que se acercaron unos fariseos a Jesús para sorprenderle en alguna palabra, algo con qué poder acusarle. Con este fin, le preguntan maliciosamente si es lícito pagar el tributo al César. Se trataba del impuesto que todos los judíos debían pagar a Roma, y que les recordaba su dependencia de un poder extranjero. No era muy gravoso, pero planteaba un problema político y moral; los mismos judíos estaban divididos acerca de su obligatoriedad. Y quieren ahora que Jesús tome partido a favor o en contra de este impuesto romano. Maestro -le dicen-, ¿nos es lícito dar el tributo al César, o no? Si el Señor dice que sí, podrán acusarle de que colabora con el poder romano, que los judíos odiaban puesto que era el invasor; si contesta que no, podrán acusarle de rebelión ante Pilato, la autoridad romana. Tomar partido a favor o en contra del impuesto significaba, en el fondo, manifestarse a favor o en contra de la legalidad de la situación político-social por la que pasaba el pueblo judío: colaborar con el poder ocupante o alentar la rebelión latente en el seno del pueblo. Más tarde le acusarán, diciendo con falsedad manifiesta: Hemos encontrado a este pervirtiendo al pueblo; prohíbe pagar el tributo al César2.

En esta ocasión, Jesús, conociendo la malicia de su pregunta, les dice: Mostradme un denario. ¿De quién es la imagen y la inscripción que tiene? Ellos contestaron: Del César. Y Jesús les dejó desconcertados por la sencillez y la hondura de la respuesta: Pues bien, dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Jesús no elude la cuestión, sino que la sitúa en sus verdaderos términos. Se trata de que el Estado no se eleve al plano de lo divino, y de que la Iglesia no tome partido en cuestiones temporales cambiantes y relativas. De este modo, se opone igualmente al error difundido entre los fariseos de un mesianismo político y al error de la injerencia del Estado romano –de cualquier Estado– en el terreno religioso3. Con su respuesta, el Señor establece con claridad dos esferas de competencia. «Cada una en su ámbito propio, son mutuamente independientes y autónomas. Sin embargo, ambas, aunque por título diverso, están al servicio de la vocación personal y social de unos mismos hombres»4.

La Iglesia, en cuanto tal, no tiene por misión dar soluciones concretas a los asuntos temporales. Sigue así a Cristo, quien, afirmando que su reino no es de este mundo5, se negó expresamente a ser constituido juez en cuestiones terrenas6. Así no caeremos nunca los cristianos en lo que Jesucristo evitaba con todo cuidado: unir el mensaje evangélico, que es universal, a un sistema, a un César. Es decir, debemos evitar que cuantos no pertenecen al sistema, al partido o al César, se sientan con dificultades comprensibles para aceptar un mensaje que tiene como fin último la vida eterna. La misión de la Iglesia, que continúa en el tiempo la obra redentora de Jesucristo, es la de llevar a los hombres a ese destino sobrenatural y eterno: la justa y debida preocupación por los problemas de la sociedad deriva de su misión espiritual y se mantiene en los límites de esa misión.

Nos toca a los cristianos, metidos en la entraña de la sociedad, con plenitud de derechos y de deberes, dar solución a los problemas temporales, formar a nuestro alrededor un mundo cada vez más humano y más cristiano, siendo ciudadanos ejemplares que exigen sus derechos y saben cumplir todos los deberes con la sociedad. Es más, en muchas ocasiones, la manera de actuar los cristianos en la vida pública no puede limitarse al mero cumplimiento de las normas legales, de lo que está dispuesto. La diferencia entre el orden legal y los criterios morales de la propia conducta obliga a veces a adoptar comportamientos más exigentes o distintos de los criterios estrictamente jurídicos7: sueldos excesivamente bajos, situaciones injustas no contempladas en la ley, dedicación del médico a los enfermos que lo necesitan por encima de un horario estrictamente exigido por el reglamento o las disposiciones del hospital, etcétera. ¿Se nos conoce en nuestro trabajo –cualquiera que este sea– por ser personas que se exceden, por amor a Dios y a los hombres, en aquello que señala la obligación estricta: horario, dedicación, interés, preocupación sincera por las personas y por sus problemas...?

II. Dad al César lo que es del César... El Señor distingue los deberes relacionados con la sociedad y los que se refieren a Dios, pero de ninguna manera quiso imponer a sus discípulos como una doble existencia. El hombre es uno, con un solo corazón y una sola alma, con sus virtudes y sus defectos que influyen en todo su actuar, y «tanto en la vida pública como en la privada, el cristiano debe inspirarse en la doctrina y seguimiento de Jesucristo»8, que tornará siempre más humano y noble su actuar. La Iglesia ha proclamado siempre la justa autonomía de las realidades temporales, pero entendida, claro está, en el sentido de que «las cosas creadas y la sociedad misma gozan de propias leyes y valores (...). Pero si "autonomía de lo temporal" quiere decir que la realidad creada es independiente de Dios y que los hombres pueden usarla sin referencia al Creador, no hay creyente alguno a quien se le escape la falsedad envuelta en tales palabras. La criatura, sin el Creador, desaparece»9; y la misma sociedad se vuelve inhumana y difícilmente habitable, como se puede comprobar.

El cristiano elige sus opciones políticas, sociales, profesionales, desde sus convicciones más íntimas. Y lo que aporta a la sociedad en la que vive es una visión recta del hombre y de la sociedad, porque solo la doctrina cristiana le ofrece la verdad completa sobre el hombre, sobre su dignidad y el destino eterno para el que fue creado. Sin embargo, son muchos los que en ocasiones querrían que los cristianos tuvieran como una doble vida: una en sus actuaciones temporales y públicas, y otra en su vida de fe; incluso afirman, con palabras o hechos sectarios y discriminatorios, la incompatibilidad entre los deberes civiles y las obligaciones que comporta el seguimiento de Cristo. Nosotros los cristianos debemos proclamar, con palabras y con el testimonio de una vida coherente, que «no es verdad que haya oposición entre ser buen católico y servir fielmente a la sociedad civil. Como no tienen por qué chocar la Iglesia y el Estado, en el ejercicio legítimo de su autoridad respectiva, cara a la misión que Dios les ha confiado.

»Mienten –¡así: mienten!– los que afirman lo contrario. Son los mismos que, en aras de una falsa libertad, querrían "amablemente" que los católicos volviéramos a las catacumbas»10, al silencio.

Nuestro testimonio en medio del mundo se ha de manifestar en una profunda unidad de vida. El amor a Dios ha de llevarnos a cumplir con fidelidad nuestras obligaciones como ciudadanos: pagar los tributos justos, votar en conciencia buscando el bien común, etc. Desentenderse de manifestar, a todos los niveles, la propia opinión –por dejadez, pereza o falsas excusas– a través del voto o del medio equivalente, es una falta contra la justicia, pues supone la dejación de unos derechos que, por sus consecuencias de cara a los demás, son también deberes. Esa dejación puede ser grave en la medida en que con esa inhibición se contribuya al triunfo –en el colegio profesional, en la agrupación de padres de la institución donde estudian los hijos, en la vida política nacional– de una candidatura cuyo ideario está en contraste con los principios cristianos.

«Vivid vosotros –exhortaba Juan Pablo II– e infundid en las realidades temporales la savia de la fe de Cristo, conscientes de que esa fe no destruye nada auténticamente humano, sino que lo refuerza, lo purifica, lo eleva.

»Demostrad ese espíritu en la atención prestada a los problemas cruciales. En el ámbito de la familia, viviendo y defendiendo la indisolubilidad y los demás valores del matrimonio, promoviendo el respeto a toda vida desde el momento de la concepción. En el mundo de la cultura, de la educación y de la enseñanza, eligiendo para vuestros hijos una enseñanza en la que esté presente el pan de la fe cristiana.

»Sed también fuertes y generosos a la hora de contribuir a que desaparezcan las injusticias y las discriminaciones sociales y económicas; a la hora de participar en una tarea positiva de incremento y justa distribución de los bienes. Esforzaos por que las leyes y costumbres no vuelvan la espalda al sentido trascendente del hombre ni a los aspectos morales de la vida»11.

III. ... y a Dios lo que es de Dios. También insiste el Señor en esto, aunque no se lo preguntaron. «El César busca su imagen, dádsela. Dios busca la suya: devolvédsela. No pierda el César su moneda por vosotros; no pierda Dios la suya en vosotros»12, comenta San Agustín. Y de Dios es toda nuestra vida, nuestros trabajos, nuestras preocupaciones, nuestras alegrías... Todo lo nuestro es suyo. De modo particular esos momentos –como este rato de oración– que dedicamos exclusivamente a Él. Ser buenos cristianos nos impulsará a ser buenos ciudadanos, pues nuestra fe nos mueve constantemente a ser buenos estudiantes, madres de familia abnegadas que sacan fuerzas de su fe y de su amor para llevar la familia adelante, empresarios justos, etc.; el ejemplo de Cristo a todos nos lleva a ser laboriosos, cordiales, alegres, optimistas, a excedernos en nuestras obligaciones, a ser leales con la empresa, en el matrimonio, con el partido o la agrupación a la que pertenecemos. El amor a Dios, si es verdadero, es garantía del amor a los hombres, y se manifiesta en hechos.

«Se ha promulgado un edicto de César Augusto, que manda empadronarse a todos los habitantes de Israel. Caminan María y José hacia Belén... —¿No has pensado que el Señor se sirvió del acatamiento puntual a una ley, para dar cumplimiento a su profecía?

»Ama y respeta las normas de una convivencia honrada, y no dudes de que tu sumisión leal al deber será, también, vehículo para que otros descubran la honradez cristiana, fruto del amor divino, y encuentren a Dios»13.

1 Mc 12, 13-17. — 2 Lc 23, 2. — 3 Cfr. J. M. Casciaro, Jesucristo y la sociedad política, Palabra, 3ª ed., Madrid 1973. — 4 Conc. Vat. II, Const. Gaudium et spes, 76. — 5 Jn 19, 36. — 6 Cfr. Lc 12, 13 ss. — 7 Cfr. Conferencia Episcopal Española, Los cristianos en la vida pública, 22-IV-1986, 85. — 8 Ibídem. — 9 Conc. Vat. II, loc. cit., 36. — 10 San Josemaría Escrivá, Surco, n. 301. — 11 Juan Pablo II, Homilía en la Misa celebrada en el Nou Camp, Barcelona, 7-XI-1982. — 12 San Agustín, Comentario al Salmo 57, 11. — 13 San Josemaría Escrivá, o. c., n. 322.

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Meditaciones sobre la Sagrada Eucaristía. 2

LA EUCARISTÍA, PRESENCIA SUBSTANCIAL DE CRISTO

— La transubstanciación.

— El Sagrario: presencia real de Cristo.

— Confianza y respeto ante Jesús Sacramentado.

I. Visus, tactus, gustus in te fallitur... Al juzgar de Ti se equivocan la vista, el tacto, el gusto, pero basta con el oído para creer con firmeza; creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios; nada más verdadero que esta palabra de verdad1.

Cuando la vista, el gusto y el tacto juzgan sobre la presencia –verdadera, real y substancial– de Cristo en la Eucaristía fallan totalmente: ven las apariencias externas, los accidentes; perciben el color del pan o del vino, el olor, la forma, la cantidad, y no pueden concluir sobre la realidad allí presente porque les falta el dato de la fe, que llega únicamente a través de las palabras con las que nos ha sido transmitida la divina revelación: basta con el oído para creer firmemente. Por eso, cuando contemplamos con los ojos del alma este misterio inefable debemos hacerlo "con humilde reverencia, no siguiendo razones humanas, que deben callar, sino adhiriéndonos firmemente a la Revelación divina"2, que da a conocer esta verdadera y misteriosa realidad.

La Iglesia nos enseña que Cristo se hace realmente presente en la Sagrada Eucaristía "por la conversión de toda la substancia del pan en su cuerpo y la conversión de toda la susbstancia del vino en su sangre, permaneciendo solamente íntegras las propiedades del pan y del vino, que percibimos con nuestros sentidos. La cual conversión misteriosa es llamada por la santa Iglesia conveniente y propiamente transubstanciación"3. Y la misma Iglesia nos advierte que cualquier explicación que se dé para una mayor comprensión de este misterio inefable "debe poner a salvo que, en la misma naturaleza de las cosas, independientemente de nuestro espíritu, el pan y el vino, realizada la consagración, han dejado de existir, de modo que el adorable cuerpo y sangre de Cristo, después de ella, están verdaderamente presentes delante de nosotros, bajo las especies sacramentales de pan y de vino"4.

"Por la misma naturaleza de las cosas", "Independiente de mi espíritu"... Después de la Consagración, en el Altar o en el Sagrario en el que se reservan las Formas consagradas, Jesús está presente, aunque yo, por ceguera, no hiciera el menor acto de fe y, por dureza de corazón, ninguna manifestación de amor. No es "mi fervor" quien lo hace presente; Él está allí.

Cuando, en el siglo iv, San Cirilo de Jerusalén desea explicar esta extraordinaria verdad a los cristianos recién convertidos, se vale, a modo de ejemplo, del milagro que llevó a cabo el Señor en las bodas de Caná de Galilea, donde convirtió el agua en vino5. Se pregunta San Cirilo: si hizo tal maravilla al convertir el agua en vino, "¿vamos a pensar que es poco digno de creer el que convirtiese el vino en su Sangre? Si en unas bodas hizo este estupendo milagro, ¿no hemos de pensar con más razón que a los hijos del tálamo nupcial les dio su Cuerpo y Sangre para alimentarlos? (...). Por lo cual, no mires al pan y al vino como simples elementos comunes..., y, aunque los sentidos te sugieran lo contrario, la fe debe darte la certeza de lo que es en realidad"6; esta realidad es Cristo mismo, que, inerme, se nos entrega. Los sentidos se equivocan completamente, pero la fe nos da la mayor de las certidumbres.

II. En el milagro de Caná, el color del agua fue alterado y tomó el del vino; el sabor del agua cambió igualmente y se transformó en sabor de vino, de buen vino; las propiedades naturales del agua cambiaron... Todo cambió en aquel agua que llevaron los sirvientes a Jesús. No solo las apariencias, los accidentes, sino el mismo ser del agua, su substancia: el agua fue convertida en vino por las palabras del Señor. Todos gustaron aquel vino excelente que pocos momentos antes era agua corriente.

En la Sagrada Eucaristía, Jesús, a través de las palabras del sacerdote, no cambia, como en Caná, los accidentes del pan y del vino (el color, el sabor, la forma, la cantidad), sino solo la substancia, el ser mismo del pan y del vino, que dejan de serlo para convertirse de modo admirable y sobrenatural en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo. Permanece la apariencia de pan, pero allí ya no hay pan; se mantienen las apariencias del vino, pero allí no hay nada de vino. Ha cambiado la substancia, lo que era antes en sí misma, aquello por lo que una cosa es tal a los ojos del Creador. Dios, que puede crear y aniquilar, puede también transformar una cosa en otra; en la Sagrada Eucaristía ha querido que esta milagrosa transformación del pan y del vino en el Cuerpo y Sangre de Cristo pueda ser percibida solo por medio de la fe.

En el milagro de la multiplicación de los panes y de los peces7, la substancia y los accidentes no sufrieron alteración alguna: pan y peces había al principio, y este mismo alimento fue el que comieron aquellos cinco mil hombres, quedando saciados. En Caná, el Señor transformó sin multiplicarla una cantidad de agua en otra igual de vino; en aquel lugar apartado donde le habían seguido aquellas multitudes, Jesús aumentó la cantidad, sin transformarla. En el Santísimo Sacramento, a través del sacerdote, Jesús transforma la substancia misma, permaneciendo los accidentes, las apariencias. Cristo no viene con un movimiento local, como cuando uno se traslada de un lugar a otro, al Sacramento del Altar. Se hace presente mediante esa admirable conversión del pan y del vino en su Cuerpo y en su Sangre. Quod non capis, // quod non vides // animosa firmat fides... Lo que no comprendes y no ves, una fe viva lo atestigua, fuera de todo el orden de la naturaleza...8.

Cristo está presente en la Sagrada Eucaristía con su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad. Es el mismo Jesús que nació en Belén, que hubo de huir a Egipto en brazos de José y de María, el que creció y trabajó duramente en Nazareth, el que murió y resucitó al tercer día, el que ahora, glorioso, está a la derecha de Dios Padre. ¡El mismo! Pero es lógico que no pueda estar del mismo modo, aunque su presencia sea la misma. "En orden a Cristo –escribe Santo Tomás de Aquino– no es lo mismo su ser natural que su ser sacramental"9. Pero la realidad de su presencia no es menor en el Sagrario que en el Cielo: "Cristo, todo entero, está presente en su realidad física, aun corporalmente, aunque no del mismo modo como los cuerpos están en un lugar"10. Poco más podemos decir de esta admirable presencia.

Cuando vamos a verle, podemos decir, en el sentido estricto de las palabras: estoy delante de Jesús, estoy delante de Dios. Como lo podían decir aquellas gentes llenas de fe que se cruzaron con Él en los caminos de Palestina. Podemos decir: "Señor, miro el Sagrario y falla la vista, el tacto, el gusto..., pero mi fe penetra los velos que cubren ese pequeño Sagrario y te descubre ahí, realmente presente, esperando un acto de fe, de amor, de agradecimiento..., como lo esperabas de aquellos sobre los que derramabas tu poder y tu misericordia. Señor, creo, espero, amo".

III. Al juzgar de Ti se equivocan la vista, el tacto, el gusto... En la Sagrada Eucaristía, en verdad, los sentidos no perciben la presencia más real que existe a nuestro alrededor. Y esto es así porque se trata de la presencia de un Cuerpo glorificado y divino: es, por consiguiente, una presencia divina, "un modo de existir divino", que difiere esencialmente de los modos de ser y de estar de los cuerpos sometidos al espacio y al tiempo.

La Eucaristía no agota los modos de presencia de Jesús entre nosotros. Él nos anunció: Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos11. Y lo está de muchas maneras. La Iglesia nos recuerda que está presente en los más necesitados, de la familia y de los que no conocemos; está presente cuando nos reunimos en su nombre12. De una manera particular, está en la Palabra divina...13. Todos estos modos de presencia son reales, pero en la Sagrada Eucaristía está la presencia de Dios entre nosotros por excelencia, dado que en este sacramento está Cristo en su propia Persona, de una manera verdadera, real y substancial. Esta presencia –enseña Pablo VI– "se llama real no por exclusión, como si las otras no fueran reales, sino por antonomasia, ya que es substancial, ya que por ella ciertamente se hace presente Cristo, Dios y Hombre, entero o íntegro"14.

Pensemos hoy cómo hemos de comportarnos en su presencia, con qué confianza y respeto. Meditemos si nuestra fe se vuelve más penetrante al estar delante del Sagrario, o si prevalece la oscuridad de los sentidos, que permanecen como ciegos en presencia de esta realidad divina. ¡Cuántas veces le hemos dicho a Jesús: "Creo, Señor, firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes; te adoro con profunda reverencia..."!

Los milagros de las bodas de Caná y de la multiplicación de los panes y de los peces que antes hemos considerado, nos pueden ayudar también a sacar mayor provecho para comprender mejor este prodigio del amor divino. En uno y otro milagro, Jesús requiere la colaboración de otros. Los discípulos distribuirán el alimento a la muchedumbre y quedarán todos satisfechos. En Caná, dirá a los servidores: llenad las vasijas de agua; y ellos las llenaron hasta arriba, hasta que ya no cabía más. Si hubieran estado remisos y hubieran puesto menos agua, la cantidad de vino también habría sido menor. Algo semejante ocurre en la Sagrada Comunión. Aunque la gracia siempre es inmensa y el honor inmerecido, Jesús pide también nuestra colaboración; nos invita a corresponder, con nuestra propia devoción, a la gracia que recibimos, nos recompensa en la proporción en que encuentra en nuestros corazones esa buena disposición que nos pide. El deseo cada vez mayor, la limpieza de nuestro corazón, las comuniones espirituales, la presencia eucarística a lo largo del día y de modo particular al pasar cerca de un Sagrario..., nos capacitarán para llenarnos de más gracia, de más amor, cuando Jesús venga a nuestro corazón.

1 Himno Adoro te devote, 2. — 2 Pablo VI, Enc. Mysterium fidei, 3-IX-1965. — 3 ídem, Credo del Pueblo de Dios, 30-VI-1968, 25. — 4 Ibídem. — 5 Cfr. San Cirilo de Jerusalén, Catequesis Mistagógicas, 4ª, 2. — 6 Ibídem, 4ª, 2 y 5. — 7 Cfr. Jn 6, 1 ss. — 8 Secuencia Lauda, Sion, Salvatorem. — 9 Santo Tomás, Suma Teológica, 3. q. 76, a. 6. — 10 Pablo VI, Enc. Mysterium fidei, cit. — 11 Mt 28, 20. — 12 Cfr. Mt 18, 20. — 13 Cfr. Conc. Vat. II, Const. Sacrosanctum Concilium, 7. — 14 Pablo VI, Enc. Mysterium fidei, cit.

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Santoral               (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

San Bonifacio,  Apóstol de Alemania

Bonifacio nació hacia el año 680, en el territorio de Wessex (Inglaterra). Su verdadero nombre era Winfrido. Ordenado sacerdote, en el año 716 con dos compañeros se encaminó a Turingia; pero aún no era la hora de su apostolado. Regresó a su monasterio y en el año 718 viajó a Roma para solicitar del papa Gregorio II autorización de misionar en el continente. El Sumo Pontífice lo escuchó complacido y, en el momento de otorgarle la bendición, le dijo: "Soldado de Cristo, te llamarás Bonifacio". Este nombre significa "bienhechor".

En 719 se dirigió a Frislandia. Allí estuvo tres años; luego se marchó a Hesse, convirtiendo a gran número de bárbaros. En Amoneburg, a orillas del río Olm, fundó el primer monasterio. Regresó a Roma, donde el papa lo ordenó obispo.

Poco después, en el territorio de Hesse, fundaba el convento de Fritzlar. En el año 725 volvió a dirigirse a Turingia y, continuando su obra misionera, fundó el monasterio  de Ordruf. Presidió un concilio donde se encontraba Carlomán, hijo de Carlos Martel y tío de Carlomagno, quien lo apoyó en su empresa. En el año 737, otra vez en Roma, el papa lo elevó a la dignidad de arzobispo de Maguncia. Prosiguió su misión evangelizadora y se unieron a él gran cantidad de colaboradores. También llegaron desde Inglaterra mujeres para contribuir a la conversión del país alemán, emparentado racialmente con el suyo. Entre éstas se destacaron santa Tecla, santa Walburga y una prima de Bonifacio, santa Lioba. Este es el origen de los conventos de mujeres. Prosiguió fundando monasterios y celebrando sínodos, tanto en Alemania como en Francia, a consecuencia  de lo cual ambas quedaron íntimamente unidas a Roma.

El anciano predicador había llegado a los ochenta años. Deseaba regresar a Frisia (la actual Holanda). Tenía noticias de que los convertidos habían apostatado. Cincuenta y dos compañeros fueron con él. Atravesaron muchos canales, hasta penetrar en el corazón del territorio. Al desembarcar cerca de Dochum, miles de habitantes de Frisia fueron bautizados. El día de pentecostés debían recibir el sacramento de la confirmación.

Bonifacio se encontraba leyendo, cuando escuchó el rumor de gente que se acercaba. Salió de su tienda creyendo que serían los recién convertidos, pero lo que vio fue una turba armada con evidente determinación de matarlo. Los misioneros fueron atacados con lanzas y espadas. "Dios salvará nuestras almas", grito Bonifacio. Uno de los malhechores se arrojó sobre el anciano arzobispo, quien levantó maquinalmente el libro del evangelio que llevaba en la mano, para protegerse. La espada partió el libro y la cabeza del misionero. Era el 5 de junio del año 754.

El sepulcro de san Bonifacio se halla en Fulda, en el monasterio que él fundó. Se lo representa con un hacha y una encina derribada a sus pies, en recuerdo del árbol que los gentiles adoraban como sagrado y que Bonifacio abatió en Hesse. Es el apóstol de  Alemania y el patriarca de los católicos de ese país.

 

Otros Santos cuya fiesta se celebra hoy:  Sancho, Florencio, Julián, Ciriaco, Marcelino, Nicanor, Faustino, Apolonio, Marciano, Zenaida, Ciria, Valeria, Marcia, Doroteo, Claudio, Adalaro, Lupercio, mártires; Eutiquio, obispo; Doroteo, presbítero; Félix, monje; beato Fernando de Portugal.

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Autor: Archidiócesis de Madrid
Fernando de Portugal, Beato Principe, Junio 5  

Fernando de Portugal, Beato

Principe

Hijo de Juan I de Portugal, empleaba desde muy joven sus rentas personales en el rescate de cautivos cristianos de las manos sarracenas.

Parte en 1434, con su hermano Enrique el Navegante a una expedición contra Marruecos, entonces en manos de una dinastía de piratas. ¿Acaso sería una premonición sobre la situación actual? Nada nuevo hay bajo el sol. Lo cierto es que la expedición fue un fracaso y la armada lusitana hubo de rendirse y dejar a Fernando como garantía del pago de enormes cantidades de dinero.

Las Cortes de Portugal, después de nueve años de negociaciones, dejaron morir de disentería y en manos del enemigo a su príncipe. Fernando vivió como esclavo, encadenado y obligado a los más sucios trabajos. Soportó su desdicha con dignidad y puso su esperanza en Dios con enorme entereza, sin renunciar a la fe ni a unos compatriotas tan olvidadizos de su terrible suerte.

Las fuentes históricas musulmanas hablan de su vida edificante u de la veneración que suscitaba en los más piadosos habitantes de Fez. Fernando optó por la pobreza, castidad y obediencia, en radical fidelidad a su propia conciencia. Su cadáver descuartizado se pudrió colgado en las torres de las murallas.

Debiera ser patrono de los millones de esclavos que todavía quedan en el mundo; o de los héroes olvidados por los suyos, o bien de los que son víctimas de los vaivenes políticos. Cuando el sacerdote don Pedro Calderón de la Barca llegó al cielo, le recibió Fernando agradecido por esa maravilla de drama llamada El Príncipe constante.

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Fuente: Martirologio Romano
Doroteo de Tiro, Santo Obispo y Mártir, Junio 5  

Doroteo de Tiro, Santo

En Tiro, de Fenicia (hoy Líbano), san Doroteo, obispo, que siendo aún presbítero, padeció mucho bajo el emperador Diocleciano, y en tiempo del emperador Juliano, con más de ciento siete años de edad, honró su ancianidad con el martirio, que consumó en Odyssopolis (Varna), Tracia (actual Bulgaria) (siglo IV).

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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; hablarcondios.org, Catholic.net, misalpalm.com

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

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